La batalla del Ebro
Jorge Martínez Reverte
6 noviembre, 2003 01:00Mapa de la primera fase ofensiva
Baquer enjuicia la batalla del Ebro desde la atalaya del militar profesional; Reverte, desde la del civil, convertido en "miliciano" o soldado raso. El primero estudia "el arte y la ciencia" de la guerra, mientras que el segundo la retrata como una calamidad. La perspectiva aérea en contraposición a la de las trincheras: frente al énfasis en la estrategia y la táctica (Baquer), el peso de las decisiones políticas y las penalidades cotidianas (Reverte). Formalmente, si aquél opta por una presentación académica y ordenada, éste prefiere la estructura de un diario en el cada jornada transmite el peso de una contienda estancada. El libro de Baquer sitúa la Batalla en el contexto de las grandes operaciones de la guerra; en las páginas de Reverte la batalla del Ebro aglutina ella sola el heroísmo y la barbarie de aquellos terribles años, hasta adquirir la condición de símbolo supremo de la confrontación fraticida.
La guerra, dice Edwin Rolfe, es "la brusca muerte de tu camarada a tu lado, la colilla del cigarrillo aún humeante entre sus labios". Sí, pero a veces la lucha por subsistir se impone a cualquier otra consideración, como sucede con esos combatientes agazapados en la sierra de Pàndols, enfermos, casi olvidados por todos: cuando alguien cae muerto, lo primero es registrarle los bolsillos, por si tiene un mendrugo de pan.
No es fortuito que hayamos empezado citando nombres propios y referencias concretas. Entre los cerca de 250.000 mil hombres que se baten durante cuatro meses, entre el 25 de julio y el 14 de noviembre de 1938, en un pequeño tramo de apenas 30 kilómetros del último curso del Ebro, en torno a Gandesa, conviene subrayar dos nombres propios: Jesús Martínez Tessier y el teniente coronel Mariano Alonso Alonso. Ambos lograron salir vivos de aquella carnicería que provocó más de cien mil bajas (muertos, heridos, mutilados). Ahora dos de sus hijos coinciden en rememorar esos hechos, y hasta sus libros se encuentran al mismo tiempo en las mesas de novedades. Casualidades al margen, lo que importa es que estamos ante una oportunidad interesantísima para constatar cómo un acontecimiento específico no se agota desde una perspectiva determinada, cómo puede analizarse con rigor y eficacia desde diversos ángulos. Y con ello, el lector interesado dispone de un panorama más rico y matizado del hecho en cuestión.
Para Alonso Baquer la batalla del Ebro (o de los cien días) constituyó el momento crítico de la guerra civil española (la de los mil días). Dice este autor que es preferible denominarla batalla de Gandesa, porque esta confrontación crucial sólo se entiende en el contexto de las diversas contiendas que tienen el curso de aquel río como eje más o menos cercano, empezando por la pugna invernal por Teruel y siguiendo por las campañas del Bajo Aragón (primavera) y Alto Levante (verano), siempre en el transcurso del decisivo año 1938. La perspectiva global, es decir, la atención al desarrollo general de la guerra y a la distinta manera de concebir las operaciones militares por uno y otro bando, es esencial en el libro de Baquer, hasta el punto de que la célebre batalla que aquí tratamos, aunque gravita a lo largo de todas las páginas de su libro, ocupa una extensión relativamente reducida en el conjunto (los capítulos 8 y 9, más las consideraciones estratégicas y tácticas del epílogo).
Casi justo lo contrario puede afirmarse de la obra de Jorge M. Reverte. No quiero decir, ni mucho menos, que el autor desdeñe el contexto (las controversias políticas internas, las gestiones diplomáticas y el panorama internacional están trazados con pinceladas muy oportunas y expresivas), pero su atención se concentra sin titubeos en la batalla en cuestión. Es bien significativo que su estudio se abra con la fecha del 18 de julio de 1938, no tanto por la efemérides como por la preparación de la ofensiva republicana (el famoso "paso del río"), y se cierre el 16 de noviembre del mismo año, cuando algún que otro estampido advierte que la guerra no ha terminado, pero en la comarca catalana de la Terra Alta, estremecida durante tantos días por incesantes explosiones, ya sólo se escucha el discurrir de las aguas fluviales. Entre una y otra fecha, un relato minucioso jornada a jornada, dando cuenta primero del avance del ejército popular y luego de las sucesivas contraofensivas (siete) de las fuerzas franquistas, hasta el desalojo final de los milicianos de las posiciones en la que habían resistido "heroicamente" durante tantas semanas.
