La izquierda burguesa y la tragedia de la II República
Juan Avilés
2 noviembre, 2006 01:00Caricatura de Alejandro Lerroux. Foto: Archivo
En 1985 Juan Avilés publicó La izquierda burguesa en la II República. Era la reelaboración sintética de su tesis doctoral sobre los partidos republicanos de esa tendencia entre 1930 y 1936. El libro se convirtió pronto en una obra fundamental para conocer la mecánica de los grupos políticos en aquel régimen, sumándose así a otros estudios con categoría de clásicos o imprescindibles, como el de Ruiz-Manjón sobre el partido radical o los de Gil Pecharromán sobre las derechas. Aquellas obras tenían en común, además de una sólida base empírica, una voluntad de análisis desapasionado que paradójicamente hoy, en estos tiempos de nueva militancia cuando no abierto sectarismo, echamos más en falta que nunca. Otra característica de estos momentos es la reedición equívoca de obras antiguas, con el fin de que comercialmente pasen por libros nuevos obras añejas. Hay por ello que subrayar, por su carácter casi insólito, otro rasgo del volumen que comentamos: el autor ha reescrito completamente el texto original no sólo para que figure la bibliografía relevante más reciente (Cruz, Fuentes, Townson) sino para dialogar con ella y, aún más, para incorporar investigaciones propias posteriores, lo que le permite un jugoso paralelismo entre las actitudes de Lerroux ante el golpe de Sanjurjo y ante los regicidios frustrados de 1905-6 (p. 206).El título de libro ha cambiado ligeramente pues ahora alude a la tragedia de la II República, quizás como tributo a la polémica que sacude hoy tanto el ámbito intelectual como el político y mediático. Avilés considera que la susodicha tragedia consistió en la incapacidad para lograr un consenso sobre unos principios políticos básicos: el sincero acatamiento de las reglas del juego democrático, la admisión de la crítica o el respeto al oponente.
Estamos por tanto lejos de la mitificación idílica de aquel régimen. Pero sería desvirtuar el sentido de la obra detenernos en este extremo, porque su objetivo básico es otro, el examen pormenorizado de la estructura, funcionamiento, implantación, ideología e iniciativas de los partidos que, a falta de mejor denominación, llamamos "izquierda burguesa": "Acción Republicana" y "Partido Radical Socialista" en el primer bienio, e "Izquierda Republicana" y "Unión Republicana" en el último tramo, por citar sólo los principales. Dicho en otros términos, se analizan las propuestas y acción política de Azaña, Marcelino Domingo, álvaro de Albornoz o Martínez Barrio sobre un fondo encrespado en el que también aparecen Lerroux, Alcalá-Zamora, Prieto o Caballero.
Aquella izquierda republicana poco tenía de burguesa convencional, ni en sus preocupaciones o intereses, ni en su propia composición sociológica. Era un sector que defendía el reformismo, pero que no estaba tan interesado en los asuntos económicos como en las grandes cuestiones ideológicas y políticas, con el anticlericalismo como caballo de batalla, sin duda por la influencia masónica, asunto polémico que Avilés analiza con su ponderación habitual. Eran pequeños partidos abocados a una colaboración con el PSOE, pero que se encontraron con que éste se despeñaba por la vía revolucionaria del "Lenin español", mientras que la derecha se alejaba a su vez de la democracia, fascinada por el Estado corporativo y autoritario. Abandonados por unos y otros, con una base social exigua, sus líderes cayeron también en el error de la radicalización y, por si fuera poco, en una dinámica cainita de personalismos, zancadillas internas y escisiones.
El lector no especializado quizás eche de menos un anexo explicativo de los diversos grupúsculos republicanos, pues corre el riesgo de perderse en la maraña de siglas casi idénticas. El especialista, por otro lado, quizás hubiera preferido una relación bibliográfica menos escueta. Son reparos mínimos que apenas afectan a la valoración final de un libro ejemplar, tan denso en su contenido como brillante y atractivo en su escritura.