Luis Martín Santos, el psiquiatra con el que 'enloqueció' la literatura española
Recordamos al autor de 'Tiempo de silencio' en el año del centenario de su nacimiento, cuando se cumplen además 60 de su prematura muerte.
18 marzo, 2024 00:53Ingenioso, profundo y zumbón, rebosante de vitalidad, quienes le conocieron recuerdan a Luis Martín-Santos como un relámpago deslumbrante que lo iluminaba todo a fuerza de inteligencia, alegría y cordialidad.
Había nacido el 11 de noviembre de 1924 en Larache (actual Marruecos y entonces parte del Protectorado español) porque allí estaba destinado su padre, Leandro, condecorado médico militar. Cinco años después, la familia se instala en San Sebastián, donde el padre, general médico, preside tras la Guerra Civil el Colegio de Médicos y forma parte de los tribunales de depuración que condenan al destierro (y salvan la vida) a numerosos colegas republicanos.
Espigado, entonces no muy alto, callado y estudioso, Luis estudia el bachillerato en el colegio Santa María Marianistas, donde coincide con Eduardo Chillida. Rodeado de hijos de los vencidos y sin conciencia de clase, es posible que los "fusilamientos" que organizaban los curas del colegio impresionaran a un joven aislado y sensible como él.
['El júbilo de la casa de fieras', un relato inédito de Luis Martín-Santos]
Así lo recordaba, más de medio siglo después, otro alumno del mismo centro, Enrique Múgica: "Bajábamos formados al patio del colegio para el recreo. Quienes obtenían mejores notas encabezaban la formación, desfilando con fusiles de madera y boinas rojas, y al romper esa formación a los gritos de '¡Viva Franco, Arriba España!', en el pequeño frontón del patio, improvisado como paredón de juguete, se colocaba a los 'rojos' –es decir, a los más torpes– para que fueran fusilados con jolgorio por los primeros del aula".
Alternando su verdadera pasión, la escritura, con los estudios que al parecer le impone su padre, cursa Medicina en Salamanca y se licencia en 1946 con Premio Extraordinario por un estudio sobre las sinapsis nerviosas. Mientras, su padre le edita en 1945, sin su consentimiento, el libro de poemas Grana Gris, en el que podemos leer versos como: "Siento ansias de algo imposible/ de luchar, de vencer y de amar".
El psiquiatra Martín-Santos
Gracias a sus éxitos académicos se instala en Madrid —donde se hace amigo de Juan Benet, Rafael Sánchez Ferlosio, Ignacio Aldecoa, Alfonso Sastre o Alberto Machimbarrena, entre otros—, para especializarse y hacer el doctorado en Psiquiatría, ante la decepción de su padre, que prefería Cirugía.
Sin embargo, nada le hizo cambiar de idea, influido por su compañero y amigo Félix Letemendía y por la enfermedad mental de su madre, que había pasado algunas temporadas ingresada en el psiquiátrico de San Sebastián, aunque su biógrafo José Lázaro apunta también en Vidas y muertes de Luis Martín-Santos (Premio Comillas, Tusquets, 2009) las mayores perspectivas intelectuales que ofrecían las enfermedades mentales.
Para completar su formación, frecuenta el Servicio de Psiquiatría que dirigía Juan José López-Ibor y se doctora con una tesis dirigida por Pedro Laín Entralgo: Dilthey, Jaspers y la comprensión de la enfermedad mental, que se publica como libro en 1955 y que su amigo, el también psiquiatra Carlos Castilla del Pino, califica como "única" en la literatura española.
Por cierto, el psiquiatra cordobés diría siempre que Martín-Santos fue "la cabeza mejor dotada, más clara que la psiquiatría española poseía, y él, el de mayor talento de todos nosotros por su 'finísima captación de lo real'". Por su parte, Laín Entralgo lo describirá como "un joven inteligentísimo, brillante, prometedor, con dotes intelectuales y formación suficiente para tratar un tema rigurosamente teórico".
Pedro Laín Entralgo, director de su tesis, describe a Martín-santos como "un joven inteligentísimo, brillante, prometedor"
Tras estudiar en Alemania en 1950, obtiene por oposición el puesto de director del sanatorio psiquiátrico de Ciudad Real, que abandona a los pocos meses para regresar a San Sebastián, donde en 1951 gana, también por oposición, la plaza de director del Psiquiátrico Provincial de Guipúzcoa, lo que supone su definitiva reincorporación a la vida donostiarra. Su actividad clínica en el Hospital Psiquiátrico de San Sebastián se dedica sobre todo al estudio del alcoholismo y su diferenciación de la esquizofrenia, las dos enfermedades más frecuentes entonces.
Como colofón de esos años de esperanza, en 1953 contrae matrimonio con Rocío Laffon Bayo en la iglesia de los Jerónimos, en Madrid. Tienen cuatro hijos: Rocío, Leticia (fallecida a los tres meses de edad), Luis y Juan Pablo.
