La mujer desnuda
Desmond Morris
13 octubre, 2005 02:00Desmond Morris. Foto: Javi Martínez
Puede decirse que sobre el acervo cultural de Desmond Morris (1928) no se pone el sol. Nieto del naturalista victoriano William Morris e hijo de Harry Morris, autor de literatura infantil, ha multiplicado esa doble herencia hasta hilar un insólito y extenso repertorio que va de la pintura surrealista y la zoología académica a la comunicación de masas y el libro popular.
En 1956 inició su activa carrera como divulgador televisivo y escritor de libros, sin olvidar su vocación de pintor, que nunca ha abandonado. En esta última introdujo enseguida un sesgo etológico al interesarse por la capacidad pictórica de los chimpancés, lo que al parecer suscitó el interés de Picasso. Con la publicación de El mono desnudo en 1967, del que se acabarían vendiendo más de diez millones de ejemplares, le llegaría una considerable fama internacional. En dicho libro subrayó, con imaginación y arriesgada ligereza, las similitudes entre el ser humano y el mono, en un momento que le resultó oportuno para montarse en la ola causada por la eclosión de la sociobiología.
Varias décadas y decenas de libros más tarde, muchos de éstos sobre el mismo tema, La mujer desnuda: un estudio del cuerpo femenino representa la última de las repetidas réplicas de aquella sacudida. Del pelo a la punta del pie, Morris nos lleva en una visita guiada por los recovecos de un cuerpo femenino. Cabello o vello púbico, labios, mejillas, pechos, nalgas o genitales, no hay reducto anatómico que no merezca uno de los 23 capítulos que componen este libro en el que se adopta un tono decididamente feminista. Para Morris, "toda mujer posee un cuerpo bello... porque es el brillante punto final de un millón de años de evolución", un criterio que de ser válido sería tan laxo que lo cumpliría prácticamente cualquier organismo vivo o extinto en la historia del planeta.
Como Goya, Morris no se limita a darnos la versión desnuda sino que añade la vestida, pues se demora en explicarnos el significado profundo de vestimentas, modas, joyas y afeites en distintas culturas y épocas. A su curiosidad no escapan ni el corsé ni los pantalones vaqueros de talle bajo. Sus bien entrenadas dotes de observación y su justificada fama de ameno e imaginativo comunicador, así como sus afiladas preguntas, consiguen por momentos embaucarnos con la promesa de que estamos ante un tratado científico, algo que este libro está muy lejos de ser.
Entre la obviedad y la fabulación, desde el mono desnudo a la mujer vestida, Morris ha olvidado su toga en Oxford para deambular por un territorio de conjeturas y especulaciones más o menos ingeniosas aunque no siempre respetuosas con lo que se sabe, donde las hipótesis ni se contrastan ni pueden ser contrastadas. Tratar de relacionar las cualidades animales de la mujer con su comportamiento en el juego sexual, la maternidad o el chismorreo puede ser un ejercicio lícito y hasta divertido, provisto que se tenga presente que la evolución de una especie no tiene propósito ni fin, ni punto final, ya que no culmina sino con el fracaso que supone su extinción.
Aunque sospecho que el título del libro no es tan feminista como su contenido pretende serlo, ya que evoca un icono publicitario inaceptable en la actualidad, creo que el texto es rico en información sobre la mujer y supone una lectura entretenida.