Memoria de un historiador
Gabriel Jackson
18 julio, 2001 02:00¿Por qué una persona decide dedicar su vida profesional a interpretar el pasado? ¿Qué razones le llevan a elegir un tema o especialidad? ¿Hasta qué punto su profesionalidad y honradez le van a permitir distanciarse del objeto de estudio para lograr una interpretación ecuánime?
El mito de la objetividad quedó definitivamente atrás hace ya décadas. Y es que ni el pasado se puede comprender, ni el ser humano está preparado para ello. Las limitaciones de nuestra inteligencia, las propias vivencias y los valores que informan nuestro comportamiento influyen definitivamente en nuestra capacidad para analizar. No hay Historia sino historiadores, personas formadas profesionalmente que tratan, con mejor o peor voluntad, con mayor o menor destreza, de entender el pasado y hacerlo asequible.
La reedición de las memorias de Gabriel Jackson -la primera edición en castellano la realizó Anaya en 1993 con el título de Historia de un historiador- permite al lector acceder a la intimidad del estudio de un historiador y compartir con él intereses intelectuales, problemas de método y fuentes, dudas... un proceso de creación fundamental para definir la conciencia de una sociedad moderna. En este caso con la característica añadida de que el historiador no es español, sino un judío neoyorquino formado en Harvard que desarrollaría una relevante carrera profesional en la costa oeste. Jackson, como otros excelentes profesionales de su generación, se sintió interesado por España a raíz de la Guerra Civil y del papel que este conflicto jugó en el desencadenamiento de la II Guerra Mundial. Fueron historiadores que se acercaron a España desde una perspectiva más amplia, la del análisis de la evolución de la historia europea.
Estas memorias son, sobre todo, una autobiografía intelectual. Pero, además, son también un excelente libro de viaje por la España de los años 60, la del interior y la trasterrada. El joven historiador, formado en la mejor educación puritana anglosajona, se encuentra de lleno en las pensiones de Madrid, frente a la ventanilla de la Administración tratando infructuosamente de leer documentación en un archivo militar o consultando periódicos en la Hemeroteca, en la comisaría o en la Universidad... frente a una sociedad que comienza a balbucear el tránsito a la modernidad pero enraizada todavía en tradición y, sobre todo, con la losa de una posguerra reaccionaria y crecientemente anacrónica. Jackson nos describe sus encuentros, dentro de España o en el exilio, y de sus voces nos llegan comentarios cargados de emoción, a veces de análisis ponderado, otras de sectarismo.
Por último, el libro nos sitúa en el siempre penoso debate de las interioridades de la vida universitaria. Cuando los españoles afrontamos una vez más la reforma de nuestra enseñanza superior, la descripción que Jackson hace de su experiencia en Estados Unidos, interrumpida voluntariamente para escapar del sofocante ambiente, no despertará en el lector grandes esperanzas. Y es que entre sus muros se encierra un grupo humano altamente neurotizado, sólo superado por quienes ostentan el máximo galardón en la materia: los cantantes de ópera.
El lector interesado tiene ocasión, gracias a esta oportuna reedición, de compartir una muy sincera reflexión sobre el oficio de historiador, bellamente escrita y traducida, que no le dejará indiferente.