Mujeres encarceladas
Fernando Hernández Holgado
19 febrero, 2004 01:00Galería de la prisión de Ventas (Alfonso, 1933)
Frente al "pacto de silencio" que impuso la transición, un conjunto de movimientos sociales y políticos han coincidido en los últimos años en rescatar el recuerdo de la represión que desató, más que la guerra civil en sí, el bando vencedor sobre la España vencida.La historia no ha permanecido al margen de ese proceso, que adopta en la mayoría de los casos una forma nada aséptica de combate para "reivindicar la memoria" y, más aún, de tributo tardío pero imprescindible para "reparar el injusto olvido de las víctimas". Hace pocos meses comentamos en estas mismas páginas el libro colectivo titulado Una inmensa prisión, que trazaba un estremecedor cuadro de los campos de concentración y las cárceles durante el primer franquismo y que, por encima de todo, constituía una muestra significativa por cuanto era fruto de un Congreso celebrado poco antes en Barcelona, al que habían asistido más de doscientos especialistas en la materia.
Ahora le toca el turno no al "universo penitenciario" franquista en general, sino a un establecimiento muy concreto, la famosa prisión de Ventas, y a un sector determinado de la población, las mujeres, porque el penal madrileño fue durante la mayor parte del tiempo que aquí se estudia (la zigzagueante década que transcurre entre 1931 y 1941) una cárcel femenina. Ventas, además, reunía algunas características peculiares, derivadas del hecho paradójico de que se construyó en los primeros años de la República como prisión modelo, adalid de la modernidad y materialización del concepto progresista de trato humanitario al recluso. Una filosofía que no era nueva (tenía una larga raigambre intelectual), pero que en la práctica sí constituía un planteamiento revolucionario. Prueba de ello es que su principal impulsora, Victoria Kent, perdió su cargo en la Dirección General de Prisiones antes incluso de que su querido proyecto de Ventas hubiera empezado a funcionar.
Después de ese primer capítulo en el que se habla de bellos ideales de regeneración del delincuente, el autor se sumerge en la cruda realidad de la guerra, período durante el que Ventas vive distintas vicisitudes (siendo, entre otras cosas, prisión masculina durante algunos meses). Una perspectiva muy distinta a la que habían imaginado sus propulsores pero incomparablemente mejor que el siniestro "almacén de reclusas" en que se convierte con la llegada de las tropas franquistas. Aquí empieza el infierno, como explícitamente se subtitula el primero de los tres capítulos que reconstruyen el ambiente de violencias, humillaciones y, en última instancia, numerosas muertes (por enfermedades o fusilamientos), que se terminan imponiendo como macabra condición cotidiana.
Hernández Holgado traza ese panorama con un tono, si no distanciado, sí por lo menos contenido, porque el mundo que retrata habla por sí sólo. De hecho, las que hablan por encima de todo son las propias reclusas, que rememoran sus vivencias en aquel submundo tenebroso. El autor hace buen uso de sus testimonios, de modo que sus páginas nos proporcionan una sensación de proximidad y empatía sin caer en la conmiseración superficial o en la sensiblería. Ni siquiera el estremecedor episodio del fusilamiento de Las trece Rosas (siete de ellas menores de edad) cae en esos defectos. Por el contrario, en varias ocasiones se enfatiza la vertiente contrapuesta, la fortaleza, resistencia y ayuda mutua que desarrollaron muchas de aquellas mujeres aun en condiciones tan penosas. Así, por ejemplo, la creación de enfermerías de niños, el establecimiento de peculiares "familias" como forma de organización o los trabajos de costura, que permitían a veces la subsistencia de familias enteras.
Estamos en definitiva ante una investigación ejemplar en su género, consciente de que se mueve en unos límites muy precisos (tanto temática como cronológicamente), muy bien escrita, que tiene el mérito indudable de enfrentarnos con una realidad que, aunque no resulte grata, constituye un trozo de nuestro pasado que no podemos ignorar.