Image: Madrid 11-M: un análisis del mal y sus consecuencias

Image: Madrid 11-M: un análisis del mal y sus consecuencias

Ensayo

Madrid 11-M: un análisis del mal y sus consecuencias

Antonio Blanco, Rafael del Águila y J. M. Sabucedo (eds.)

14 abril, 2005 02:00

Trotta. Madrid, 2005, 391 páginas, 20 euros

Entre los múltiples libros interesantes acerca de la amenaza terrorista destaca Cómo derrotar a los yihadistas (Taurus), informe elaborado por un equipo dirigido por Richard Clarke. Partiendo de que la red internacional yihadista va a seguir siendo el principal desafío de seguridad en el futuro inmediato y que la administración Bush se ha equivocado en la manera de afrontarlo, propone una línea de acción basada en la eliminación de los terroristas más peligrosos, la mejora de las relaciones con los países musulmanes y la reducción de la vulnerabilidad de los EE. UU.

Los puros, observó hace tiempo Cioran, han difundido el mal por el mundo en mayor medida que los hombres sin principios. Este es el paradójico punto de vista desde el que Rafael del águila aborda el análisis del terrorismo y de otras ideologías de la barbarie.

Su ensayo es el primero de los once que integran Madrid 11-M, un libro colectivo en el que politólogos y psicólogos analizan diversas cuestiones relacionadas con el peor atentado terrorista de nuestra historia. Muchos de estos ensayos tienen interés, pero en aras de la brevedad me limitaré a comentar tres, los de Rafael del águila, Luis de la Corte y Javier Jordán. Rafael del águila sitúa el terrorismo islamista en un marco más amplio, el de la barbarie ejercida por diversos movimientos fanáticos, desde los nazis hasta los jemeres rojos, que lejos de carecer de ideales estaban sobrados de ellos. En ese sentido Bin Laden, que mata en nombre de Dios, puede considerarse el heredero de Hitler, que mataba en nombre de la Raza, o de Stalin y Pol Pot, que lo hacían en nombre de la Revolución. El discurso ideológico de todos ellos no es un mero artificio destinado a ocultar propósitos egoistas, sino el recurso fundamental que les permite convertir a personas normales en asesinos.

Los yihadistas, cuya retórica analiza Luis de la Corte, legitiman el terrorismo mediante la denuncia de todos los agravios que sufren los musulmanes, la demonización del enemigo infiel, la apelación a la unidad de los creyentes, la glorificación de los asesinos como mártires y la garantía divina del triunfo final. Su modo de actuar es analizado por Javier Jordán, que ofrece un penetrante análisis de su implantación en España. Los yihadistas actúan mediante redes interconectadas, basadas en lazos personales, que colaboran en nombre del ideal común, sin preocuparse demasiado por la denominación concreta de sus organizaciones. Yihadistas sirios, argelinos o marroquíes llevaban años presentes en España, hasta que el 11-M actuaron contra nosotros. En cuanto a hipótesis inverosímiles, como su colaboración con ETA, Jordán no se molesta en discutirlas.

Respecto a las claves para combatir a este insidioso enemigo, los autores de Madrid 11-M ofrecen sugerencias interesantes. Rafael del águila sostiene que, frente a la amenaza de los fanáticos de toda laya, no cabe refugiarse en la pureza moral (el pensamiento impecable), sino que hay que optar por la política de lo posible, lo que a menudo implica aceptar el mal menor, que a veces puede consistir en el recurso a la guerra. Y Luis de la Corte subraya la importancia de deslegitimar el terrorismo, revelando la endeblez de sus argumentos, y observa que para ello hay que evitar dos errores. Por un lado el de la sobrerreacción, que lleva a recortes de las garantías jurídicas o a la criminalización de toda una comunidad, y por otro el de la transferencia de culpabilidad, que lleva a culpabilizar de los atentados no sólo a sus autores y sus cómplices, sino a otras personas cuyas acciones habrían provocado supuestamente la respuesta terrorista. En España se ha sabido tras el 11-M evitar el primero de estos errores, pero son bastantes los que están cayendo en el segundo. Algunos pretenden responsabilizar de lo ocurrido a Aznar por su posicionamiento respecto a Iraq, mientras que otros imaginan extrañas conjuras. Todo por no afrontar la terrible realidad de que hay por ahí miles de fanaticos yihadistas dispuestos a ganarse el paraíso matándonos.