Ursula K. Le Guin en 1995. Foto: Marian Wood Kolisch

Ursula K. Le Guin en 1995. Foto: Marian Wood Kolisch

Letras

Ursula K. Le Guin, del espacio exterior de la ciencia ficción a la poesía cotidiana

Nórdica publica 'En busca de mi elegía', una antología del lado menos conocido de lamaestra de la ciencia ficción donde abordaba sus preocupaciones sobre la guerra, la naturaleza o el oficio de la escritura.

25 julio, 2023 02:24

Decía Ursula K. Le Guin que el significado más profundo de las cosas se encuentra en la confluencia de la poesía y la música. "Ese sentido no lo puedes expresar con palabras de manera racionalmente compresible. Está ahí y sabes que está ahí, tiene el ritmo, la música del sonido que lleva consigo. Es algo absolutamente misterioso y está bien que sea así", afirmó en una de las últimas conversaciones que mantuvo con el también escritor David Naimon pocos meses antes de morir en enero de 2018 (Conversaciones sobre la escritura, Alpha Decay).

Autora prolífica, con una excelsa carrera literaria que abarcó casi sesenta años, a Le Guin la conocemos más por sus mundos fantásticos de Terramar y la Federación Ekumen que por sus versos. Maestra absoluta del género, sus obras de ficción especulativa y fantasía, publicadas en España en su mayoría por Minotauro, le granjearon ocho premios Hugo, seis Nébulas y veintidós Locus. Pero, escultora incansable del lenguaje, su mármol, donde aplicaba el cincel en búsqueda de las palabras, siempre fue la poesía.

Desde que, en 1959, y antes que nada, publicara su primer poema, Folksong from the Montayna Province, nunca dejó de hacerlo, quizás porque, como ella misma explicó en los versos de uno de sus poemas: "Las rimas pueden parecer, cuando son tan exactas,/ una puerta tras otra cerrada a cal y canto; / y sin embargo la repetición tranquilizaba, la campanada/ de un viejo reloj que marca la hora exacta./ Y así la forma estricta ofrecía a la quinceañera/ (tímida y atrevida, retraída y osada,/ desorientada y cándida en el reino de las ideas)/ la estructura estable y fija que buscaba" (Metros, 2006-2010).

Menos célebre por esta faceta, Nórdica publica ahora una completa antología de sus versos, En busca de mi elegía, traducida por Andrés Catalán, donde reúne por primera vez en castellano el trabajo de toda una vida. Una selección de más de medio siglo de escritura, compuesta por 70 poemas seleccionados y 77 nuevos títulos que abordan temas como la guerra y la creatividad, la maternidad o la naturaleza, desde la perspectiva más personal y terrenal de la escritora del espacio exterior.

El camino a la poesía

Hija de dos antropólogos, más allá del género de la ciencia ficción, Le Guin es una autora que practica en su obra la antropología. "Situaba a los personajes en tiempos y paisajes remotos, pero lo que le interesaba era hablar del ser humano y de lo que pasaba en la sociedad", explica el editor de Nórdica, Diego Moreno. Un interés que cobra un especial relieve en esta antología publicada inicialmente en Estados Unidos. En busca de mi elegía es "un complemento perfecto para que el lector que la conoce por la ciencia ficción pueda descubrir quién era realmente Ursula —continúa su editor—, una escritora con muchos intereses sociales, sobre todo antropológicos y antimilitaristas. Es cierto que en sus libros ella utiliza la herramienta del género para afrontarlos, pero, sin embargo, en sus poemas se desprende de todo para escribir con mayor libertad. No hay un solo poema de ciencia ficción, son todos poemas realistas del mundo en el que ella vive".

"Un complemento perfecto para que el lector que la conoce por la ciencia ficción pueda descubrir quién era realmente Ursula". Diego Moreno, editor.

