Virginia Woolf
Quentin Bell
13 marzo, 2003 01:00Virginia Woolf, por Grau Santos
Con modestia característica, declara Quentin Bell que emprendió la biografía de su tía, la escritora Virginia Woolf (1882-1941), porque le disgustaba la idea de que fuera otro quien lo hiciera. Efectivamente, el resultado tiene algo de confidencia familiar: uno de los ejes de esta biografía es la estrecha relación de Virginia con su hermana y madre de Quentin, la pintora Vanessa Bell, primera de las mujeres que fueron importantes en la vida y los afectos de Virginia Woolf.El marco familiar, retratado por Quentin Bell con una característica mezcla de discreción y falta de remilgos, proporciona al sobrino biógrafo un oportuno puesto de observación desde el que postularse como testigo directo de determinados hechos. A pesar de eso, Bell logra evitar toda tentación de convertir su libro en una especie de "Virginia Woolf vista por..." Antes al contrario, su trabajo responde a una investigación tan competente y rigurosa como la que podría haber hecho cualquiera de esos extraños cuya intromisión en los asuntos de la familia parecía temer el autor. Sólo que, inevitablemente, Bell añade a su asunto el prurito de comprensión y simpatía que cabe esperar de alguien criado en la atmósfera del conocido "grupo de Blommsbury": aquel ramillete de escritores, artistas y pensadores reunidos, primero, en torno al hogar de los hermanos Stephen (apellido de soltera de Vanessa y Virginia) y luego alrededor de Virginia y su marido, Leonard Woolf. Importante es también, como factor de cohesión del grupo, la benemérita Hogarth Press, editorial que los Woolf fundaron y dirigieron y en la que se publicaron la mayor parte de los libros de Virginia y otros de coetáneos tan significados como T. S. Eliot o Katherine Mansfield.
Aunque Bell renuncia explícitamente a entrar en análisis y juicios literarios, su trama está tan bien urdida que se las arregla para que éstos broten directamente de las conversaciones, el intercambio epistolar y los diarios de los personajes que comparecen en su obra. A través de ellos, nos hacemos una cumplida idea de las empresas literarias de su tía, de sus logros (entre los que figuran las novelas La señora Dalloway, Las olas y Al faro) y parciales fracasos. Fracasos que, si atendemos a los datos de crítica y ventas que nos proporciona Bell, sólo existieron en el ánimo exigente de la propia escritora y en la ocasional falta de interés que algún amigo pudiera mostrar hacia tal o cual obra. Estos logros y relativos fracasos, unidos a la excitación nerviosa inherente al trabajo literario y a las exigencias sociales que conlleva, supusieron duras pruebas para el delicado tejido emocional del que estaba hecha Virginia y alimentaron la recurrente neurosis que finalmente la llevó al suicidio. Bell da cuenta del mismo con una bella elipsis digna de un cineasta japonés, y con ella pone fin a su libro, obviando el tradicional capítulo dedicado a reacciones y reconocimientos póstumos.
Con idéntica elegancia había narrado antes el autor otras muertes: la de su propio hermano Julian Bell en la guerra de España, la del singular Lytton Strachey o la del malogrado Roger Fry. A partir de cierta edad, se dice en alguna parte, no nos queda sino ver morir a los amigos. Son muchos los que vemos morir en este libro lleno de vida. Si en algo se diferencia Bloomsbury de las llamadas "vanguardias" con las que coincidió en el tiempo, es en una probidad artesanal (en la escritura, en la edición, en la política) que denota un enorme cariño hacia la materia delicada y minuciosa de la que está hecha la vida. Fue un islote de honesta y exigente creatividad en una Europa abocada al desastre. Y bien está recordarlo en libros que tienen el sabor elegíaco de éste.
[La película Las horas, basada en la novela de Michael Cunningham, ha vuelto a poner de moda a Virginia Woolf en España. Así, además de esta biografía existe en bolsillo la de Nigel Nicholson; Alianza acaba de lanzar la Biblioteca Woolf, con Orlando, Al faro, Un cuarto propio y La señora Dalloway, también reeditada por Lumen y en bolsillo en Plaza & Janés. De Al faro hay versión en Cátedra, y de Las olas, en Lumen y Tusquets. En cambio, sus Obras Completas (Plaza) son inencontrables.]