Andrés Trapiello exprime el Madrid de la posguerra en su nueva novela: del Pasapoga al calabozo de la DGS
- El escritor incorpora a 'Me piden que regrese' algunos de los ingredientes marca de la casa: las referencias literarias, la ironía y un buen sentido del humor.
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Andrés Trapiello (Manzaneda de Torío, León, 1953) es uno de los autores más reconocidos de nuestro país y también uno de los más prolíficos. Ha publicado libros de poesía (con Acaso una verdad consiguió el Premio Nacional de la Crítica 1993); ensayos de diferentes temáticas como Las armas y las letras (1994), Madrid (2020) o Un poco de compañía (2019) –en la serie "Baroja y yo"–; los –hasta ahora– veinticuatro volúmenes de esa magna obra que es el Salón de pasos perdidos, elogiada por lectores y crítica; así como narraciones memorables, entre ellas Los amigos del crimen perfecto (2003) –Premio Nadal de ese año–, Al morir don Quijote (2004) –Premio José Manuel Lara– o Ayer no más (2012), por citar solo algunas.
En Me piden que regrese, la novela que acaba de publicar, incorpora algunos de sus ingredientes fetiche: Madrid, lo barojiano (en fondo y forma), las referencias literarias, la ironía y un buen sentido del humor que es marca de la casa.
Corre el año 1945 y los servicios secretos norteamericanos solicitan a Benjamin Smith que regrese a Madrid para realizar una misión vinculada con un dirigente del régimen franquista. Cuando llega a la capital, Smith se encuentra con una ciudad que lo deslumbra. Anclada en lo más duro de la Posguerra Civil y viviendo los últimos coletazos de la Segunda Guerra Mundial, en ese "rompeolas de todas las Españas" (Antonio Machado dixit) el estadounidense disfrutará de una urbe en continuo movimiento, ruidosa y habitada por individuos dispares, que la convierten en un personaje más de la trama.
Por allí pululan los vencedores y los vencidos, los pobres de solemnidad y los muy ricos, los trabajadores y los aristócratas, los que viven del estraperlo y los que se alojan en el Palace o alternan en Pasapoga... Todos conforman el gran torbellino del mundo y algunos coincidirán en la Dirección General de Seguridad –con sede en la Puerta del Sol–, un lugar regentado por policías tan torpes como pundonorosos que en ocasiones trabajan para poderes ocultos emanados de los servicios diplomáticos.
Trapiello ha escrito una novela excelentemente documentada sobre Madrid y sobre la realidad social de los años cuarenta en nuestro país, con detalles concretos que ilustran el día a día de diferentes individuos y sus formas de vida. Dominan las escenas costumbristas de los bajos fondos de la villa –muy barojianas– que dialogan con las que se desarrollan en grandes salones aristocráticos o en fincas extremeñas frecuentadas por el Generalísimo. Los mismos nombres de los personajes lo atestiguan y frente a los Chito, Remi, Fito, Güito o Tina, el narrador también incluye los Marichu, Sol, Milou o Lisbeth.
Trapiello ha escrito una novela excelentemente documentada sobre Madrid y sobre la realidad social de los años 40
La obra, que por momentos se asemeja a una comedia de enredo, a menudo adopta la forma de una parodia. Así sucede, por ejemplo, en los pasajes de la detención de Cortés-Smith o durante los interrogatorios en los calabozos y, sobre todo, en la larga secuencia de la montería (muy divertida, como otros muchos episodios de la novela), en la que se ridiculiza a las altas clases sociales, a la policía y al mismísimo dictador, un hombre de pies pequeños, voz atiplada y esquivo en el trato social.
A ello se añade una historia romántica que sosiega la trama y la endulza, diversas aventuras que la activan y la aceleran, y un personaje principal (Cortés-Smith) que el escritor identifica de forma consciente con el prototipo de hombre de acción de don Pío. Y ahí reside otra (una más) de las virtudes de Me piden que regrese: en su filiación con la obra barojiana, su juego final y su consecuente homenaje al autor de La busca.