'Renata sin más', de Catherine Guérard: una vagabunda insumisa por las calles de París
La novela fue publicada en 1967 por Gallimard y llegó a ser finalista del Premio Goncourt, antes de que la autora desapareciera sin dejar rastro.
21 febrero, 2024 02:32Catherine Guérard (¿1929-París 2010) es, antes que nada, misterio. Aunque Renata sin más fue publicada en 1967 por Gallimard y llegó a ser finalista del Premio Goncourt, Guérard desapareció sin dejar rastro. Los críticos entonces la compararon con Samuel Beckett y la consideraron una autora excepcional. Antes, en 1955, había publicado una novela corta, Ces princes.
Y tras esas dos novelas, un eclipse total. La reedición de Renata n’importe quoi en 2021, en una pequeña y exquisita editorial francesa, provocó un renacimiento de esta figura solitaria. Fue amiga de Mitterrand y tuvo una aventura con el escritor Paul Guimard; quedan las huellas de unas cartas. El resto es silencio.
El escritor Jérôme Garcin relaciona esta novela con el teatro de Genet. Cierto: la furia autista del personaje, su insubordinación contra todo lo que coarta su libertad, su soliloquio, recuerdan a Genet. Hablando de Céline y Genet dice Vargas Llosa que pertenecen a la luciferina tradición “para quienes escribir significa aguar la fiesta de la armonía social”. Y eso es lo que hace Renata, el personaje patético y tierno de Guérard, que ni siquiera se llama Renata.
Para entrar en una mente cuya deriva es cada vez más estrafalaria, Catherine Guérard se vale de un flujo de conciencia continuo, con una sola frase de 165 páginas, puntuada solo con comas. En un monólogo imaginamos un destinatario, pero esta divagación radical es un soliloquio. Renata habla sola, las conversaciones se engarzan en su discurso, pero, en realidad, habla para sí misma sin intención de ser escuchada. Asistimos a una rebelión mental, sin reconciliación posible con el mundo.
Renata trabaja como sirvienta hasta que decide que quiere ser libre y se lanza a las calles con unas cuantas cajas; una de ellas contiene las misteriosas “cartas de Paul”. No soportará los comentarios de quienes cuestionan su deserción: “la gente habla y habla sin saber si te están molestando si te aburren, y a mí me pedía el cuerpo silencio no un silencio sin ruido sino un silencio de chismorreo, y pensaba La libertad es también el silencio, y me decía Soy libre, soy libre, con el silencio y con el sol y es como estar de vacaciones…”
La furia autista de la protagonista, su insubordinación contra todo lo que coarta su libertad, recuerdan a Genet
La antiheroína, de la estirpe de la protagonista de Jean Rhys en Viaje a la oscuridad, se convertirá en una vagabunda por las calles de París. Dos días y tres noches buscando el barrio más entretenido para observar a los transeúntes o el escondite para dormir sin ser molestada. Pero la libertad no es fácil, hay revisores del metro desagradables, vecinos de los barrios ricos que no la quieren durmiendo en sus descansillos, buenas damas que la creen loca y la convencen para refugiarse en un centro de acogida en el campo.
La itinerancia feliz se complica. Renata no encuentra el camino de vuelta a un hotel, “así que seguí andando, y mis bultos eran como una pena que yo cargaba, y era como tener un velo negro cubriendo mis pensamientos, aquello ya no era libertad, y yo venga a andar, con miedo de alejarme y no volver a ver nunca más mis cosas...”
[Alcoholismo, brutalidad contra las mujeres y crimen organizado: el diagnóstico de una Rusia herida]
Catherine Guérard planteó en su libro verdades incómodas. La voz ingenua y enfurecida de Renata presenta objeciones a una sociedad llena de normas cotidianas donde no es tan fácil encontrar un espacio sin interferencias sociales. “No necesito que nadie venga a molestarme con una sopa que no me gusta”, dirá Renata en su odisea vagabunda. El final de la novela, inesperado, revelará que Renata ha perdido todos los asideros en tierra firme.