De hecho, Le Guin muestra en estos versos una necesidad de escribir totalmente diferente al de la ciencia ficción. "Utiliza un verso muy sencillo, bastante transparente y accesible, no toma grandes riesgos poéticos. Un lector medio de poesía se va a sentir muy cómodo con ellos. Tampoco tiene voluntad de pasar a la historia por su poesía, yo creo que lo utiliza más como una dinámica de trabajo cotidiana, más allá de encontrar una voz propia como poeta, que ya lo hizo en el género de la ciencia ficción, donde su voz es claramente importante", reflexiona Moreno.

Lo poético de lo cotidiano

A lo largo de estos 60 años de producción, Le Guin, que vivió durante toda su vida en un rancho de Portland, escribió entre estos versos sobre temas cotidianos y preocupaciones reales. Desde sus paseos por el campo, su contemplación de la naturaleza y su activismo ecologista ("somos el dios del desierto./ Su mano izquierda saca de las llamas/ lo que su mano derecha incendia", denunció) a su propia debilidad por los gatos, como se ve en este verso del extenso poema que le dedica en Raksha (2006-2010) a una felina callejera:

"Es una gata abandonada. Siniestra.
Ojos penetrantes. Demoniaca. Desaliñada, pelo largo,
negra. Toda negra. Bufa, gruñe, y sale corriendo.
Muerde, me dicen. A mí no me ha mordido,
no me quedo a esperar a que me muerda. Pero se estremece,
se aplasta contra el suelo, si le acaricio el pelaje
aunque sea ligeramente, furtivamente,
un estúpido gesto que busca establecer un lazo,
cuando le dejo el cuenco al que acude corriendo
temerosa, desconfiada, pero hambrienta, hambrienta.
Mojada, fría, sola y hambrienta.
Esa es la vida de un gato, Walt".

Y es que leer estos poemas es como abrir los periódicos por las páginas de sucesos y encontrarse las últimas guerras ("oíd mi maldición sobre la nación de Israel y la nación de Palestina", llega a escribir en un verso) y sobre las próximas ("tendrá lugar,/ llevará tiempo, /se cobrará vidas,/ y las malgastará"). Algunos desprenden ironía ("las grandes flotas grises dependen/ no de la voluntad de un almirante/ sino de la locura y la fatalidad./ Los hombres creen hacer sus guerras./ Descubren su error/ tarde y mal"), otros reflejan admiración como los poemas dedicados a Lorca y Gabriela Mistral, de la que ella misma tradujo su obra, y algunos como Las Ménades (1981) nos recuerdan su compromiso con las mujeres. Y escribe:

"Leí en algún lado
que cuando al final bajaron de la montaña
y se adentraron en una ciudad extraña, borrachas,
afónicas, medio desnudas, los ojos empañados,
con sangre seca bajo las uñas rotas
y en sus muslos jóvenes,
no dejaban de burlarse y de bromear, no dejaban
de bailar, tambaleándose y gritando, pero el sueño
las venció junto a los puestos del mercado,
cayeron allí sin poder evitarlo, agotadas, y entonces
las mujeres maduras,
respetables amas de casa,
se acercaron y se quedaron toda la noche en el ágora
en silencio
juntas
como las ovejas y las vacas en los campos al anochecer,
vigilando, observándolas
como sus madres
las habían vigilado.
Y ningún hombre
se atrevió a desafiar
ese feroz decoro".

Y quizás, como apunta Moreno, esta sea la parte más interesante de En busca de mi elegía, que nos permite conocer la parte más íntima y personal de Ursula K. Le Guin. "Es descubrir, por ejemplo, a esa mujer a la que le encantaban los gatos, a quienes dedica varios de sus poemas, y su relación con los animales en general. También dedica muchos poemas de manera muy militante a la guerra, al conflicto entre Israel y Palestina y a cómo los soldados vuelven destrozados de la guerra. Habla de temas muy cotidianos. Es como entrar en su despacho del rancho y ver el mundo que le rodea, lo que pasa a su alrededor, leer las noticias que lee ella misma en la prensa por la mañana y que después le generan estos versos".

