Simone de Beauvoir

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Letras

Simone de Beauvoir, la feminista que escandalizó a Francia con sus ideas sobre el amor libre y el aborto

Dos conferencias en la Fundación Juan March repasan la figura de la pensadora existencialista, marxista y atea que fue vetada por el Vaticano.

9 abril, 2024 02:00

Simone de Beauvoir (1908-1986) fue una mujer tan llena de contradicciones como otra cualquiera. Nacida en una pudiente familia parisina, su padre, Georges de Beauvoir, fue un actor aficionado que trabajó durante un tiempo como abogado y su madre, Françoise Brasseur, ferviente católica, era de comunión diaria. A pesar de las dificultades económicas que acechaban a la familia a causa de las malas decisiones económicas del progenitor, su educación es elitista y muy católica. No tarda en sentirse asfixiada por los códigos morales que se le iban imponiendo y, así, con tan solo 15 años, Beauvoir rechaza firmemente todo aquel mundo y asegura que la fe religiosa la esclaviza.

Después de la Primera Guerra Mundial el negocio presidido por su abuelo materno, el Banco de la Meuse, quiebra y la familia se tiene que trasladar a un nuevo piso, oscuro y sin ascensor. En sus memorias Simone de Beauvoir no solo cuenta cómo vivieron aquella crisis familiar sino también cómo cambian las aspiraciones que su padre tiene para ella y para su hermana Hélène, con quien mantuvo siempre una estrecha relación.

Su brillante mente hace que la joven llegue a la conclusión de que no cree en Dios, lo que le lleva a “romper con la educación de su padre y a un fuerte determinismo dentro de su pensamiento liberal y de izquierdas que la aleja de su familia, de su madre, del círculo al que se supone que pertenece para conocer un nuevo mundo, el mundo de su tiempo”, asegura Máriam Martínez-Bascuñán, profesora de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid, que ha inaugurado la temporada de conferencias de la Fundación Juan March con una doble sesión dedicada a la filósofa existencialista.

Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre en Pekín en el año 1955.

Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre en Pekín en el año 1955.

Los complicados años de la posguerra conducen a una época de ansiedad y de revolucionarios desanimados. En este contexto, Simone de Beauvoir rompe  definitivamente con su familia y en 1929 comienza sus estudios de Filosofía y Letras en la Sorbona de París, donde conoce a una de las figuras capitales del existencialismo y de su vida: Jean-Paul Sartre, su “amor necesario frente a los amores contingentes”.

En sus memorias tituladas La fuerza de las cosas, la pensadora escribe: “No me imaginaba como la compañera de un hombre, seríamos dos compañeros”. Esta sentencia deja claro su posicionamiento y su determinación de ser la dueña de su propia existencia, la necesidad de crear un camino propio y vivir una vida independiente.

[Una vida de libertad, cuatro filósofas contra el totalitarismo]

Terminados los estudios de Filosofía, Sartre y Beauvoir se presentan a las oposiciones para el instituto quedando él en primer lugar y ella en segunda posición. A ella la destinan a Marsella y, ante el distanciamiento físico que va a suponer esto, Sartre le pide matrimonio, pero ella lo rechaza alegando que “el matrimonio multiplica por dos las obligaciones familiares y sociales”.

Marxista y existencialista

Después de Marsella se traslada a dar clases a Ruan y de allí regresa a París, donde imparte clases de Filosofía hasta que en 1943 un escándalo sexual con una alumna del instituto precipita el fin de su carrera como docente, pero no su relación con Sartre (ambos filósofos mantuvieron relaciones colaterales consentidas, ella con el escritor Nelson Algren y el cienasta Claude Lanzmann). Esta piedra en el camino marca, no obstante, el inicio de una nueva etapa en la que Simone de Beauvoir descubre su verdadera vocación: la escritura.

Poco tiempo después publica La invitada, una novela sobre un triángulo amoroso (tal vez basado en su propia historia) que le sirve para reflexionar sobre algunas de las constantes de su pensamiento como la libertad, la acción y la responsabilidad individual.

Claude Lanzmann, Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir

Claude Lanzmann, Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir

El éxito que acompaña a la publicación la anima a dedicarse a la escritura, pero, además, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, la filósofa feminista inicia con determinación su militancia política participando en programas de la Radio Libertaire.

Sus fuertes convicciones le llevan en 1945 a fundar, junto a Jean-Paul Sartre y Maurice Merleau-Ponty, Les Temps Modernes —en alusión a la película de Charles Chaplin—, revista que rápidamente se convierte en el referente del pensamiento francés de la época. En cuanto a su propia obra, son los años de títulos como Todos los hombres son mortales, de 1946, Para una moral de la ambigüedad, de 1947, y América al día, de 1948.

Simone de Beauvoir, defensora declarada del pensamiento marxista, existencialista y atea convencida, rechaza de facto la religión. “El auge del existencialismo francés llegó durante la ocupación y después de la guerra. Lo que se les ha criticado a estos pensadores es cómo hicieron compatible el individualismo con su simpatía por los comunistas”, recuerda Martínez-Bascuñán.

En este contexto, Simone de Beauvoir, que firma su compromiso con el socialismo, viaja por China, la Unión Soviética y Cuba, donde conoce a las figuras principales vinculadas al comunismo como Castro, el Che Guevara o Mao Zedong. “A estos intelectuales se les ha criticado los esfuerzos por unirse a las masas. El existencialismo es individualista pero desea el compañerismo y busca un mundo social y un sistema de valores que permita hacer juicios y adoptar decisiones sociales relevantes, y ellos lo encuentran en una experiencia vivida que puede generalizarse”, destaca la profesora.

