Antonio G. Maldonado celebra la sorpresa de existir y busca una luz que ilumine el mundo en su nuevo libro
Más lejos del tratado científico que del diario, tiene la cortesía de no verter dictámenes, sino formular preguntas siempre pertinentes.
22 julio, 2024 01:30Antonio G. Maldonado (Málaga, 1983) no comprende cómo hemos normalizado el incomparable hito de habitar el universo. Movido por el asombro de existir, necesita dar sentido a la complejidad que presenta el binomio espacio-tiempo en el que transcurren nuestras vidas.
Más lejos del tratado científico que del cuaderno de campo, este breve libro, cuyas virtudes arraigan en la brillante capacidad de condensación y la cortesía de no verter dictámenes, sino formular preguntas siempre pertinentes, entrelaza apuntes biográficos y constantes referencias. La montaña mágica de Thomas Mann, que enfrenta el discurso científico con el escepticismo reaccionario, atraviesa un relato en el que se impone la esperanza.
Bien es cierto que Maldonado alude a unos tiempos inciertos marcados "por la especulación y la duda"; lo mismo que se hace cargo de una sociedad cansada en la que, además, todo esfuerzo resulta inútil. Pero se niega a creer que una luz no se cuele, en cualquier momento, por una de las grietas de nuestro anquilosado pensamiento.
Confiesa su entusiasmo por noticias que anuncian avances para el tratamiento de enfermedades, pero también por aquellas vinculadas al cosmos: por ejemplo, un "planeta imposible" en el que hay lluvias y tormentas de titanio.
La literatura es el puente por el que habitualmente cruza desde la realidad hasta los confines del cosmos, del que apenas nada intuimos. Aunque el camino de ida y vuelta que más le interesa es el que nos conecta con el pasado a través de las ruinas. Siguiendo a Agustín Fernández Mallo, no duda de que "la tradición y el sentido histórico se construyen sobre los restos y los detritos de las generaciones pasadas, de lo que alguien una vez consideró basura".
En ese ir y venir se ha gestado este ensayo resplandeciente, que, además del delicioso relato que data su estancia en Arlés, nos deja racimos de optimismo como este: "Es en la permanencia ante el abismo donde todas las posibilidades están abiertas". Nada es imposible.