Ensayo

Una fábula del arte moderno

Dore Ashton

8 mayo, 2002 02:00

Traducción de J. García Montes.Turner- FCE. 257páginas, 20’50 euros

La historia es conocida: el joven Poussin logra que su maestro Porbus le presente al viejo pintor Frenhofer y éste, finalmente, accede a mostrarles su obra maestra, en la que lleva años trabajando. Lo que ven es un indescriptible amasijo de líneas entre las que sobresale la forma de un pie.

Balzac escribió La obra maestra desconocida en 1832, como un fragmento más de ese mapa exhaustivo del orden social francés que pretendía trazar con La comedia humana. Lo que no podía suponer al redactar esas páginas era que su narración adquiriría con el tiempo un significado profético. No por hacer verosímil el proceso por el que la creación artística se convierte en una obsesión aniquiladora, como en el caso de Frenhofer. Sino por que el empeño del pintor no es conseguir la perfección técnica ni el reflejo fiel de lo que ve, sino materializar una visión. Plasmar una mirada interior que quiebra el orden de lo visible conocido. Lo que la convierte en "fábula del arte moderno" es, pues, que señala la que será una de sus características: la necesidad de que el arte interprete y exprese la realidad, en lugar de ser su mera copia.

La novela de Balzac fascinó a algunos de los más grandes artistas del siglo XX. Por su dimensión simbólica, que les hablaba de su propio trabajo, pero también por el terrible destino de su protagonista. Picasso se representó en el viejo pintor, como gustó de hacer con otros artistas que admiraba. Cézanne, agotado, incomprendido y tenaz confesó sentirse él mismo el propio Frenhofer. Rilke, Schoenberg se vieron reflejados en esta historia, y no-sotros podemos ver al propio Balzac: todos ellos condicionaron su vida y su suerte por perseguir una visión. Como escribiera Rilke, "la vida de los grandes hombres es un camino abandonado, invadido por la maleza...". En sus páginas Rilke fue capaz de expresar mejor que nadie la condición desesperante de la empresa a la que obliga el genio: "Lo terrible del arte es que cuanto más lejos se avanza más fuerte es el compromiso de alcanzar los confines, lo casi imposible".Dora Ashton, famosa crítica norteamericana comprometida de forma especial con el expresionismo abstracto, comisaria de exposiciones como la titulada A Rebours. La rebelión informalista, que pudo verse en el Museo Reina Sofíia hace tres años, publicó este hermoso libro en 1981. En él se analiza la figura del artista moderno como paradigma de aquel cuyo destino es superar sus propios límites. Aunque apareció en plena época postmodernista, cuando más agudo era el rechazo a la noción romántica de genio, el punto de vista de Ashton corresponde al de quien ha valorado el trabajo de un Pollock o un Rothko como el de quienes se atrevieron a mirar al abismo.

Hay dos aspectos más que me gustaría destacar, pues sacan este libro del cajón de los estudios al uso sobre el arte. Uno es haber elegido para su itinerario a pintores músicos y poetas, entre los que traza un sugerente tapiz de relaciones. Aún conocidas, resulta interesantísimo seguir la continuidad fundamental que en muchos aspectos relaciona la obra de Cézanne y la de Picasso , o la del primero y la de Rilke, o la de éste y la de Schoenberg. Todo ello convierte este ensayo en una topología de los límites expresivos a los que se ha enfrentado el arte del siglo XX.