
Mar García Puig. Foto: Pau Venteo
El libro "gótico y feminista" de Mar García Puig, escritora y exdiputada: "La literatura puede ser devastadora"
La autora y exparlamentaria de En Comú Podem publica 'Esta cosa de tinieblas' dos años después de su celebrada novela 'La historia de los vertebrados'.
Más información: Juan Gabriel Vásquez desentraña el enigma de la artista que "murió de tristeza" cenando con García Márquez
El 20 de diciembre de 2015 la filóloga y editora Mar García Puig (Barcelona, 1977) se convertía casi al mismo tiempo en madre de gemelos y en diputada. La crisis de ansiedad y obsesión que sufrió entonces fue el origen de su celebrada primera novela, La historia de los vertebrados (2023). Ahora, dos años después, publica Esta cosa de tinieblas (Debate/La Magrana), "un cuento sobre cómo el lenguaje y la literatura sostienen la vida y la esperanza".
Mar García Puig recurre de nuevo en este libro "a la novelización de mi propia historia junto al ensayo que bucea en el arte o la filosofía para mostrar cómo hablamos con metáforas casi sin darnos cuenta, y hasta qué punto la literatura se filtra en nuestra vida cotidiana. Y cómo eso a veces puede ser devastador, pero otras, prometedor".
Afirma además que eso es muy claro en el caso de las mujeres, "que hemos sido siempre carne de metáfora. Con ellas han tratado de subyugarnos, pero nosotras también hemos sabido usarlas para construir mundos propios liberadores". Por eso, subraya, "en un mundo que nos impone la pureza y la luz, he querido escribir un texto gótico y feminista que muestre a través de mi experiencia, con temas como la violencia, la locura o el amor, que hay otros lugares desde los que afirmarse, y que la metáfora de las tinieblas ha sido, para mí y para muchas mujeres, consuelo".
Pregunta. ¿Es fácil hacerle trampas a la vida a través de la literatura?
Respuesta. Pienso que mucha gente vive de una forma literaria, yo sin duda. Y eso a veces te permite trampear situaciones complicadas y malestares, porque siempre hay un relato, un poema, que le da un sentido, una especie de trascendencia a tus vivencias. También te ayuda a encontrar esa metáfora que te permite explicarte a ti misma tus sentimientos y quizás sus causas. Pero la literatura puede ser devastadora. Me resisto a pensar en ella como una forma de autoayuda, como una cosa unidireccional tanto en lo político como en lo psicológico.
»Si así fuera, deberíamos renegar de casi toda la historia literaria, por machista, por ejemplo. Yo, que estudié Filología inglesa y leí a Shakespeare de muy joven, sufrí a veces leyéndolo por ese retrato misógino que hay en sus obras. Pero me niego a renunciar a Shakespeare. Cada cierto tiempo lo releo y me destroza tanto como me da vida. Pienso que debemos huir de la búsqueda de la pureza en la literatura. Sólo así puede convertirse en algo significativo en nuestras vidas.
P. ¿Cuándo y cómo descubrió que vive entre metáforas, que las metáforas son una forma de vivir?
R. Creo que, de alguna forma, todos lo sabemos. En el libro doy un dato: pronunciamos una metáfora, como mínimo, cada veinticinco palabras. O sea, unas seis metáforas por minuto. Para mí, que soy lingüista de formación, hay un libro que fue fundamental, Metáforas de la vida cotidiana, escrito por un lingüista y un filósofo, Georges Lakoff y Mark Johnson, en 1980.
»El título original refleja mejor su tesis: Metaphors we live by, que sería algo así como Metáforas a través de las cuales vivimos. Es una lectura apasionante, y de la que hablo en el libro. Con ejemplos muy concretos, que usamos en nuestro día a día, muestran como las metáforas dan forma a nuestras vivencias: en el amor, en la política...

P. ¿Con qué consecuencias?
R. Lakoff tiene una frase devastadora: "Las metáforas pueden matar". La escribió en un artículo en el que mostraba cómo el lenguaje metafórico usado por la administración Bush justificaba la violación de los derechos humanos en la guerra de Iraq. En los últimos meses hemos visto como algunos dirigentes israelíes han usado un lenguaje metafórico para deshumanizar a los palestinos.
»Yo estaba investigando para este libro, leyendo mucha bibliografía acerca de la metáfora, y no podía dejar de asombrarme y tomar notas ante algunas declaraciones: los palestinos son ratas o cucarachas. Parece imposible al principio, pero quien escucha este tipo de lenguaje constantemente puede acabar interiorizándolo. La historia de los genocidios es también la historia de cómo se ha creado un lenguaje propio, lleno de metáforas que han ido pasando al lenguaje común, para justificarlos.
»Eso en el machismo es clarísimo. A las mujeres históricamente se nos ha animalizado, y ahí hay un refranero extensísimo que lo muestra y que hasta que el feminismo no puso una luz crítica en ello aceptábamos sin demasiada reflexión. Para Shakespeare éramos gusanos insolentes. Las metáforas tienen un efecto potentísimo, porque no solo cambian cómo te ven desde fuera, y legitiman ciertas actitudes, sino que pueden llegar a cambiar cómo te ves tú misma y legitimar una especie de pulsión de autodestrucción.