También su vocación por la escritura recorre constantemente los versos de esta antología con poemas como Escritores:

"Afortunados aquellos que tienen las manos
llenas de la materia de lo imaginado
para dar forma a la copa, al pájaro tallado;
aquellos cuyos dedos sacan de la tecla o la cuerda
el acorde resonante, sencillo y complejo,
real, escuchado.

El trabajo de un escritor
se ciñe a la palabra insustancial,
a la imagen que solo puede hallar
su existencia en otra mente.
Trabajamos con agua, con el viento,
no hacemos ni sostenemos cosa alguna.
Todo lo que podemos formar o cantar
es el temblor de una cuerda intocada,
un aleteo de sombras sobre un muro".

Y es que, como analiza Moreno, la poesía para ella era su herramienta de trabajo cotidiano, una especie de cuaderno libre, donde retrataba todo lo que ocurría a su alrededor, sucesos, imágenes y paisajes que acaparaban su atención. "Los temas que aborda son bastante recurrentes. Los poemas de los primeros años del libro, finales de los 80-90, hablan de paseos y de caminos, pero eso, en realidad, acaba recorriendo todo el libro. Ella es bastante consistente en cuanto a los intereses. En los primeros poemas habla de sus paseos y en los últimos de la estrella del alba, de la contemplación de las estrellas, de salir de la jaula hacia las colinas… Digamos que hay un interés en toda su obra de los temas cotidianos y eso no cambia. Hay poemas más extensos al final que al principio, pero en realidad es una escritora bastante consistente en su obra poética. No hay grandes cambios estilísticos ni temáticos. Lo que le interesaba en sus inicios le interesa al final. Su visión antropológica se mantiene durante toda su obra".

"Es como entrar en su despacho del rancho y ver el mundo que le rodea, leer las noticias que ella lee por la mañana y que después le generan estos versos". Diego Moreno, editor.

Y no solo eso, también durante toda su vida. "Como pasa con todos los libros de Ursula, aunque estén escritos hace décadas, son tremendamente actuales —reconoce el editor—. Yo creo que esa parte que tiene antropóloga hace que se trate del ser humano en todos los tiempos aunque los sitúe en tiempos remotos, y desgraciadamente los temas de los que habla son eternos. La guerra, la naturaleza o sus relaciones con lo cotidiano, son temas universales y atemporales y eso hace que se lea hoy con total actualidad", remarca.

Reacia a que se la catalogara solo como escritora de ciencia ficción, a lo largo de su vida Le Guin escribió también, además de una docena de libros de poesía, ensayo, crítica literaria, un centenar de relatos y varios libros de literatura infantil. Ella siempre prefirió que la llamaran simplemente escritora. Tras su muerte en 2018, algunos la calificaron como la más importante escritora estadounidense de su generación. La difusa línea entre su fantasía y su realidad, entre el oficio y la vida, la encontramos en estos poemas.

"No dejo nunca de inventarme nueva gente
como si no fuera suficiente la explosión demográfica
ni tuviéramos sabe Dios cuántos terrores
y problemas, pero yo también lo sé,
de eso se trata. Nunca hay suficiente miedo
que iguale el placer, ni abismos suficientemente hondos,
ni tiempo suficiente, y siempre hay algunas
estrellas que faltan.

No es que no quiera un nuevo cielo y una nueva tierra,
solo los viejos.
Viejo cielo, vieja tierra, nueva hierba.
Ni una vida después de la tumba,
que Dios me ayude, o me ayudaré yo sola
viviendo todas estas vidas
de nueve en nueve o de noventa en noventa
para que la muerte me encuentre siempre
desprotegida por cuatro costados,
desguarnecida, indefensa,
inviolable, vulnerable, viva".

(Ars Lunga, 1960-1975)