Oposiciones desde la cárcel
Comprometido con el antifranquismo, en 1955 entra en contacto con la Asociación Socialista Universitaria, organización de la que ya formaban parte Miguel Sánchez-Mazas, Javier Pradera, Mariano Rubio o Francisco Bustelo, con los que asiste a reuniones clandestinas sobre cultura vasca a las que puso fin el temido comisario Melitón Manzanas, asesinado años más tarde por ETA. Las consecuencias del activismo político del futuro escritor no se hacen esperar.
En realidad, a Martín-Santos le correspondía ser director del Hospital General (en el que era jefe de psiquiatría y neurología, tras abandonar el Psiquiátrico) pero fue vetado desde Madrid. Y no tiene más fortuna en las oposiciones a cátedra: en las de 1956 se declara la plaza de Salamanca desierta y en las segundas, celebradas en 1959, está en prisión.
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Como ya estaban firmadas antes de la detención, no pueden impedirle realizarlas, así que cada día le llevan a examinarse en furgón policial desde la cárcel de Carabanchel a la universidad. Pero el éxito es imposible: aunque su padre, el general Leandro Martín-Santos y su mujer asisten para animarle, como le explicará Juan Antonio Vallejo-Nágera a Castilla del Pino, "Luis se ha jugado la carrera y la ha perdido".
“Aquí un esbirro”
Antes, en 1956, en Pamplona, es detenido por primera vez por subversivo junto a Vicente Girbau y Juan Benet, pero quedan en libertad casi de inmediato. Solo en 1957 se afilia al PSOE, llegando a ocupar un puesto en la Ejecutiva en agosto de 1958. Entre noviembre de ese año y mayo del 59 es encarcelado dos veces durante varios meses, junto con otros compañeros de partido, en la ya citada prisión de Carabanchel.
Realista y precavido, en los interrogatorios hará gala de una frialdad envidiable y de una ensayada verborrea que desconcierta a la policía, que tampoco se excede con él por ser hijo de un general. El cineasta Antxon Ezeiza, íntimo amigo del escritor, solía recordar cómo una tarde, cuando vieron sentado en una terraza al comisario Manzanas, Martín-Santos se lo presentó diciendo: "Aquí un esbirro".
Peor lo pasó en Madrid, en la Dirección General de Seguridad, porque estuvo meses incomunicado y sometido a un aislamiento absoluto. Al terminar su tercer encarcelamiento, en agosto de 1959, es suspendido varios meses de su puesto de director del hospital, tiempo que aprovecha para avanzar en la redacción de Tiempo de silencio.
Ya en régimen de "libertad atenuada", abandona la Ejecutiva socialista, no solo por lo que su militancia le había supuesto a nivel personal y profesional, sino, y sobre todo, por la constante vigilancia que sufre y que puede comprometer a sus amigos y compañeros del partido. Sin embargo, no renunciará jamás a su disidencia. Así, en la entrevista que en 1962 le hace Jenny Weincoff, cuando le pregunta qué fines busca al escribir, Martín-Santos responde que "modificar la realidad española y, entre paréntesis, divertirme".
Como un vómito
Abandonada, pues, la primera línea de lucha política, se dedica a escribir de un tirón, "como un vómito" dirá él, Tiempo de silencio. Termina la novela en 1961 y la presenta al recién creado Premio de novela Pío Baroja, en San Sebastián. Concurren 60 manuscritos y el jurado, reunido en abril de 1961, escoge tres finalistas, uno de los cuales es Martín-Santos, bajo el mismo seudónimo, Luis Sepúlveda, con el que se le conocía en el Partido Socialista, pero el jurado es presionado para no premiar al díscolo psiquiatra sino a un periodista de ABC. Finalmente, el premio se declara desierto y no vuelve a convocarse jamás.
En mayo de 1961, Luis Martín-Santos hace llegar el manuscrito a Carlos Barral, y el 31 de ese mes el editor le escribe: "Tu novela es sensacional. Y además va a caer como una bomba en medio del panorama uniforme del joven realismo patrio. Experimento los pequeños escozores de los exploradores de selva virgen”.
Cuando en 1962 le preguntan qué fines busca al escribir, responde: "modificar la sociedad española y, entre paréntesis, divertirme"
Por su parte Josep Maria Castellet, miembro del comité de lectura de Seix Barral, confirma: "De un asunto vulgar el autor ha sacado una obra interesantísima hecha de comentarios, alusiones, ironía, crudeza y ternura". Tras superar los escollos de la censura, el libro se convierte en un éxito descomunal de crítica y público y establece, en palabras de Vila-Matas, "un antes y un después" en nuestra literatura.
Desgraciadamente, cuando estaba disfrutando del éxito literario y personal, y se multiplicaban sus proyectos, en 1963 muere en un accidente doméstico su mujer y un año después él mismo, tras sufrir un accidente de automóvil.
Viajaba de Madrid a San Sebastián con su padre y un amigo para reunirse con sus hijos y en un primer momento nadie, ni siquiera él, será consciente de la gravedad de las hemorragias internas sufridas hasta que es demasiado tarde: tiene el hígado destrozado y muere el 21 de enero de 1964, dejando varias novelas, obras de teatro, poemas, apólogos, ensayos y cuentos inéditos que son su mejor legado.