'El júbilo de la casa de fieras', un relato inédito de Luis Martín-Santos
Galaxia Gutenberg publicará las 'Obras completas' del autor de 'Tiempo de silencio'. El primer tomo, 'Narrativa breve', incluye sus cuentos y apólogos, muchos de ellos inéditos, como el que publicamos a continuación.
18 marzo, 2024 00:53Anochecido ya. Rugido. El león y la leona se ven de lejos y no pueden tocarse mientras que el guarda pasa. Mira las flores el guarda; piensa el guarda; tiene ganas de orinar el guarda detrás de un árbol pero la gente aún mira al león, a la leona que se miran. Un surtidor encima del estanque sucio donde chapotea el gordo, redondo, tal vez hipopótamo. “¿Qué se sabe de la muerte?” dice el soldado al oído de la niñera.
Saben los niños dónde están las ramas que se rompen y suben siempre por las que no se rompen hasta arriba. Ríen los niños mientras suben por un agujero grande por donde bajan, mientras suben y se hunden en lo oscuro donde todavía están la criada y el soldado y el guarda con una carabina roja. Niños pequeños sobresaltados exclaman voces que nada significan. Escuchan las flores y aprenden sentados en el granito del peldaño. El guarda, con el pañuelo, toca la frente empapada de agua salada. El guarda que no tiene nada que decir toca la corneta de latón mientras se van sin huir, sino lentos, como por un agujero, los niños que no piensan ya, ríen ya no, tocan ya la mano del niño al niño.
[Luis Martín-Santos, un narrador revolucionario más allá de 'Tiempo de silencio']
Están la criada y el soldado pesados, como pesados o hartos. “¿Qué se dice últimamente de la muerte?” pregunta el soldado y la niñera cree que ha pasado el momento. Suspira y extiende la mano con su meñique donde no lleva jícara de té. Una violeta, un aroma tiene todavía la criada entre los dos senos, con el sudor del verano que ya cae, guardada, y el soldado la quiere aunque tiene el cráneo mondo y piensa, hundido en la masa blanda de la carne de la tarde, en lo que ha sido murmurado, dicho, aprendido de la muerte.
“Hoy no se ha sabido nada” dice el guarda al redondo portero, sólido portero, portero guardián y salvador, con su espada cálida, de las fieras que duermen. El rugido persigue a la criada que se aprieta a un árbol, allá donde el soldado no llega, en lo hondo del hoyo donde los niños la estudian un poco cansados.
“¿No sabéis nada vosotros?” pregunta el soldado a los niños todos con los ojos azules y sucios. “¿No habéis oído decir nada hoy en la mesa?” El niño listo que lo ha oído y que juega a las canicas dice: “Papá ha dicho que hoy tampoco se ha sabido nada, pero que hay alguien que está pensando y que va a decir algo”.
“Calla, niño, calla”, el soldado asustado vuelve a la criada. “¿Es verdad eso? ¿Se va a pensar ya?” “Mi madre dice que será difícil saber nada, que no nos apuremos.” La niña de las trenzas y las braguitas rosas mueve la cabeza: “Tu madre, pobrecilla, es que chochea ya”.
['El júbilo de la casa de fieras', un relato inédito de Luis Martín-Santos]
El rugido del león es escuchado atentamente por las almas que no saben qué dice: “Tal vez diga”.
Llega un hombre asustado, alegre, asustado dice, grita, dice: “Han dicho que sucede poco a poco”. El hombre asustado, alegre tiene una gorra a cuadros, gafas, un periódico. El portero no le cobra la entrada porque llueve.
–¿Has oído? Poco a poco…
–Es horrible… –y se va mirando al niño para verlo bien.