P. También afirma que las metáforas a través de las que vivimos son persistentes. ¿Cuáles son las suyas?
R. En el libro hablo mucho de las tinieblas, de la oscuridad como espacio metafórico en el que de algún modo he podido ser yo misma. A las mujeres, desde pequeñas, se nos impone la búsqueda de la racionalidad, la perfección, la pureza y la coherencia. Antes de formas más evidentes, ahora más sutiles, que de alguna forma vamos interiorizando y acabamos siendo nosotras mismas también quienes nos las imponemos. Para mí en ese sentido la literatura fue liberadora.
"La poesía de Emily Dickinson me cambió la vida con su reivindicación de la locura"
»Por ejemplo, en el libro cuento cómo la poesía de Emily Dickinson me cambió la vida, porque en ella hay una reivindicación de la oscuridad y la noche, de la locura, como espacios metafóricos. Cuando sucumbí a la ansiedad y me alejé ya de forma innegable de ese ideal de racionalidad y luz, esos lugares, que Dickinson puebla de arañas y murciélagos, se convirtieron en una especie de hogar para mí.
»Me apasionan las metáforas sobre las relaciones amorosas. Todos queremos relaciones sanas, claro, pero también que se enamoren locamente de nosotras. Esta cosa de tinieblas es también un alegato en favor de abrazar la contradicción, en la literatura pero también en la vida.
P. ¿Realmente "andamos sobre poesía fósil mientras construimos el futuro"?
R. Hay una metáfora atribuida a Newton que ha pasado a ser una de esas citas tan socorridas. En una carta al científico Robert Hooke le dijo: "Si he llegado a ver más lejos, fue encaramándome a hombros de gigantes", refiriéndose a Hooke y sus predecesores. Esta frase dicen ahora algunos historiadores de la ciencia que contenía una buena dosis de ironía, ya que parece que el aprecio de Newton hacia Hooke no era tal. Y la verdad es que así me gusta más. Porque efectivamente somos fruto de lo que amamos y abrazamos y también de lo que no.
»Creo que yo no sería quien soy sin todas esas metáforas machistas que de algún modo he interiorizado. Para lo bueno y para lo malo. La poesía fósil, igual que esos hombros de gigantes, es ambivalente, y tampoco debemos idealizarla.
"Todos queremos relaciones sanas, claro, pero también que se enamoren locamente de nosotras"
P. En el libro habla del sexismo en la historia de la literatura. ¿Permanece en nuestros días, más o menos disfrazado?
R. Pienso que el sexismo está en la literatura como está en toda la sociedad. Sí es cierto que en el ámbito literario hemos avanzado mucho, y siempre que esto sucede, hay una reacción. Algunas veces, como dices, más disfrazada, porque el sexismo explícito es hoy más difícil de sostener. Además de las cosas más cuantificables, como que las mujeres escritoras sigan sufriendo más precariedad o falta de tiempo, hay pequeños gestos, pequeñas opiniones que se van dejando caer y que pueden llegar a calar.
»Yo misma he escuchado cómo se dice a menudo que ahora se premian a más mujeres que hombres, solo por el hecho de ser mujeres y no por su calidad. Si miramos los datos, esto no es así, pero da miedo que pueda llegar a condicionar a los jurados. También me preocupa cómo se pone en duda la literatura escrita en primera persona ahora que somos las mujeres quienes de alguna manera estamos abanderándola. Cuando lo hacían grandes nombres masculinos no había tanto problema.
»Y cómo se analiza los temas que queremos tratar, si son femeninos porque son femeninos, si no lo son, porque no lo son, etc. Parece que hagamos lo que hagamos siempre hay una lupa muchísimo más estricta en nosotras.

Mar García Puig. Foto: Pau Venteo
P. Hablando de la crítica, ¿por qué algunos críticos cuestionan las obras de autoficción?
R. Ahora que doy charlas y cursos de escritura siempre les recomiendo a mis alumnas que lean el discurso que dio Annie Ernaux en la aceptación del Nobel. De alguna forma dice que la historia de la literatura es también la historia de ganarse el derecho a hablar desde la primera persona. Primero fueron los nobles, luego los burgueses, luego los hombres de cualquier estrato social y parece, generalizando, que a las mujeres nos ha tocado las últimas. Y cuando lo hemos hecho de forma masiva, tocando cualquier tema, han saltado todas las alarmas.
»A mí la maternidad me parece un gran tema literario, porque es un momento que tiene algo de épico, por la vulnerabilidad, las contradicciones, la emocionalidad desatada. Y estoy harta de leer que hay demasiados libros sobre la maternidad. ¿Hay demasiados libros sobre el amor, la amistad o la muerte? No, ¿verdad? ¿Por qué sí sobre la maternidad?
