Ensayo

Kruschev: el hombre y su época

William Taubman

19 enero, 2006 01:00

Kruschev

Trad. Paloma Gil. La Esfera, 2005. 990 páginas, 37’5 euros

En la historia de la URSS, los años de Kruschev representaron un período de esperanza entre el terror de la era de Stalin y el estancamiento de la era Brezhnev. El documentado estudio de Taubman, centrado más en el hombre que en la época, ofrece las claves de su fracaso.

Al margen de su tendencia al histrionismo y sus múltiples anécdotas pintorescas, incluida la famosa del zapato con el que aporreó su banco en la ONU, Kruschev tuvo una trayectoria vital extraordinaria. ¿Alguien se imagina a un jerarca nazi poniendo fin al terror y denunciando a Hitler en una Alemania vencedora en la II Guerra Mundial? Pues algo muy parecido es lo que hizo Kruschev respecto a Stalin, un tirano cuya amoralidad era muy similar a la del dictador nazi. Se trata pues de un personaje muy atractivo para una biografía y William Taubman ha hecho bien su trabajo. Autor de varios estudios sobre la historia soviética, ha consultado una amplísima documentación y entrevistado a personas que estuvieron muy próximas a Kruschev, especialmente su hijo Serguei y su asesor de política exterior Oleg Troyanovsky, lo que le ha permitido trazar un retrato muy convincente de su biografiado.

La primera parte reconstruye el camino que llevó al hijo de un campesino pobre a convertirse en uno de los jerarcas del régimen soviético. El año crucial fue 1938, cuando, en palabras de Taubman, Stalin le hizo su virrey en Ucrania. Como tal, Kruschev y su familia gozarían de un nivel de vida envidiable, con una lujosa mansión en Kiev, una espléndida dacha en el campo y un piso para sus visitas a Moscú. Pero los antecedentes eran ominosos. Su predecesor, Stanislav Kossior, había sido ejecutado y la misma suerte corrieron su mujer y los hermanos que le sobrevivieron. Se estaba en el peor período del terror y Kruschev participó de lleno en él, aunque luego se preocupó de borrar las pruebas. Baste decir que entre 1938 y 1940 fueron arrestadas en Ucrania por supuestos delitos políticos 165.565 personas, de las que probablemente un tercio fueron ejecutadas.

Más adelante Kruschev volvería una y otra vez al recuerdo de aquellas purgas y alegaría no saber que muchas de las víctimas eran del todo inocentes. Es difícil creerle y puede que su sentimiento de culpa contribuyera a la acción más admirable de su vida: la denuncia de los crímenes de Stalin en la famosa sesión secreta del XX Congreso del Partido Comunista. Sin embargo, Kruschev nunca puso en duda el principio fundamental del régimen, es decir la dictadura del partido y de su jefe. Ya no habría ejecuciones, pero Taubman recuerda el temor que le tenían quienes le rodeaban, incluidos sus colegas en la dirección del partido, que no se atrevían disentir de las decisiones de Kruschev.

Esa concentración del poder en su persona, junto a su estilo de liderazgo, dado a la improvisación y a los cambios de rumbo, contribuyeron al fracaso de Kruschev, tanto en política interior como en política exterior. A la primera no le dedica Taubman gran atención, pero destaca el contraste entre el anuncio en 1961 de que en veinte años la Unión Soviética alcanzaría el estadio de una sociedad comunista (equivalente en la terminología marxista a poco menos que el paraíso en la tierra) y que su nivel de vida sería muy superior al de las potencias occidentales, con la realidad de las malas cosechas y la escasez. En 1962 la carestía de la vida se tradujo en protestas, que en Novocherkassk fueron reprimidas con un balance de 23 muertos, una severidad que luego Kruschev le recomendó a Castro. Y en política exterior, el tema más extensamente analizado por Taubman, Kruschev combinó un sincero deseo de distensión con acciones provocativas y poco meditadas, como el despliegue de misiles en Cuba, que puso al mundo muy cerca de una guerra nuclear. Un episodio que el autor reconstruye detenidamente y que conviene recordar para darnos cuenta de la amenaza bajo la que se vivió durante la guerra fría.