Ensayo

Los tres reyes. La monarquía marroquí desde la independencia a nuestros días

Ignace Dalle

21 septiembre, 2006 02:00

La gran aportación de Mohamed VI es el Código de la familia de 2004

Traducción de Víctor Compta. Prólogo de Sami Naïr. círculo/Galaxia gutenbertg. 2006 853 pp., 29’95 e.

Corresponsal en Rabat de la agencia France Presse durante varios años y autor de un libro anterior sobre el reinado de Hassan II, Ignace Dalle evoca en Los tres reyes la historia política del país magrebí durante el último medio siglo. A través de los juicios y recuerdos de políticos, intelectuales y diplomáticos presenta una imagen matizada de nuestro vecino del sur, que está todavía muy lejos de haber emprendido el camino hacia la democracia. Como ha explicado el propio Mohamed VI, la monarquía marroquí no tiene nada que ver con la española, porque él no se limita a reinar sino que participa en las tareas de gobierno. En realidad poco puede hacer un jefe de gobierno marroquí si no se somete a los deseos del monarca.

A pesar de su título, el de Dalle no es un estudio biográfico sobre tres reyes, sino un estudio político en el que se presta atención a muchas otras figuras marroquíes relevantes del último medio siglo, aunque son Mohamed V, Hassan II y Mohamed VI quienes dominan el relato. El primero, que adquirió una extraordinaria popularidad por su oposición al colonialismo francés, tenía una personalidad compleja, en la que la admiración por el progreso se unía a la tradición feudal, era reacio a enfrentarse a los problemas y delegó mucho en su hijo Hassan, en el que sin embargo no confiaba del todo. En su prolongado reinado de casi cuarenta años, Hassan II se mostró mucho más decidido, autoritario e incluso cruel. El suyo fue un gobierno casi absoluto y se esforzó en anular, mediante la amenaza, la corrupción o la represión, todo atisbo de oposición. Quiso sin embargo mantener una fachada de instituciones liberales, con una Constitución, parlamento y pluralidad de partidos, quizá porque estimaba que ello formaba parte de los atributos de una monarquía moderna, como las europeas. A comienzos de los años setenta, sufrió dos intentos de golpe militar, pero con la Marcha Verde de 1975 encontró la oportunidad de unir a todo el país bajo su liderazgo, en nombre de la integridad territorial proclamada por los nacionalistas. Tras haber domado a la oposición, al final de su reinado se permitió iniciar un experimento de alternancia en el gobierno, otorgándoselo a un hombre de izquierda, Abderramán Yussufi.

A diferencia de lo que había hecho su padre con él, Hassan II mantuvo a su hijo al margen de los asuntos de gobierno. Esto tuvo la ventaja de que Mohamed VI llegó al trono sin estar comprometido con los excesos represivos de su padre y pudo ofrecer la esperanza de que los años más duros habían acabado. Tuvo sin embargo el inconveniente de que el nuevo monarca carecía de experiencia política, pero lo más grave es que su afición a las tareas de gobierno parece limitada y, en concreto, las cumbres internacionales le repelen. Su gran aportación personal ha sido el Código de la Familia de 2004, que ha dado a las mujeres unos derechos que en el mundo árabe sólo tenían las tunecinas. Por lo demás, las novedades han sido pocas. No se avanza hacia la democracia, el lujo de palacio sigue contrastando con la pobreza de millones y la confusión entre los intereses de la casa reinante y los de la nación se manifiesta en que el 60% de los valores de la Bolsa de Casablanca corresponden a empresas controladas por aquélla. La falta de esperanza se traduce en el avance del islamismo.