El periodismo canalla
Tom wolfe
23 mayo, 2001 02:00Este nuevo libro se lee (con su estilo fluido, ágil, literaturizante) como un ataque sin paliativos a la modernidad que el siglo XX supuso y como un canto al esplendor actual de los yanquis
Ningún buen periodismo -ni nuevo ni viejo- debe tener moralina, y Wolfe no la tiene ni la tenía: entraba con furia escrituraria en las contradicciones que veía. Pero antes parecía a favor de lo nuevo, igual que ahora parece en favor de lo "neonuevo" (el término es mío) lo que llama "El Gran Reaprendizaje" y que, en realidad es el meollo de este nuevo libro periodístico de quien, autor ya de novelas, parece verse más como novelista que como periodista, si es que alguna vez encontró frontera entre ambos. Yo leí La hoguera de las vanidades -su primera novela, de1987- y me pareció buena y antigua. Demasiado larga. Ya no leí la segunda, Todo un hombre, de 1998, que (en el artículo que dedica ahora a defenderla, "Mis tres comparsas") asegura que, en Estados Unidos, tuvo más éxito que la anterior.
Lo antedicho no es gratuito para llegar a este nuevo libro de artículos que se lee, ante todo (con su estilo fluido, ágil, literaturizante) como un ataque sin paliativos a la modernidad que el siglo XX supuso (para Wolfe el siglo XX fue un inmenso fracaso) y como un canto al esplendor actual de los yanquis, sólo empañado -según el autor- por el hecho de que algunos de ellos no se lo crean, especialmente los intelectuales europeizantes y afrancesados aún (la intelligentsia) a los que vapulea sin piedad. Léase el artículo "En el país de los marxistas rococó": Tom Wolfe considera a los más "modernos" (dado el éxito universitario de la "deconstrucción" en los Estados Unidos) meros discípulos de Jacques Derrida o de Michel Foucault. Habla de "una tal Susan Sontag". Y se ríe de la célebre feminista Judith Butler a la que no habría importado sustituir el plural women (mujeres), que conlleva la palabra men (hombres), por la homófona e inventada womyn, donde ya no hay hombres... Por J. D. Salinger muestra escaso respeto. Y considera que los tres novelistas famosos que atacaron su novela Todo un hombre, o sea, John Updike, Norman Mailer y John Irving, son ya ruinas literarias y responsables -entre otros- de la decadencia de esa gran novela naturalista que (al decir de Wolfe) encuentra una de sus cimas contemporáneas en Las uvas de la ira, de John Steinbeck, del año 1939.
Uno puede creer -y cree- que la modernidad ha tenido errores y excesos, pero de ahí a reducirla a cero... parece fuertemente reaccionario. Y para un europeo este libro de Wolfe (que habla sin parar de todo lo "nuevo" (Internet, la felicidad de los ricos jovencitos "enrollados", la neurociencia o la abusada sociobiología) es -como lo oficial norteamericano de hoy- modernísimamente reaccionario. De lo que a veces Wolfe (que reclama como modelo novelístico a Zola, diciendo que la novela decae porque no entra en la vita robusta americana) se da cuenta, manteniendo la objetividad, cuando contempla un siglo XXI tranquilo y más parecido a la era victoriana que a la vieja ciencia ficción. Lo predice ya como "el siglo soñoliento o la resaca del siglo XX", y no puede dejar de referirse -pese al Imperio yanqui- al "escepticismo supremo" que, desde la propia ciencia, parece que sobrevolará este primitivismo tecnológico.
Creo que la traducción española no está bien titulada, al referirse a un artículo antiguo de Wolfe (de 1964, el que abrió su fama y estilo) aunque en el libro dominen registros muy diferentes a los que tal título sugiere. En inglés es Hooking Up! (Enganchados, quizá hubiera sido más preciso). Enganchados es como Wolfe nos ve, y no sólo a la red, sino a un bienestar anonadante. ¿Prescindir de la modernidad entonces?