Ensayo

Sobrevivir después de Franco

Cristina Palomares

16 noviembre, 2006 01:00

Prólogo de Paul Preston. Alianza. Madrid, 2006. 400 páginas, 18 euros


En los tiempos que vivimos éste es un libro a contracorriente y, aunque sólo fue-ra por eso, conviene destacarlo para que no pase desapercibido. Hace tan sólo dos lustros su tesis hubiera ido a sumarse a las evaluaciones positivas de la transición. Hoy en día, cuando se ha extendido la descalificación o, por lo menos, el cuestionamiento de aquel proceso en nombre de la supuesta memoria histórica traicionada, su planteamiento resulta casi provocador: adjudicar los méritos de aquella etapa a los sectores moderados del propio franquismo. ¡Y con prólogo de Paul Preston, director además de la tesis doctoral en que se basa el presente volumen!
No estamos ante un estudio más sobre la transición. La novedad de su enfoque se pone de relieve ya en el lapso que abarca, 1964-1977. Para Palomares la democratización no puede entenderse bien si partimos, como habitualmente se hace, de 1973, con el asesinato de Carrero, porque las fuerzas que entonces entran en juego vienen conformándose desde una década antes. Un sector del franquismo toma conciencia entonces de que el régimen no puede sobrevivir al propio Franco y hay que preparar el terreno para homologar el sistema político con los otros países occidentales. Son los moderados del sistema: aperturistas y reformistas.

La distinción entre unos y otros, como reconoce la misma autora, no es fácil, aunque teóricamente el reformismo siempre fue un paso delante del mero aperturismo. Pero una figura tan prominente como Fraga, uno de los principales protagonistas de estas páginas, no se deja encasillar fácilmente y otro tanto podría decirse de otros personajes que desempeñan un papel relevante como Fernández-Miranda, Areilza, Ruiz-Giménez o Cabanillas. Pero lo importante, como explicita Palomares, no son los nombres concretos sino ese esfuerzo colectivo desde el interior del régimen que desembocará tras la muerte del dictador, no en una "correlación de debilidades" entre gobierno y oposición, sino en la constatación de que el proyecto que ofrecía el reformismo a los partidos antifranquistas era la mejor solución posible. La autora se implica en deshacer lo que llama tópicos consolidados, como que el franquismo era un "bloque homogéneo" que se cuarteó por el empuje de la oposición democrática, o que fuera la labor de ésta el factor determinante de la transformación política.

Gradualismo, moderación, pacto, posibilismo... Es patente que los valores que aquí se ensalzan no viven en la actualidad sus mejores momentos, ni en la reflexión ni en la praxis política. Parecen lejanos los tiempos en que se aceptaba la transición como modelo y menos fácil resulta aún que se admita hoy que en el fin del franquismo los partidos de la oposición fueran poco menos que convidados de piedra. Quizás éstas y algunas otras observaciones sobre la ideología de Suárez y colaboradores (pag. 298) necesiten ser matizadas, pero en líneas generales el libro de Palomares termina por ser en conjunto una contribución fundamental para comprender desde las entrañas del sistema esa obra de ingeniería política que supuso la conversión pacífica en democracia de un longevo régimen autoritario.