11-M. Cómo la Yihad puso de rodillas a España
Miguel Platón
2 junio, 2005 02:00Foto: Archivo
La pregunta sobre quién fue el autor del atentado del 11 de marzo, que se formuló muy agriamente en la manifestación del día 12, y tan buenos réditos electorales habría de proporcionar al psoe en las elecciones del día 14, empezó a perder su carácter urgente desde el mismo día 15.Lo que hemos sabido desde entonces es que un grupo de musulmanes relacionados con Al Qaeda, la mayoría de origen marroquí, habían sido los que fabricaron y colocaron la docena de bombas que estallaron en cuatro trenes de cercanías de Madrid. Resultado: casi doscientos muertos y mil seiscientos heridos. El mayor atentado terrorista experimentado jamás en suelo europeo. La razón del atentado sería, para muchos, el apoyo que el gobierno español había prestado a la política norteamericana en relación con Iraq. También fueron muchos los convencidos de que el gobierno trató de desviar las responsabilidad de los hechos hacia eta. La reacción de quienes creían eso se tradujo en un inesperado aumento de la participación electoral y en un deslizamiento de votos que permitió una clara victoria del PSOE.
Si ese era el objetivo de los terroristas, como cree Platón, los resultados no tardarían en comprobarse pues, de acuerdo con lo que había prometido, Zapatero confirmó que retiraría las tropas españolas de Iraq. "¿Te das cuenta de que a España le han declarado la guerra y tu respuesta es que te vas?", afirma Platón que le dijo Aznar a Zapatero en una entrevista el día 24 en la Moncloa. No se citan las fuentes, aunque tampoco haya muchas dificultades a la hora de elegir, ya que el autor sugiere que se trataba de una conversación en la que ambos estaban a solas.
Ese es el pasaje culminante de un libro realizado por un periodista de experiencia, que ocupaba la dirección de información de la agencia efe durante aquellos días. Eso le situaba en un ámbito de confianza del gobierno del pp, lo que le obliga a reivindicar repetidamente su independencia profesional al enjuiciar unos hechos a través de personas allegadas a los medios gubernamentales de aquel momento. El libro, que está organizado de forma desigual, y con un capítulo sexto que ni siquiera aparece en el índice, se abre con un análisis de los antecedentes que sirve para establecer las tesis del autor: que España estaba entre los objetivos del terrorismo islamista mucho antes de la guerra de Iraq; que la alineación con los EE. UU. era consecuencia de una política exterior muy útil para España (crisis de Perejil), que le había permitido incrementar su protagonismo internacional, incluso en el escenario europeo; y que España no había intervenido en la guerra de Iraq, sino que envió tropas posteriormente, con carácter humanitario, al amparo de resoluciones de la ONU.
Junto a ese capítulo inicial, otros cinco que respetan el orden cronológico de los acontecimientos, más un epílogo de diez preguntas que resumen la postura del autor, sirven para subrayar el enorme impacto que los acontecimientos de aquellos días tuvieron sobre las elecciones a pesar del comportamiento correcto, aunque a veces torpe, del gobierno. Un testimonio que habrá de ser tenido en cuenta por quienes piensan que aún hay preguntas pendientes sobre el 11-M.