Alfonso XIII y el ocaso de la monarquía liberal
Morgan C. Hall
26 enero, 2006 01:00Alfonso XIII. Foto: Archivo
De nuevo, la mirada de un estudioso anglosajón sobre nuestro pasado más reciente. En este caso, la de Morgan C. Hall, con un trabajo en cuyo aliento inicial intervino un gran conocedor de España del siglo XX, como es Edward Malefakis y que, en forma abreviada de paper de trabajo, había ya sido presentado hace años en un seminario de la Fundación Ortega.
Ahora presenta un espléndido estudio en el que todos estos elementos han sido desarrollados para darnos una imagen de lo que fue la trayectoria política de Alfonso XIII durante el periodo liberal de su reinado (1902-1923), en el que se mantuvo vigente la Constitución de 1876. El libro es una traducción del texto inglés, realizada con desenfado y notable capacidad expresiva por Beatriz Anson, que no ha recibido un trato igual de cuidadoso por los responsables de la edición que se han guiado por unos criterios que dejan la apariencia externa del volumen muy por debajo del interés de su contenido. Los márgenes que deja la caja empleada deberían haber sido más generosos y, desde luego, resulta difícil de comprender que un estudio de esta calidad no venga acompañado de índice analítico o, por lo menos, onomástico.
El interés del libro de Hall se sobrepone a estas ligeras deficiencias, y nos permite tener un análisis de dos décadas largas en el que se describe el papel crucial que jugó el monarca en la búsqueda de soluciones de un sistema político como el canovista, que fue concebido al margen del horizonte liberal, pero que tuvo que afrontar muy difíciles retos por la confluencia de proyectos políticos enfrentados como fueron los procedentes del obrerismo, del mundo nacionalista, o de aquellos sectores de la tradición liberal que buscaron más decididamente la democratización del sistema.
En ese juego de tensiones, el papel del rey parecía muy limitado pero, como señala Hall, en las especiales circunstancias de la España del siglo XX, con un país sacudido por la derrota de 1898, y con un liderazgo político en discusión por la casi simultánea desaparición de Canovas y Sagasta, Alfonso XIII tuvo que ocupar un espacio político mucho más amplio que el que le reservaba el texto constitucional.
El autor se queja, un tanto ingenuamente, de que no hay demasiados documentos personales de Alfonso XIII y, desde luego, el rey no prolongó más allá de la adolescencia el diario que tanto juego ha dado para los comentarios políticos relacionados con los momentos iniciales del reinado. En todo caso el manejo de documentación original, así como de la publicística de la época, y de la amplia bibliografía sobre el periodo resulta ejemplar y tan sólo merecería una ligera reserva sobre si la documentación diplomática no goza a veces de un excesivamente generoso crédito de confianza.
El Alfonso XIII que nos presenta Hall es tan convincente como matizado. La aventura del rey en una Europa que asistía a una crisis de confianza en los sistemas democráticos y a la desaparición de algunas de las más viejas monarquías de Europa, se reveló extraordinariamente difícil y hay que reconocer que, cuando arrojó la toalla y se puso en manos de Primo de Rivera, fueron contadas las voces de los que se manifestaron en contra. Ni los dirigentes del PSOE, salvo excepciones, ni los círculos renovadores que aglutinaba el periódico "El Sol", parecían esperar mucho del régimen recién caído.
Todos ellos tendrían oportunidad de rectificar. Alfonso XIII, sin embargo, habría iniciado en 1923 el camino del exilio.