P. También habla del cuerpo, cada vez más presente en la literatura: ¿Cuándo dejó de sentirse como en casa en su propio cuerpo?
R. Creo que si me acerqué a la literatura fue precisamente por eso. De algún modo quería huir de mi cuerpo, como tantas mujeres, y pensaba que en los otros mundos que me proporcionaban los libros, y que en algo tan mental como el lenguaje verbal, podría hacerlo. Luego descubres que no es así, que el lenguaje verbal y la literatura de algún modo se encarnaran en nosotros, que también lo vivimos con el cuerpo.
»Yo eso lo descubrí sobre todo escribiendo La historia de los vertebrados. Quería escribir algo muy abstracto y cerebral, pero lo corporal me perseguía. Y lo he vuelto a comprobar con Esta cosa de tinieblas. No podemos huir de nuestro propio cuerpo, por mucho que nos pese.
P. ¿Siente nostalgia de sus años en la política activa?
R. Me gusta la política, pero no siento nostalgia. De hecho, aún me cuesta ver a veces las imágenes del hemiciclo en televisión. Mi etapa como diputada por En Comú Podem fue una época de mucha soledad para mí, aunque estoy feliz de haberla vivido y de haber contribuido a mi manera. Pero me reafirmo en algo que pensaba ya cuando entré en el Congreso: la política activa no puede ser una carrera a largo plazo, no es bueno ni para uno mismo ni para la gente a la que representas.
P. Pero ¿qué fue lo que más la desengañó?
R. La dificultad para cambiar el funcionamiento de la política de partidos y las instituciones. En general la política sigue estando en manos de unos pocos privilegiados. Hemos conseguido una paridad representativa de mujeres, pero eso no ha hecho que deje de haber sexismo en el Congreso. Ni sexismo ni clasismo, ni racismo. Los partidos y el Congreso siguen siendo espacios tremendamente cerrados.
P. ¿No le gustaría combatir la precariedad, por ejemplo, desde ese hemiciclo que describe como un "bailódromo"?
R. Creo que desde la cultura se puede también combatir la precariedad. De hecho, me interesa mucho el tema de la precariedad en el sector cultural, y tengo varios proyectos al respecto. Un sector cultural más rico, sin tantos condicionantes de clase, redundaría en una sociedad más rica también y menos precaria.
P. ¿Le preocupa la libertad de expresión?
R. La libertad de expresión y la censura me preocupan, y más con el auge de la extrema derecha que estamos viviendo. Pero también me preocupa que entendamos la censura de una forma demasiado literal, sin atender a todos esos condicionantes que silencian, como el sexismo. En general creo que tenemos que complejizar la forma en la que entendemos la libertad de expresión.
P. ¿Teme las consecuencias que pueda tener el segundo mandato de Trump?
R. Sí. Pero si yo tengo miedo, desde aquí y desde mi posición, ni imagino el terror de los que están siendo atacados directamente por sus políticas. Precisamente Trump es un experto en caricaturizar, retorcer el lenguaje sin el menor grado de empatía. Por temas personales, pienso mucho en las personas trans, en cómo las degrada verbal y materialmente.
"Al orgullo charnego no le veo ese punto anticatalán que algunos le achacan"
P. ¿Qué opina de la actual exaltación del "orgullo charnego" tras el fracaso del procés?
R. Creo que es algo que sigue latente en la sociedad catalana y me parece bien que se hable de ello. Mi padre vino de Soria de niño por necesidades económicas, y aunque mi familia materna es de origen catalán, yo recibí el calificativo de charnega en ocasiones y entiendo los sentimientos de los que habla el orgullo charnego.
»Es cierto que las nuevas generaciones están lejos de estas dicotomías, pero para algunos forma parte de nuestra biografía. No entiendo por qué resulta tan polémico para algunos. En el fondo es un discurso que se cruza con temas de clase, y yo no le veo en absoluto ese punto esencialista ni anticatalán que algunos le achacan. Otra cosa es que se use para hacer anticatalanismo por un sector concreto, que también, pero eso no deslegitima los sentimientos de mucha gente.
P. Por cierto, ¿le gustó el discurso de Eduard Sola en los Gaudí?
R. Sí. Además, estaba contextualizado en el sector cultural, donde las personas que provienen de familias de clase trabajadora lo han tenido y lo siguen teniendo mucho más difícil. Y las llamadas familias charnegas se ubicaban en ese sector. Creo que fue un discurso impecable, conciliador, y que apuntaba además a problemáticas no resueltas en la sociedad catalana, como la xenofobia, como podemos ver con el auge de la ultraderecha independentista. Ahora las víctimas de la xenofobia son otras, los que vienen a corromper la catalanidad y viven en los barrios olvidados tienen otros orígenes.
P. ¿Y qué le parece el éxito de El 47?
R. La película El 47 y lo que apunta Sola en su discurso siguen siendo válidos, aunque las circunstancias sociales de los objetivos de la xenofobia hayan cambiado.