Image: El tiempo en ruinas

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Ensayo

El tiempo en ruinas

Marc Auge

15 enero, 2004 01:00

Marc Auge. Foto: José Ayma

Gedisa. Barcelona, 2003. 158 paginas, 9’90 euros

Este estupendo libro de Marc Augé no es una de sus obras "mayores" -ni por su volumen ni por su ambición- como puedan serlo El viajero subterráneo o Los no lugares. En ellos se establecían las bases de su pensamiento, que Las formas del olvido no hacen sino prolongar o resumir. Vuelve Augé a algunos de sus temas preferidos, a ese análisis de la sobremodernidad que él ha caracterizado por el efecto combinado de la aceleración de la historia, la retracción del espacio y la individualización de los destinos -creo que sería más claro denominarlo particula- rización del consumo, pues el destino del individuo de esta época se resume en modalidades de compra-. Creo, por tanto, que puede resultar de mucho interés para un primer acercamiento a la obra de este antropólogo, en al actualidad profesor en la école des Hautes études en Ciencias Sociales. La singularidad de su pensamiento, y de su expresión también, viene determinada por su formación científica como estudioso de sociedades exóticas. Tras largas estancias en áfrica y América del Sur, Augé pasó a observar a sus propios conciudadanos. De ahí deriva su capacidad de analizar lo propio como si fuera ajeno, una perspectiva que le permitió, por ejemplo, detectar tempranamente la aparición de lo que denominó no-lugares (establecimientos idénticamente neutros y funcionales, que pueden ser tanto un aeropuerto como un centro comercial y que disuelven las distancias y el sentido de los viajes).

Augé postula la contemplación de las ruinas no como un viaje en la Historia, sino como la experiencia del tiempo, del tiempo puro. El libro agrupa breves ensayos que tienen como tema la escritura, a partir de las ruinas de la memoria personal; la apreciación del arte antiguo, como percepción de una ausencia; o la tensión entre ruina y reconstrucción que tiene lugar en ciudades como Berlín o París. Pero el núcleo duro, por decirlo así, del libro es el alegato de Augé a favor de la ruina como lugar desde el que desmentir el fin de la Historia, tal y como lo expresa un mundo convertido todo él en espectáculo. Frente a la homogeneización del paisaje urbano en todas las ciudades del planeta, frente a la falsificación de la realidad para convertirla en bien de consumo, frente al turismo que tiene programadas cada una de las emociones de su recorrido, las ruinas son un testimonio de verdad y, paradójicamente, de vida.

Establece una serie de reveladoras comparaciones entre turismo e inmigración: ambos se mueven por razones simétricamente opuestas -uno se cruza con el otro en busca de aquello de lo que su sociedad carece- y son los dos desplazamientos más característicos de nuestro tiempo. Augé termina por afirmar que mientras que el viajero tradicional perseguía, a través del desplazamiento físico, acceder a lugares distintos de su espíritu y su imaginación, el turista actual desplaza su cuerpo -más lejos y más fácilmente que nunca antes- pero no logra poner el movimiento esas otras capacidades. Un panorama, en resumen, bastante desolador, pero en el que Augé encuentra, aún así, esperanza. Porque, aunque no lo justifique, cree que esos no-lugares esperan un acontecimiento posible, albergan la posibilidad de algo que hoy nos es impensable y que, en ellos podrá tener lugar.