Ensayo

Sesenta semanas en el trópico

Antonio Escohotado

4 diciembre, 2003 01:00

Antonio Escohotado. Foto: Mercedes Rodríguez

Anagrama. Barcelona, 2003. 377 páginas, 17’50 euros

Sesenta semanas en el trópico, primera incursión de Antonio Escohotado en el género narrativo, entrelaza el turismo de investigación con el diario íntimo. El propio autor lo reconoce ya desde la primera página, donde nos revela que bajo la cobertura profesional de un proyecto de estudio sobre las causas de la pobreza y la riqueza en Oriente y Occidente huye a Tailandia para exonerarse de la obligación de confesar a su mujer una verdad dolorosa.

Este punto de partida abre ya una de las vetas del diario, la tentativa de elaborar el duelo amoroso, rayano en estados de ánimo melancólicos ("andropausia"), poco habituales en una obra filosófica, inclinada más bien a la convicción de que la tristeza disminuye la potencia de obrar, el conatus por perseverar en el ser. Sin embargo, Escohotado explora los tristes trópicos internos como externos (desde Tailandia, Vietnam, Birmania y Singapur hasta Brasil y Argentina), pertrechado con una peculiar botica: no sólo el filtro Aristóteles-Hegel sino la filosofía moral de Hume y Adam Smith, sin contar otros fármacos de gran potencia psicoactiva. Con este giro hacia la tradición clásica del liberalismo económico, anunciada ya en Caos y Orden, la crítica a los "empresarios de la moral" amenaza con metamorfosearse en pura y dura filosofía anarcocapitalista de la empresa. Así Sesenta semanas... contiene ya esbozos de una próxima Crítica de la conciencia roja, cuyo espíritu hegeliano intenta refutar el marxismo desde su principio interno.

En cualquier caso, la inteligencia del autor exige una lectura atenta. Escrito con una prosa curtida y sobria, abundante en sugerentes observaciones sobre botánica, vida nocturna y una experiencia comunitaria con ayahuasca en Brasil, el diario desarrolla sobre todo apuntes de antropología comparada sobre las causas de la prosperidad y la miseria en el mundo. Escohotado observa con lupa no sólo lotos y hongos, sino su trajín cotidiano como consumidor occidental de servicios asíaticos, expuesto a múltiples tentativas de estafa. Sin asumir el mito del buen salvaje ni un relativismo superficial, el diarista distingue entre planeta interior y planeta exterior: el primero representado por sociedades de libre mercado y democráticas, abiertas a la historia, y el segundo por sociedades cerradas, con vocación autárquica, sometidas a jerarquías religiosas y castrenses. Las dificultades surgen cuando Escohotado intenta explicar la penuria del planeta exterior achacando a su población desidia, incurriendo en el típico eurocentrismo que enjuicia a los nativos con el patrón de una naturaleza humana concebida a imagen y semejanza de ese dechado de virtudes empresariales que es el sujeto burgués nacido con la Revolución industrial. Desde este punto de vista, la mayoría de los retratos de tailandeses se parecen más a informes de un departamento de recursos humanos que a descripciones etnográficas. Así el autor remite la pereza aborigen a tres posibles causas: la influencia del budismo, con su anulación del deseo y por consiguiente de la iniciativa y espíritu competitivo, la escasa movilidad social, debida al carácter cerrado y piramidal de sus comunidades y el influjo climático de los trópicos. Pues en el diario el término tropical no designa sólo una zona geográfica, sino una realidad psicosocial, manifiesta en la predisposición al inmovilismo político y económico. Escohotado ha escrito una obra que, como sus modelos literarios (Pasados los setenta de Jönger o Un bárbaro en Asia de Michaux) se lee con fruición, donde la arrogancia occidental se modera con la aceptación de la falibilidad y que, por tanto, obliga a revisar prejuicios arraigados.

Como todo buen escritor de diarios, el autor es implacable consigo mismo, y el juicio sobre sus compañeros de viaje lo ratifica: "Me avergöenza no haber imaginado la medida de su audacia, y lo atribuyo a ser hijo único, caprichoso y despectivo. Parece trivial bucear en tratados de economía, buscando causas objetivas para la pobreza o la opulencia de distintas naciones. No hay más nación que la humanidad, a pesar de todo".