Ensayo

Cicatrices de guerra, heridas de paz. La tragedia árabe-israelí

Shlomo Ben-Ami

9 marzo, 2006 01:00

Foto: Archivo

Ediciones B. Barcelona, 2006. 421 páginas, 19 euros

Pocos conflictos levantan tantas pasiones en el mundo como el que, hace ya más de medio siglo, enfrenta a israelíes y árabes sin que se haya podido llegar a una solución negociada, a pesar de múltiples intentos. Shlomo Ben-Ami ofrece una excelente guía de sus orígenes y desarrollo y una reflexión sobre su posible final.

Historiador de talento, embajador de Israel en España y ministro en el gobierno de Ehud Barak, Shlomo Ben-Ami ha sido uno de los políticos de su país que con más empeño ha buscado un acuerdo con los palestinos. Su último libro, Cicatrices de guerra, heridas de paz, apasionado y ponderado a la vez, a menudo brillante, resulta muy recomendable para quienes deseen entender un conflicto complejo, del que en España se tiende a ver a los palestinos como las únicas víctimas. Ben-Ami muestra, por el contrario, que estamos ante la tragedia de dos movimientos nacionales que se disputan una misma tierra, sin que la casi inevitable consecuencia de que es necesaria una partición en dos Estados haya llegado a imponerse.

A fines del siglo XIX, el sionismo se propuso la empresa, aparentemente utópica, de crear un Estado nacional judío. No se trató de un proyecto de rapiña colonial, sino de un movimiento basado en la migración, la compra de tierras y el trabajo personal de los colonos, pero que se fundó en el malentendido de que un pueblo sin tierra iba a ocupar una tierra sin pueblo. En los años veinte, sin embargo, en aquel territorio que había pasado del dominio turco al británico, brotó un sentimiento nacional entre los palestinos que veían amenazada su identidad. Ello les condujo, en vísperas de la segunda guerra mundial, a una insurrección antibritánica que representó su primer gran error. Le seguirían muchos otros, fruto siempre de un maximalismo que les llevó a jugar mal sus bazas. Los sionistas, en cambio, supieron combinar la habilidad diplomática con el tesón necesario para crear una sociedad próspera, una administración y un embrión de fuerzas armadas, que hicieron posible la consolidación del Estado de Israel frente a los ejércitos árabes que pretendían evitar su nacimiento. En 1947, una población judía de 650.000 personas logró la hazaña de poner en armas a 100.000 hombres y mujeres. Pero el triunfo de los sionistas no fue sólo el fruto de su inteligencia y su esfuerzo, sino también de unas circunstancias a menudo trágicas.

La oleada antisemita que cobró fuerza en Europa a fines del siglo XIX impulsó la primera corriente migratoria, el mandato británico facilitó el asentamiento, el triunfo de Hitler multiplicó el número de inmigrantes y finalmente el holocausto resultó decisivo para que la comunidad internacional favoreciera el surgimiento de Israel.

Vencedor en sucesivas guerras, Israel no ha logrado alcanzar la paz. Ben-Ami fue testigo de cómo Arafat desaprovechó hace seis años la mejor oferta que un gobierno israelí podía hacer. Aquel fracaso, acompañado por la deriva terrorista de la intifada de Al-Aqsa, desacreditó al partido israelí de la paz. Así es que, en opinión de Ben-Ami, sólo quedan dos soluciones. O una retirada unilateral israelí de Cisjordania, como la efectuada en Gaza, que no proporcionaría unas fronteras seguras, o una solución negociada entre las partes, que sólo sería posible bajo la presión de una comunidad internacional liderada por los Estados Unidos. El triunfo electoral de Hamas, que Ben-Ami ya consideraba una inquietante posibilidad cuando concluyó su libro, ha hecho que ambas soluciones resulten hoy aun más difíciles.