Ensayo

Prefacio a Goethe

Eugenio Trías

18 mayo, 2006 02:00

Eugenio Trías

Acantilado. 144 pp, 11 euros. E. Goethe: Conversaciones de emigrados alemanes. Trad. I. Hernández. Alba,2006. 160 pp. 12 euros

La cultura alemana dominó el panorama europeo entre 1800 y 1930, tanto en el terreno científico como en el humanístico, y Goethe (1749 -1832) fue uno de sus pilares más sólidos. A tan singular figura le dedica Eugenio Trías un lúcido ensayo, en parte lamento por el desconocimiento español de su obra y, a la vez, una presentación del artista y de su relevancia intelectual.

Gracias a la popularidad de la novelita Werther (1874) sabemos del Goethe romántico, mientras que sus afinidades con el ideario del antiguo régimen, su lado clasicista, resultan menos conocidas. Un "hombre del siglo XVIII con antenas hacia el futuro", lo denomina Trías (pág.101). Goethe fue en esencia un buscador de la verdad, creía en la posibilidad de definir con claridad los asuntos humanos y darles una resolución racional. Comprendió además, y Trías lo explica sin ambages, que el prototipo del hombre nuevo de su tiempo, el ciudadano burgués, se caracterizaba por el deseo de bienes materiales aliñado con ideas revolucionarias, las promesas de libertad e igualdad. Semejante mezcla no auguraba un futuro tranquilo, como el subsiguiente terror demostró, porque las grandes palabras fueron aceptadas como hechos, sin tomar en consideración las limitaciones impuestas al idealismo por la naturaleza humana. Goethe entendió que "los verdaderos problemas humanos no tenían relación unívoca con los grandes cambios sociales sino, eminentemente, con los rumbos de destino individual" (pág. 73).

Esta invitación de Trías a la lectura de Goethe se suma a una serie de textos recién publicados. Pienso en la autobiografía intelectual de Goethe, Poesía y verdad (1811-1830), en las Conversaciones con Goethe, de J.P. Eckermann, libro obligado para conocer los derroteros de la cultura europea a fines del XVIII, la reciente biografía de Schiller de Rödiger Safranski, o las Conversaciones de emigrados alemanes, que enseguida comentaré. Goethe, en fin, es un escritor que debemos añadir a la cultura española, pues su personalidad ejemplifica aspectos del comportamiento intelectual de obligado conocimiento: la necesidad de refinar las percepciones y el deseo de conocer lo pensado por otros y sumarlo a las ideas propias. Cuando leemos en las páginas de Eckermann las mil y una opiniones del poeta alemán, sus contactos con las literaturas italiana, francesa e inglesa, comprendemos mejor la marginalidad en que existió nuestra cultura decimonónica y la necesidad que tenemos de recuperar lo nunca sabido. Entre otras cosas, la misión del intelectual y sus obligaciones éticas.

Las Conversaciones de emigrados alemanes me parece un libro delicioso, por la sutilidad con que el narrador cuenta las historias que componen este volumen. Encontramos a un grupo de los alemanes adinerados que huyen del avance de las tropas napoleónicas, y que se reúnen para pasar el tiempo conversando. Como siempre, Goethe busca esclarecer, matizar, las manifestaciones de la personalidad humana. Aquí se trata del hombre actuando bajo presión, tanto ideológica, ¿qué pensar de Napoleón?, como la del temor producido por la cercanía del enemigo. En una de las escenas iniciales aparece la baronesa de C., acompañada de su familia y de unos amigos, entre los que se cuenta un antiguo consejero de Estado, quien durante la conversación defiende al gobierno alemán con ardor y se burla de los germanos afrancesados, entonces un joven, Karl, sobrino de la baronesa, defiende irritado a quienes desean renovar la política alemana con las ideas de la revolución, y acaba deseando que a las gentes como el consejero los pasen por la guillotina. El consejero ofendido abandona la presente compañía, y la baronesa reprocha a Karl el haberla privado de la conversación y compañía de un hombre inteligente. El joven acepta las razones de la tía y se arrepiente. Lo que sigue son historias donde Goethe ensaya el mismo sistema de valores, el poder de la reserva, de la moral, frente a la impetuosidad, el pensamiento arrebatado por la pasión. Goethe se comportó en la encrucijada de su época, cuando la pasión romántica desafiaba la racionalidad del hombre clásico, con el aplomo de quien sabe encontrar el justo punto con un toque vital, el sentir arrepentimiento tras haber disfrutado del pecado.