'El segundo sexo': una bomba en la Francia del 'baby boom'

Durante toda su vida Beauvoir mantiene un gran compromiso con el socialismo y con el feminismo. Un día, leyendo las noticias descubre que el aborto es ilegal, lo que le lleva a afirmar: “lo que ocurre en mi cuerpo solo me incumbe a mí y ningún argumento me hará ceder”. Después de tres novelas y varios ensayos de éxito, 1949 se convierte en el año clave de la pensadora con la publicación de El segundo sexo, un extenso ensayo y un manifiesto feminista que “70 años después sigue estando de plena actualidad”.

En sus más de 900 páginas, escritas con belleza pero también con densidad, Simone de Beauvoir “asegura que las mujeres han sido objeto de represión constante, han sido históricamente explotadas y oprimidas”. Sus pensamientos, alejados de la corriente de pensamiento dominante de la época, sus ideales de emancipación femenina y el planteamiento de temas como la primera regla, la prostitución, el aborto, la igualdad, el matrimonio y el divorcio o el parto sin dolor hacen que su obra cumbre sea incluida en la lista de libros prohibidos del Vaticano “por defender el amor libre y estar en contra del matrimonio”.

No hay que olvidar que en estos años en Francia se está llevando a cabo una política natalista “destinada a repoblar un país maltrecho por la guerra”, recuerda Martínez-Bascuñán. De modo que en el contexto del baby boom francés, El segundo sexo se convierte en un escándalo, pero también en un éxito incontestable. Paris Match le dedica un extenso artículo que titula: “Una mujer llama a las mujeres a la libertad”.

Si bien el libro se convierte en un éxito de ventas (22.000 copias en la primera semana), los artículos que Simone de Beauvoir escribe sobre la maternidad y el lesbianismo en Les Temps Modernes “desatan una campaña de odio en su contra y el libro es retirado de muchos puntos de venta, es prohibido en la URSS y en Portugal. La editorial Gallimard se plantea incluso querellarse contra ella y recibe violentos insultos como “insatisfecha, frígida, lesbiana, ninfómana, cien veces abortada o madre clandestina”.

En sus páginas, Beauvoir se plantea varias cuestiones que siguen de actualidad pero Máriam Martínez-Bascuñán pone sobre la mesa la pregunta sobre su origen. “Su intención no era publicar un artículo provocativo o una tesis feminista, si no que parte de la idea existencialista de escribir sobre ella misma”, recuerda. En este sentido, la propia autora dijo: “Queriendo hablar de mí me di cuenta de que tenía que describir la condición femenina”.

El punto de partida fue una pregunta que la pensadora se hizo a sí misma y que trasladó también a Sartre: ¿qué significa el hecho de ser mujer? En el contexto descrito, se convierte en una pregunta revolucionaria en una época en la que los hombres dictan cómo estas deben comportarse. Planteándose a sí misma por qué la mujer es siempre la otra, por qué es diferente al hombre o de dónde procede esa calificación, la autora “abandona la idea de escribir un libro confesión para dedicarse al estudio de la condición femenina”. 

Su influencia en el feminismo

El feminismo de Simone de Beauvoir, también con sus contradicciones, ha servido como punto de partida para muchas teorías feministas que llegaron después. Para Martínez-Bascuñán, “entre las teóricas feministas actuales se sigue haciendo exégesis de este ensayo, sin duda el más importante del siglo XX”. En su opinión, “todo lo que se ha escrito después en el campo de la teoría feminista ha tenido que contar con esta obra, bien para continuarla o bien para criticarla. Para bien o para mal el feminismo posterior, incluso el que llega con la filosofía queer y con Judith Butler, es una respuesta a los planteamientos de Beauvoir”.

La filósofa existencialista siempre creyó que el género es algo accidental y que en algún momento se superararían las diferencias entre hombres y mujeres. El feminismo de la diferencia, por su parte, dice que “no hay que emanciparse de la feminidad como recomienda Beauvoir, sino que de la propia experiencia corporal femenina se pueden extraer valores sociales que podrían extrapolarse al resto de la sociedad”.

Precisamente de esta creencia surge la ética del cuidado o el ecofeminismo, término acuñado por la pensadora Françoise d'Eaubonne en 1974, de quien Beauvoir opinó: “Por fin una mujer que me entiende, me siento vengada”.

Otra contestación es el feminismo queer “que dice que no hay nada anterior a la cultura y es una quimera pensar que el género es accidental a la historia”, recuerda la profesora. En cualquier caso, continúa, el feminismo humanista domina gran parte de los siglos XIX y XX y ensayos como los de Mary Wollstonecraft y John Stuart Mill o los ideales de las sufragistas británicas y estadounidenses “muestran las líneas maestras del feminismo humanista, heredero de la ilustración, en el que se circunscribe Simone de Beauvoir”.

Si bien la filósofa francesa se ha convertido ya en un clásico, continúa escribiendo y deja títulos como Los mandarines (1954), que recibe el Premio Goncourt, La vejez (1970) o La ceremonia del adiós (1980), escrito con motivo de la muerte ese mismo año de Sartre, y en 1971 firma el Manifiesto de las 343, un texto publicado en Le Nouvel Observateur que exige el derecho al aborto. Con todas sus contradicciones y ambivalencias, a Simone de Beauvoir le debemos una frase que aún hoy tiene plena vigencia: “No se nace mujer, se llega a serlo”.