María Belmonte. Foto: Noemí Elías

María Belmonte. Foto: Noemí Elías

Letras

'El murmullo del agua': un deleitoso tratado hídrico, hidrológico e hidráulico de espíritu trotamundos

María Belmonte considera el culto al líquido elemento en la antigua Grecia, en la antigua Roma, en la Italia renacentista y en la barroca.

29 mayo, 2024 02:04

Cuando, entre nosotros, alguien pretende recomendar un ensayo, suele decir que se lee “como una novela”. Lo cual no sólo adolece, seguramente, de injusticia (implícitamente, este uso da a entender que las narraciones fabuladas reportan más felicidades, de media), sino también de falta de rigor, pues los ensayos, cuando atrapan, lo hacen de una manera muy otra. ¿Un ejemplo? El murmullo del agua. Fuentes, jardines y divinidades acuáticas, de María Belmonte (Bilbao, 1953).

Portada de 'El murmullo del agua'

Portada de 'El murmullo del agua'

El murmullo del agua. Fuentes, jardines y divinidades acuaticas

María Belmonte

Acantilado, 2024. 208 páginas. 18 €

La autora de Peregrinos de la belleza o En tierra de Dioniso ha escrito otro título sobre viajes y humanismo. Este nuevo libro aparece después de un tratado de asunto afín, Piscinosofía (Libros del K.O), de Anabel Vázquez, y de una nutrida serie de escritos sobre lugares (jardines, en particular) que ha ido saliendo en los últimos años.

Inscrita en esta corriente (¡nunca mejor dicho!), El murmullo del agua, tratado hídrico, hidrológico e hidráulico de espíritu trotamundos considera el culto al líquido elemento en la antigua Grecia, en la antigua Roma, en la Italia renacentista y en la barroca.

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¿Por qué termina en el siglo XVII y no después? Pienso que esto obedece más a la idiosincrasia de Belmonte que a una cuestión de tesis: he echado de menos que esta vagabunda paganizante no escribiera más páginas donde prodigar nuevas informaciones.

Las entrañables memorias desordenadas de Belmonte se enhebran aquí con cortas biografías de sus griegos e italianos, en los cuatro bloques históricos señalados.

Algunas de las mejores páginas están en el capítulo 1, en el que se diserta más en, digamos, abstracto, “Elogio de las fuentes. El mundo subterráneo”, así como en “Epílogo. En la fuente del bosque”, en torno al misterioso lago de Nemi, cercano a Roma, donde, según el antropólogo James Frazer, estaba la célebre “rama dorada” de un culto. El murmullo del agua pendula entre la mitología y la historia del arte. No queda siempre claro si Belmonte lo escribió para visitar unos rincones, o viceversa.

El capítulo 2, “Aguas clásicas”, versa sobre el culto del agua entre los antiguos y las redes hidráulicas de la sofisticada ciudad de Roma. El capítulo 3, sobre “Aguas renacentistas”, dilucida lo fundamental del redescubrimiento de Platón gracias al humanismo italiano de los siglos XV y XVI y, sobre todo, versa sobre las fuentes y lujosos jardines de la Toscana, Roma o de la región de Como. Aquí es preciso tomar buena nota, para futuros viajes italianos: anótense Aldobrandini, Villa de Este y Castello.

El capítulo 4 aborda, nuevamente, la figura de la fuente, aunque sin jardín. Esta sección versa sobre la Roma de los papas de la Contrarreforma, tiempo convulso que Belmonte juzga como un retroceso histórico en comparación con los tiempos de Botticelli y Pico della Mirandola. Este apartado urbano tiene como uno de sus protagonistas a Bernini.

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Visto en conjunto, pasamos del agua-naturaleza al agua-civilización. La marcha de este andariego volumen comienza en el agua primordial de un verso del griego Píndaro, y termina con las aguas domesticadas del gran escultor del barroco, en plazas capitalinas.

El murmullo del agua, antología de conducciones, reverberaciones, murmullos y flujos, sin grandes ambiciones, provoca un deleitoso pathos ensayístico. Tras leer sus tranquilas páginas memorialistas y, merced al vínculo que se establece con el autor de un libro cordial como este, me siento un poco amiguete suyo. ¿Cómo no recomendarlo?