Jean-Baptiste Andrea. Foto: Celine Nieszawer / Leextra / L'Iconoclaste

Jean-Baptiste Andrea. Foto: Celine Nieszawer / Leextra / L'Iconoclaste

Letras

'Cuidar de ella', una historia al estilo Dickens en la Italia fascista

Jean-Baptiste Andrea, cineasta y guionista, obtuvo el Premio Goncourt 2023 con una novela repleta de guiños a las grandes obras clásicas. 

12 junio, 2024 02:24

En las primeras páginas de la novela de Jean-Baptiste Andrea (Saint-Germain-en-Laye, 1971), el narrador afirma: “Mi madre se enteró de que estaba embarazada cuando sintió que me sobresaltaba con el golpe de un cincel…Será escultor, anunció”. El padre, artesano escultor, pensaba que si no eras Miguel Ángel, más valía ahorrarte una vida dura.

Cuidar de ella

Jean-Baptiste Andrea

Traducción de Dolores Torres París. AdN, 2024. 451 pp. 22,95€

La madre zanjó el asunto y el protagonista confiesa: “Me llamo Michelangelo Vitaliani”. Este protagonista pronto va a perder a su padre y su madre le mandará de Francia a Italia, el origen familiar, como aprendiz con un supuesto tío Alberto, imaginero de poca monta, violento, borracho y abusador. Desde el insignificante taller en los suburbios de Turín, empezará la vida de Michelangelo Vitaliani, a quien todo el mundo llama Mimo.

Este héroe huérfano y pobre que padece de enanismo, pronto conocerá la dureza de la vida y se abrirá camino con fiereza y su talento para la escultura. Un sucesor de Oliver Twist, de Dickens, que relata su larga odisea de la infancia a la madurez, con azares que le llevaran a transgredir la rigidez de las clases sociales de inicios del siglo XX.

Pero la novela se abre en un monasterio, en 1986. Un narrador omnisciente nos introduce en un misterio, clave en la trama. Un hombre moribundo, rodeado de monjes, pasa sus últimas horas en la abadía donde lleva refugiado muchos años. No lejos de su celda está ella, la Pietá Vitaliani, la obra secreta oculta allí desde 1951, la gran obra de Mimo Vitaliani, tan hermética y abrasadora que algunos estudios hablan de intervención demoníaca, por los efectos que produce en quienes la admiran.

Naturalmente, el moribundo es el escultor Vitaliani, al final de su vida, en un desnudamiento de su alma. Una novela cruce entre un peculiar Oliver Twist a la italiana, y La obra maestra desconocida, de Balzac, en sus reflexiones sobre el arte y la creación de una estatua, esta Pietá de Vitaliani, rodeada de secretismo, hechizos y conjeturas místicas.

El Goncourt ha premiado una obra brillante y tradicional, pero subyugante de principio a fin

Andrea, cineasta y guionista, ganador del Goncourt 2023, ha escrito una historia de imaginación novelesca, con guiños a las grandes obras clásicas. La amistad del escultor adolescente con la joven Viola, hija menor del marqués de Orsini, sirve para ampliar el fresco de una Italia en medio de transformaciones, con el auge del fascismo, la connivencia entre la aristocracia, los políticos y el clero, los cambios arquitectónicos del grandioso país que quiere Mussolini, lleno de grandes columnatas y esculturas ornamentales.

Viola, lejos del mundillo de los nobles, es una gran lectora, quiere inventar unas alas para el vuelo humano, visita el cementerio para hablar con los muertos y sobre ella corren rumores de brujería. Será Viola la que le preste libros a Mimo, la que le haga conocer la cultura a fondo. Se amarán como amigos, los azares de la vida los van a separar y a unir muchas veces, gemelos cósmicos, serán la pareja más pintoresca de esta historia. La bella Viola Orsini y el aprendiz de artista enano, que ha pasado por todos los lugares del hampa y de la marginación hasta convertirse en un famoso y adinerado escultor.

Cada uno a su manera, magnífico y también outsider, los dos críticos con el sistema y a veces vendidos al poder para sobrevivir; lo fascinante de su relación es que es un amor imposible que no pretende ser posible. La amistad en su grado más alto. La pasión transfigurada en arte. El resto de los comparsas de esta historia componen un teatrillo donde hay locura, ambición, violencia, envidia y horror. En esta ocasión el Goncourt ha premiado, no tanto la audacia o radicalidad creativa, sino una obra brillante más tradicional, pero subyugante de principio a fin.