Image: Editar la vida

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Ensayo

Editar la vida

Michael Korda

7 julio, 2005 02:00

Michael Korda. Foto: Margaret Korda

Trad. F. González Tellez. Debate, Barcelona, 2005. 384 págs, 21 e.

Volumen perteneciente al subgénero de libros de memorias de editores, que se caracterizan por un empleo descarado de la nostalgia. Todo tiempo pasado fue mejor.

Desde luego, la edición de libros en la edad de la literatura, clausurada con la caída del muro de Berlín (1989) y la llegada del internet, gozó de un prestigio inigualable. Los editores fueron gentes de talento, sin duda. Pierre Assouline contó con detalle la historia de Gaston Gallimard, el editor de las obras maestras de la literatura francesa del siglo XX, pero nunca llegamos a entender en verdad por qué fue tan gran editor. Lo mismo pasa con La edición sin editores, de André Schiffrin, editor de los Pantheon Books. Sin embargo, unos pocos, como Jason Epstein en La industria del libro, ofrecen una visión interna del negocio editorial. Uno puede aprender algo en ese libro, de cómo hacerse editor.

Lo mismo sucede con el de Michael Korda. Un aspirante a editor puede tomar notas de los consejos ofrecidos. Su descripción de cómo debe actuar un buen editor, alguien que combina amplios conocimientos y sabe componer una prosa deficiente, e inventar un nuevo final y cortar el texto cuando sea necesario, o entender el poder de las ideas sencillas, sigue teniendo validez. Cualquier editor que se precie aspira no sólo a comprar manuscritos e invitar a comer a los agentes literarios que representan a escritores marca, también le gusta que el libro lleve su sello. Los mejores editores son también un poquito autores.

Otro aspecto enormemente interesante del libro es que cuenta sobre el comienzo de las publicaciones de los libros en rústica y los libros de bolsillo en EE.UU., que obedecieron a la exigencia de ofrecer un libro al precio de una revista y de ajustar las publicaciones a los gustos de un creciente número de lectores, que no compraba los libros por su contenido literario.

Quizás los editores de este libro se han tomado demasiado a pecho un cierto desapego de Korda a la hora de ofrecer al lector un manuscrito bien redactado y ortográficamente aceptable. Eso de cuidar la ortografía y las tildes no le iba. La traducción es mejorable, y hay partes de la misma que resultan meras trasposiciones de frases inglesas. Así comienza el texto: "De niño me llevaron a los estudios de la bbc para ver a mi madre en un primitivo aparato de televisión". Yo cuando pienso en primitivo me acuerdo de las cuevas de Altamira, de un indio de una tribu primitiva, pero de un televisor, no. En inglés, sí, "a primitive television set" es aceptable. Y así hay miles en el texto. Otra casi cómica aparece en la misma primera página: "Durante muchos años fui una de las pocas personas en el Reino Unido que había visto un televisor en acción". Debe ser algo muy especial ver a un televisor en acción.

Lo indico sabiendo lo difícil que es la traducción, si bien resentido porque en las últimas semanas he comprado varios libros de ensayo con pésimas traducciones, lo que indica un descuido en la producción editorial que requiere mayor atención. Y todos los volúmenes, como el presente, eran textos excelentes.