'Piscinosofía': una oda a las piscinas, el lugar donde medimos la felicidad en centímetros cúbicos
La periodista y escritora Anabel Vázquez desentraña en su ensayo el origen de las piscinas y cómo su uso ha ido cambiando a lo largo del tiempo a través de sus vivencias personales.
12 agosto, 2023 02:33Ligera como una piscina. Así le gustaría ser a la periodista y escritora Anabel Vázquez (Sevilla, 1971), que no solo ha viajado por los cinco continentes persiguiéndolas, sino que también ha escrito un libro sobre ellas Piscinosofía. Tratado acuático y desordenado sobre piscinas reales e imaginadas (Libros del K.O). Aunque en el fondo este es también un libro sobre ella misma, porque como cuenta a El Cultural en un caluroso día de agosto en Madrid, "tenía que averiguar qué me pasaba a mi con las piscinas".
Aunque a Vázquez también le gustan las que acaban llenas de hojas otoñales, las piscinas están eternamente ligadas al verano. Quizá porque es durante esta estación cuando el tiempo parece diluirse lentamente, sobre todo si se observa desde su bordillo, ese sitio donde Anabel está convencida de que todo el mundo acaba esbozando una sonrisa. Y la verdad es que tiene sentido, pocas cosas tan inútiles como estar a remojo y pocas tan placenteras.
Fue Nuccio Ordine, en la Utilidad de lo inútil, quien defendió el hacer algo por puro placer, por la gracia de hacerlo. Del mismo modo Vázquez defiende las piscinas, porque alrededor de ellas "todo es contemplativo e inútil, todo es sabio". A pesar de que parece que cada vez nos cuesta más apreciar la vida contemplativa, nos cuesta aburrirnos, la figura de la piscina "se cuela como puede en esta rueda de productividad", asegura Vázquez, y ejerce su función. "Te obliga a estar muy presente y eso es algo que nos falta. Yo creo que las piscinas nos educan y que podemos aprender de ellas. Aunque sean como una ilusión de algo que luego es imposible mantener el resto del tiempo".
Para Anabel las piscinas no son exigentes, y ella tampoco les exige mucho. Entra y sale del agua como una sommelier acuática, pero las estudia como una verdadera detective. En su ensayo, que comenzó a gestarse tras su estancia en la residencia para artistas de Villa Lena en la Toscana, desentraña el origen de las piletas y cómo su uso ha ido cambiando a lo largo del tiempo.
Desde usarse para rituales de purificación, como la de Mohenjo-Daro (2500-1800 a.C.) en Pakistán, la primera de la que se tiene constancia históricamente, hasta convertirse en un símbolo de ostentación de la riqueza, como la Neptuno, que fue mandada construir por el magnate de la prensa William Randolph Hearst. Anabel también deja espacio para esas piscinas imaginadas, aquellas en las que solo ha podido bañarse en sueños, como la de Silvina Ocampo o la de la Casa Blanca. También para las californianas, la de Joan Didion o la de David Hockney, quien se obsesionó por capturar el momento concreto en el que alguien se sumerge en el agua.
La autora echa mano de la autoficción para hablar sobre algunas de sus piscinas favoritas, aquellas donde nadó y fue feliz, como la piscina de Das Marés de Álvaro Siza en Portugal o la de la Complutense en Madrid, "el lugar más sexy de la ciudad", asegura. Y guarda un hueco especial para la de su infancia, en Huelva, que dice tenerla tan dentro, que no necesita volver a bañarse para recordarla.
Vázquez también recorre algunas piscinas históricas de la capital que un día estuvieron, pero de las que ya solo quedan trampolines oxidados y la pregunta de si Ava Gardner alguna vez metió sus pies allí. Como la Stella, el club náutico madrileño que todavía se puede ver si se pasea por Arturo Soria, pero también la Niágara, considerada la primera piscina de la ciudad, que abrió sus puertas en 1879.
También la llamada "el charco del obrero", un proyecto de la II República que se inauguró en 1932 y que se convirtió en la mayor piscina de Europa, o La Isla, construida por el arquitecto Luis Gutiérrez Soto y una de las piscinas más populares de los años 30, aunque "algo cara para la época, lo que fomentaba el acceso al ocio de los ciudadanos pero no de todos. No hay nada más madrileño que eso", escribe Vázquez.
Sin apelar excesivamente a la nostalgia, ese Madrid parece quedar muy lejos. "En ese momento había lugares en el que cada clase social tenía su sitio de esparcimiento", asegura Vázquez. Ahora, "el ratio de personas por piscina pública es mucho menor que en el de otras ciudades de España" y la capital debe enfrentarse a las consecuencias imperantes del cambio climático: altas temperaturas y escasez de agua.
"Al final son decisiones políticas, y o habido otras prioridades o quienes toman las decisiones no sienten la necesidad de bañarse en verano o no tienen la preocupación de que haya piscinas comunes porque tienen la suya propia", declara. De ahí que tener la posibilidad de darse un baño se haya convertido también en algo político, tal y como expuso el periodista Jorge Dioni en La España de las Piscinas (2021, Arpa), al que Anabel menciona en su Piscinosofía.
En su ensayo, Anabel Vázquez define la piscina como "una contradicción húmeda, porque concentra a la vez descanso y movimiento, naturaleza y cultura. Es elitista, pero no demasiado, democrática, pero tampoco mucho. Tranquila, pero en su justa medida. Segura, pero no te confíes". Y cree que "todas las personas tenemos derecho a nuestra piscina".
Aunque ella no habla de poseer, sino más bien de disfrutar y compartir. Lo que comenzó a germinar en su interior como una posible obsesión, acabó siendo todo lo contrario. Lo que siente Anabel Vázquez por las piscinas no es nada patológico, va de otra cosa. "Es un vínculo mucho más profundo y mucho más libre. Un amor ligero, festivo, alegre, nada posesivo".
Por ello, sumergirse en sus 176 páginas es algo parecido a darse un chapuzón rápido, pero intenso. De esos que sirven para coger carrerilla, refrescarse y empezar a mirar las piscinas de otro modo. Con más cariño, gracias al amor contagioso de Vázquez hacia ellas, pero también para valorar la importancia que tienen y tendrán en nuestra sociedad estos agujeros en el suelo llenos de agua y de vida.