La Razón Fronteriza
Eugenio Trías
7 febrero, 1999 01:00Para Trías "porque hay límite hay razón". Esta razón fronteriza abre límites, pero no los trasciende ni los anula. Al contrario, todo este libro de Trías y el conjunto de su proyecto filosófico se puede resumir así: los giros reflexivos del ser del límite
Eugenio Trías es uno de los pocos que tienen voz propia en el panorama filosófico español. Es capaz de conjugar la profundidad de los análisis filosóficos sobre los temas más abstractos en los libros con la atención puntual a los asuntos del presente en los diarios. Para que puedan apreciar la singularidad de su trayectoria les sugiero que comiencen la lectura de este último libro (final de una trilogía) por la cuarta parte. Quizá así no les resulte tan extraño lo que se lee al comienzo: "Vuelvo, una vez más, sobre mis propios pasos". En el epígrafe "Sobre la voluntad de sistema" encontrarán un magnífico comentario al "De nobis ipsis silemus", lema de la modernidad presente al comienzo y final de la misma tanto en Bacon como en Kant. Pero esa recomendación de silencio debe leerse contrastada en el relato cartesiano de una trayectoria metódica ejemplar. También la hay en Trías: su hilo conductor desde Los límites del mundo es la idea de "ser del límite". Idea que, dice irónicamente, en un cruce cartesiano y nietzscheano, le susurró un día un ángel o genio maligno. Guiño literario, nada trivial en quien se define como un "exorcista ilustrado" y propone secularizar la razón convertida ahora en lo sagrado en un mundo secularizado.Trías nos advierte que estamos ante un libro de "filosofía estricta" o, como se decía antes, de filosofía "pura". Significa una voluntad de estilo y, de rechazo, le permite realizar algunas precisiones sobre las condiciones en las que se ha desarrollado. Quizá es demasiado puro y duro con obras suyas anteriores, a las que califica de ensayísticas y de tanteos de la idea central. Pero también se refiere a las condiciones de su trabajo, de auténtico habitante de frontera y de límite por el hecho de ser un filósofo "hispano". Y así observa que su intento no es bien acogido por una generación filosóficamente anoréxica, alimentada con "guisos posmodernos" o que desde los "estertores" de la Escuela de Frankfurt se dedica a la "crítica literaria". Una errata de imprenta se suma con entusiasmo al castigo jibarizando al pobre "Havermas" (sic) que pasaba por allí. Pero la crudeza de la crítica esconde en realidad un conflicto de intereses. Trías quiere situarse más allá de la razón ilustrada y del posmodernismo, de ese pensamiento de "rebajas" y de "enterradores"; pero también de una razón comunicativa, de la filosofía alemana contemporánea, que ha administrado la herencia de la razón ilustrada o de la razón crítica. Porque la razón fronteriza que propone es la continuidad del paradigma crítico de la razón ilustrada pero en diálogo goyesco, de "exorcista ilustrado", (Vértigo y pasión) con sus sombras (La filosofía y su sombra), con la existencia y la religión. Algo inevitable si como dijo ya en otra obra (Los habitantes de la frontera): "la modernidad es, pues, el límite histórico de un mundo que es mi mundo".
Fruto de ese espíritu es un libro concebido como una "crítica de la razón fronteriza". Sólo que en la modernidad el ser fronterizo (excepto en Kante y en Schelling) quiere ser sujeto anulando el límite. Ahora bien, para Trías "porque hay límite hay razón". Esta razón fronteriza abre límites, pero no los trasciende ni los anula. Al contrario, todo este libro de Trías y el conjunto de su proyecto filosófico se puede resumir así: los giros reflexivos del ser del límite. Mientras que en otros libros se trataba de reflexiones filosóficas referidas al resto simbólico que se da en el límite, así el arte (Lógica del límite) o la religión (La edad del espíritu), aquí se nos presenta la trama categorial de la razón fronteriza. La tabla de las categorías constituye un sistema y viene a resultar en su lectura sincrónica y diacrónica un auténtico "ars combinatoria" que configura el "ars magna" de la filosofía del límite, al estilo de su admirado Lulio. Se trata de un verdadero "tratado del método", es decir, de una teoría del conocimiento con pretensiones de verdad.
Esa razón fronteriza al asumir su dato inicial, la existencia, se vuelve receptiva, pasional, es un "empirismo", tal como ya lo definiera en su Tratado de la pasión. El punto de partida es una existencia fronteriza en exilio y éxodo, abismática, de incierto origen, pero de trágicas consecuencias, la finitud y la muerte. Le acecha esa nada que, desde los místicos y el tardoromanticismo, es una nada hambrienta de existencia. Al fin y al cabo sólo reclama lo que es suyo, pues si Dios creó el mundo de la nada, de ella estamos hechos. Quizá en esta evocación de la nada se encuentran algunas de las páginas más brillantes del libro. Pensar es aquí vaciar, e interrogar "alojar ese vacío de la nada", habitar el lugar en el que el tiempo se hace espacial. La arquitectura, la escultura de los habitantes de la frontera, se convierten así en un ejercicio ético. En Trías el saber del límite no es una ciencia sino que recibe el viejo nombre de sabiduría. ésta es una "crítica de la razón fronteriza práctica" con su imperativo categórico: "aprende a ser fronterizo". Es decir, a asumir la condición centáurica, intersticial, de habitantes de la frontera, se convierten así en un ejercicio ético. En Trías el saber del límite no es una ciencia sino que recibe el viejo nombre de sabiduría. Esta es, en definitiva, una "crítica de la razón fronteriza práctica" con su imperativo categórico: "aprende a ser fronterizo". Es decir, a asumir la condición centáurica, intersticial, de habitantes de la frontera, del lugar del límite que es donde está la verdadera tierra, el "humus", lugar matricial de la "humanidad" de los "humildes". Se trata, pues, de un nuevo y modesto humanismo, lejos del hipercriticismo filosófico y del culto al "ego", pero que no se contenta con menos que esto; "importa recuperar el gran estilo filosófico".