Ensayo

El pensamiento de Montesquieu

El estudio de Carmen Iglesias sobre el pensamiento de Montesquieu es un clásico de la historiografía española contemporánea, que ahora se reedita respetando la versión original (1984), a la que se han añadido una cronología, una relación de las obras del autor e índices

8 diciembre, 2005 01:00

El pensamiento de Montesquieu

Carmen Iglesias

Galaxia Gutenberg/Círculo de lectores. Madrid, 2005. 560 páginas, 18,50 €

Para valorar su mérito, hay que tener en cuenta la escasez entre nosotros de historiadores solventes en un ámbito tan difícil como ineludible: el de la historia del pensamiento y las ideas políticas. Por otra parte, en una historiografía como la española, poco dada a ocuparse de temas “exteriores”, la obra de Carmen Iglesias constituye un hito evidente, resaltado por la familiaridad con que se mueve entre las difíciles fuentes francesas y la calidad del resultado final.

Charles-Louis de Secondat es una de las figuras descollantes de la Ilustración francesa, universalmente conocido por su doctrina de la división de poderes, base de los sistemas democráticos del mundo contemporáneo. Pero la autora no se limita a un análisis de tales teorías, sino que estudia a fondo la complejidad del pensamiento de Montesquieu, a partir de las múltiples influencias que en él pueden detectarse. Tan ambicioso propósito convierte el libro en un minucioso tratado sobre la evolución del pensamiento en los siglos XVII y XVIII, a partir de la denominada “revolución científica”de la primera de ambas centurias, que puso las bases de la ciencia moderna hasta el siglo XX y la revolución protagonizada por Einstein.

Iglesias parte de un supuesto esencial: la unión existente aún en aquellos siglos entre ciencia y filosofía que, a pesar de las primeras tensiones entre universalidad y especialización, permitía una considerable amplitud de intereses intelectuales. Al igual que la mayoría de los grandes pensadores de entonces, Montesquieu comparte la idea cartesiana de la universalidad del saber humano, como se desprende del elenco de sus obras, en las que analiza cuestiones tan variadas como la naturaleza, la filosofía, la religión, la historia, la moral y el comportamiento humano o la política.

Como otros muchos estudiosos, Montesquieu no se resiste a la fascinación de la ciencia triunfante y trata de aplicar el método de ésta al conocimiento de la sociedad y la política. Por ello resulta imprescindible deslindar las múltiples influencias presentes en su pensamiento: Descartes, Newton, Malebranche, Spinoza, Leibnitz… De entre sus obras, destacan las Cartas persas (1721), las Consideraciones sobre la grandeza y decadencia de los romanos (1731-1733) y, sobre todo, El espíritu de las Leyes (1748). En esta última, y a partir del análisis de numerosos casos particulares, Montesquieu habla del “espíritu general” de las diversas naciones, derivado de hechos tan variados como el clima, la religión, las leyes, las máximas del gobierno, la historia o las costumbres. Todos estos factores se combinan de forma similar a como lo hacen los elementos del universo físico en virtud de la ley de la gravitación universal, dando lugar a los diversos tipos de sociedades y sistemas políticos.

Pero este análisis que le permite, por ejemplo, reducir el papel del azar frente a la necesidad, no cae en el determinismo, sino que deja espacio a la libertad humana, aunque dentro de unas estructuras determinadas. Por lo demás, su creencia ilustrada en el hombre y la búsqueda de la bondad, la experiencia de la separación de poderes existente en Inglaterra, y su condena del despotismo, le llevan a postular un sistema político en el que “el poder pare al poder”. No obstante y, pese a su importancia, no es ésta la única aportación de Montesquieu a la historia del pensamiento. Su lectura, como demuestra Carmen Iglesias, es un permanente estímulo para la inteligencia y un antídoto contra el totalitarismo y la intolerancia.