A Alonso Baquer, no en vano general de brigada y prestigioso historiador militar, le importa la batalla del Ebro en el marco de lo que denomina "el juego de las ideas estratégicas" que llevan a cabo Franco y Rojo sobre el tablero peninsular. Dos personalidades contrapuestas: lento, frío y cauteloso el primero; brillante, apasionado e impaciente el segundo. Intelectual de formación francesa, el jefe del ejército popular busca denodadamente una victoria resonante que dé un respiro a una República acosada, mientras que frente a él tiene a un general curtido en las escaramuzas rifeñas, obsesionado ante todo en no ceder un palmo de terreno. En términos concretos y rotundos, lo que Alonso Baquer se plantea y analiza minuciosamente es si hizo bien el general Franco aceptando el reto de Rojo, empeñándose en combatir en una zona de nulo valor estratégico, en lugar de dirigir sus fuerzas al asalto inmediato de Cataluña.
Reverte alude también a dicho dilema y, en conjunto, sería inexacto decir que desestime las controversias sobre la dirección y transcurso de la guerra, pero el centro de gravedad de su libro es otro muy distinto: no le interesan tanto quienes toman las decisiones como aquellos que las sufren; pone en sordina lo que se habla en los despachos de la retaguardia para escuchar mejor el lenguaje de las trincheras; considera que los héroes no son los políticos, los ideólogos ni los mandos militares, sino los soldados comunes y corrientes, ateridos, enfermos o, peor, acribillados por la metralla y despanzurrados por las bombas. El olor y el hedor de la guerra, el sabor del miedo... El arrojo y la crueldad se confunden en una mezcla inextricable. ése es el escenario que dibuja Reverte.
El libro de Baquer es cartesiano: metódico, templado, con un orden estricto; aspira a una cierta imparcialidad, como la de un observador distanciado que tratara de dar razón de cada elemento. El volumen de Reverte prefiere el primer plano, no teme a la subjetividad, es impresionista; acumula testimonios como brochazos, con la pretensión de que el cuadro hable por sí sólo. Ambos aspiran, cada cual a su modo, a no dejar nada en el tintero, a una "historia total" de la batalla decisiva.
Hoja de ruta
1938. Julio, 25. El ejército republicano desencadena la ofensiva del Ebro, cruzando por sorpresa el río.
26-30. La ofensiva en el Ebro paraliza a los nacionales en Levante. Las fuerzas republicanas avanzan deprisa y consolidan sus posiciones.
Agosto, 1. Los nacionales frenan la ofensiva republicana y contraatacan.
6. Se incrementa la actividad artillera y de aviación.
8. Duros combates en Mora de Ebro.
9. Los republicanos fortifican sus posiciones en el Ebro y cruzan el río Segre.
10. Los nacionales atacan con artillería y aviación y atacan la sierra de Pándols.
11. Combates en Sierra Magdalena y Balaguer.
14. Líster pierde el control de Sierra Magdalena. Siguen los combates en la sierra de Pándols.
19. Yagöe ataca la ladera norte del vértice Gaeta.
21. Los republicanos se repliegan sobre Corbera perseguidos por los tanques nacionales, aunque consiguen rehacer sus líneas.
22. Tras la costosa ocupación del vértice Gaeta, los nacionales suspenden la contraofensiva.
Septiembre,18. Los tabores 5º y 6º de Melilla inician el asalto.
Octubre, 2. Las divisiones de Navarra ocupan las cotas más altas de la sierra de Lavall de la Torre y llegan muy cerca de la Venta de Camposines.
30. Ofensiva nacional en la sierra de Caballs.
Noviembre, 2. Los nacionales envuelven las posiciones del cerro de San Marcos y Caballs.
7. Los nacionales ocupan Mora de Ebro.
11. Los nacionales rompen el frente en Venta de Camposines y Mora.
13. Los nacionales ocupan Fatarella.
16. Repliegue del ejército republicano, mientras los nacionales conquistan Flix y Ribarroja. Fin de la batalla del Ebro.