Antes de Lucy
Jordi Agusti
6 septiembre, 2000 02:00Minuto más o menos, son apenas diez los que lleva el hombre viviendo sobre la Tierra. Diez minutos, sí, no se escandalice el lector, porque la cuenta está, naturalmente, hecha a escala. En la imagen, restos hallados en Atapuerca
Historias fascinantes las que nos cuentan estos libros, la historia natural del hombre. Se han dado saltos gigantescos: el desembarco en tierra de las plantas marinas para pasar luego a los anfibios y los reptiles; ejemplos que no suceden hasta hace 400 millones de años
Durante este año imaginan los autores que realizan un viaje de exploración y nos cuentan todo lo que en su recorrido van descubriendo, es decir, todo el proceso de la evolución, desde el mundo inorgánico hasta el hombre. Han procurado hacerse presentes en cada momento clave y nos lo describen con toda suerte de pruebas, interpretación de restos encontrados, hipótesis desechadas y puntos aún oscuros; toda una fantástica narración expuesta con tal claridad que puede ser seguida por cualquiera de nosotros. Impresiona el partido que el arqueólogo o el paleontólogo puede sacar de cualquier huella, cual un sagaz detective que reconstruye el hilo de la historia que investiga.
Naturalmente es el hombre el punto al que quieren hacer converger los procesos de la evolución. Por eso, en la segunda mitad del libro han puesto una especie de lente de aumento sobre una parte de la representación anterior para acercarnos y ampliarnos el tramo de los últimos 3.700 años. Si hiciéramos como antes un mapa a esa escala diríamos que, en el nuevo 1 de enero, unos homínidos que caminaban ya como nosotros marcaron en la sabana africana unas huellas no desveladas hasta nuestro 1978, y que tres minutos antes de terminar el 31 de diciembre del año imaginado dejaba el hombre sus primeras huellas sobre la superficie de la Luna. Entre unas y otras pisadas han ido sucediéndose los australopitecos, entre ellos, a mediados de marzo, la famosa Lucy, el Homo habilis a finales de mayo y el Homo erectus dos meses después, el de Neandertal el 21 de diciembre y, ya bien entrada la tarde del 31, todos nosotros, desde Sócrates a Einstein, si queremos presumir. Y para no hacerlo, y retrocediendo en nuestro árbol genealógico, llegaríamos a una pequeña ardilla, el Purgatorius, que hace 70 millones de años pudo ser el mamífero fundador de la línea evolutiva que llevó a los primates y al hombre. Y si nos remontamos todavía más... Nuestro árbol genealógico, dicen los autores, es más bien un arbusto, repleto de ramas encadenadas, cortadas y entrecruzadas.
Muy estrechamente relacionado con estos temas está el contenido del segundo de los libros, Antes de Lucy, que recoge las ponencias y coloquios subsiguientes de un encuentro celebrado en 1996 en Barcelona y en el que participaron los profesores D. Pilbeam, de la Universidad de Harvard; P. Andrews, del Museo de Historia Natural de Londres; R. Martin, de la Universidad de Zörich; J. Sabater, de la de Barcelona, y S. Moyá, M. Kühler y J. Agustí, coordinador de la edición y del encuentro, del Instituto de Paleontología M. Crusafort. Objeto de su estudio ha sido el hasta ahora mal conocido mundo de los antropomorfos del Mioceno, entre 12 y 5 millones de años atrás, "uno de los momentos más interesantes de la historia biológica a la hora de desentrañar las primeras fases de la evolución de los homínidos", puesto que en él aparece un "agujero negro" que nos oculta el origen de nuestros más próximos parientes, los chimpancés y los gorilas, y la comprensión por tanto de cómo irrumpe el primer homínido bípedo que da paso a nuestra posible antepasada Lucy y a toda su descendencia.
Historias fascinantes las que total o parcialmente nos cuentan estos libros, la historia natural del hombre, la que nos ha ido haciendo como somos. Se han dado saltos gigantescos: el desembarco en tierra de las plantas marinas para pasar luego a los anfibios y los reptiles; ejemplos todos estos que no suceden hasta finales de noviembre, hace cuatrocientos millones de años o poco menos. Y así hasta llegar a nosotros y producirse un salto a un nivel que a algunos nos parece ya de otro rango. Y es que yo no sé si, como a aquel hombre que todo lo sabía, de los versos de Bartrina, no nos queda también al final, flotando en nuestro pensamiento, "un algo, un no sé qué".