Ensayo

La República española en guerra.1936-1939

Helen Graham

14 diciembre, 2006 01:00

Soldados republicanos en el frente de Cartagena

Debate. Barcelona, 2006. 624 páginas, 22’90 euros.

En el reciente Congreso sobre la guerra civil celebrado en Madrid se rindió un merecido homenaje a los grandes hispanistas, de Jackson a Fraser, de Payne a Malefakis. Cuando los investigadores españoles no tenían libertad de publicación ni libertad para investigar ni libertad a secas, ellos desbrozaron el camino por el que luego transitarían cientos de historiadores españoles. Reconocimiento y gratitud son compatibles con una verdad de perogrullo: desde hace tres décadas es la historiografía española quien marca las pautas, aporta datos relevantes y construye nuevas síntesis. No obstante, persiste entre nosotros un cierto complejo de inferioridad, que lleva a dar más crédito o eco al extranjero por el simple hecho de serlo.

Vienen a cuento esas consideraciones a propósito del nuevo libro de Helen Graham, tras la calurosa recepción de sus obras anteriores sobre el PSOE y la guerra civil. Ahora, en esta República española en guerra, su objetivo primordial es desentrañar "las razones de su derrota". El matiz es importante y debe ser tenido en cuenta por el lector para orientarse entre tantos títulos clónicos: no se trata de una nueva narración del enfrentamiento bélico, sino de algo mucho más preciso, un análisis de la política republicana durante el conflicto. Adelantemos que, según Graham, no se puede responsabilizar en general a sus gobernantes del fracaso en cuestión: fueron las limitaciones objetivas, el impacto a largo plazo de la contienda y, sobre todo, la falta de auxilio por parte de los países democráticos, los que socavaron tanto la capacidad militar como la legitimidad política de la República.
La mayor parte del volumen, por tanto, está dedicada al estudio detallado de las dificultades y dilemas del entramado republicano para mantener la cohesión imprescindible sin dejar de atender al desafío bélico en unas condiciones internas e internacionales cada vez más difíciles. En esa línea, el libro se mantiene en un nivel más que aceptable, puesto que la autora realiza observaciones precisas -brillantes a veces- y maneja con habilidad un copioso soporte documental. Aunque no faltan aspectos sorprendentes, como su resuelta inhibición en el caso Nin, y estimaciones discutibles (el sistemático alineamiento con Negrín, la relativización de la influencia soviética), en líneas generales mantiene una cierta ecuanimidad al tratar las tensiones entre los dirigentes y partidos republicanos.

Los problemas empiezan cuando Graham, ya desde el primer capítulo, se deja llevar por la brocha gorda para caracterizar una República democrática y reformista, al servicio del pueblo, asediada por una derecha cerril que defendía privilegios seculares. El maniqueísmo se acentúa cuando compara la violencia popular que, entre otras cosas, era muy "incompleta", porque dejaba "a oponentes sociales y políticos en su lugar" (p. 150), con el metódico y apocalíptico terror franquista, que reproduce los autos de fe y recuerda a la Inquisición por su dialéctica purificadora de fuego, espada y sufrimiento de herejes (142-143). De hecho, "la clase obrera española se convirtió en lo que los judíos fueron" para los nazis (p. 146). Por el contrario, hay que entender las matanzas de quienes tenían la más mínima relación con la Iglesia, hasta uno del coro o el campanero, como "disolución instantánea y gratificante de la opresión política" (p. 112). Y en todo caso, si los Tribunales Populares se pasaron en severidad, fue porque en ocasiones se infiltraron en ellos jueces que "buscaban deslegitimar a la República" (p. 182).

Dejando al margen ese desequilibrio en el tratamiento de uno y otro bando, el lector español encontrará afirmaciones enfáticas que sorprenden por su obviedad ("las nuevas clases medias de España no aspiraban a ser marxistas-leninistas", p. 39); o que precisarían, en otras ocasiones, de formulaciones más matizadas:. No es extraño por todo ello que al final Graham, aunque sea en contradicción con el título del libro, considere que nada acaba en 1939: "La Guerra Civil española en sí misma continuaría todavía durante años e, incluso, décadas" (p. 454). Ante tal elasticidad de los términos, el lector se preguntará desconcertado: ¿a qué llamamos entonces "guerra civil"?