Image: Santo Tomás de Aquino. (El oficio de sabio)

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Ensayo

Santo Tomás de Aquino. (El oficio de sabio)

Eudaldo Forment

22 febrero, 2007 01:00

Santo Tomás de Aquino

Ariel. Barcelona, 2007. 320 páginas, 26 euros

Quizás la vida de Tomás de Aquino no estuvo llena de episodios apasionantes, pero la época en que vivió sí que lo estaba. Con excelente criterio el biógrafo ha recorrido la biografía de uno de los más grandes pensadores de Occidente con un sabio criterio: situar el trazado de su vida (y de su obra) a través del complejo contrapunto -de muchas voces- que le sirve de entorno contextual.

Esta biografía se convierte de este modo en un interesante acercamiento a una de las épocas más fecundas de la vida europea. Se trata de un recorrido por los principales escenarios del siglo XIII, con el auge de las ciudades, el duelo entre el Imperio y el Papado, las últimas cruzadas, la gran revolución espiritual de las órdenes mendicantes, y los conflictos de éstas con el clero regular en el escenario parisino, sede de lo que terminará siendo la universidad occidental. Allí surge la poderosa voz de este Doctor Angélico: la que adopta para el nuevo medio de enseñanza y discusión universitario un género nuevo que terminará culminando en sus grandes Summas (teológica, contra gentiles).

El texto es especialmente ameno por estas razones: se sigue la vida del Aquinate, pero cada vez que en ella se cruza algunas de estas grandes fuerzas (colectivas o individuales), se dibuja con muy buen pulso lo que entonces acontece. En este sentido el lector halla un magnífico semblante de figuras como Federico II, el emperador que parece anticipar el renacimiento; o Luis IX de Francia, San Luis, sugiriéndose el contraste de sus respectivas naturalezas y caracteres. Se asiste, así mismo, al surgimiento de instituciones como el Tribunal de la Inquisición, tras la gran crisis de herejías, o religiones no cristianas, en el siglo XII, especialmente el catarismo, o movimientos disidentes en el XIII Todo ello constituye el tapiz de fondo sobre el que va circulando la vida de Tomás de Aquino, de la orden mendicante de los predicadores: una vida escasa en anécdota sensacional pero llena de logros intelectuales y morales.

En este sentido la biografía está excelentemente construida. Incluso un aspecto de la misma que podría provocar recelo y animadversión en muchos lectores ha sido tratado de manera cuerda. El autor es un buen conocedor de la vida y obra de Santo Tomás de Aquino. Pero también debe decirse que el autor no es, en absoluto, imparcial ni desapasionado en los juicios de valor a través de los cuales afronta los distintos episodios que enmarcan la vida y la obra del Aquinate. Está claro que movimientos como el catarismo, o como el franciscanismo de los espirituales, no despiertan en él poderosas simpatías. En todo caso se revela mucha mayor indulgencia en hacer históricamente comprensible la creación del Tribunal de la Inquisición que en el tratamiento de la tragedia cátara. Es también meridiana la mayor empatía que la figura de Luis IX suscita en el autor si se la compara con ese personaje enigmático, cercano al Islam, o al agnosticismo, que es Federico II. Pero llama la atención la no disimulada admiración, propia de buen historiador, que este emperador suscita en el biógrafo.

No se advierten molestas injerencias que pudiesen provocar rechazo o rebeldía en un posible lector que no comulgue de manera incondicional con las premisas ideológicas del autor. En este sentido esta biografía es modélica. El que no acepte las valoraciones que el autor vierte sobre los hechos puede seguir el hilo argumentar del relato sin molestia ni interferencia. El autor, por lo demás, no excluye juicios de valor. Por todas partes se traslucen. Pero el texto está dispuesto de tal modo que el buen lector puede perfectamente preterirlos -desde la discrepancia y el respeto- a causa de lo que la biografía aporta en abundancia: la bien meditada semblanza que se hace de personajes, episodios o fuerzas en lucha a través de los cuales la silueta de Tomás de Aquino se va dibujando.

El libro constituye el fruto maduro de muchos años de dedicación. Y cada línea del texto habla de esa forma reflexionada y meditada con la que se ha afrontado la composición del texto. Por fin van promoviéndose solventes acercamientos biográficos a pensadores, sabios, filósofos, demostrándose así la gran falacia de que únicamente las vidas llenas de drama o de tragedia, plagadas de amores y desamores, como suelen ser las de artistas y escritores, tienen derecho a constituir materia biográfica. No es bueno confundir la historia con la histeria, por mucho que sólo un fonema las separa.

El caso de los filósofos es sorprendente. En gran medida la falta de sustancia de la vida de los grandes pensadores (Kant, Hegel, Tomás de Aquino) se debe a que a los biógrafos les ha faltado imaginación histórica para saber situar esas vidas en contextos llenos de brío y brillo noticiable. Como si sólo quienes sufrieron vida literaria (Nietzsche es el paradigma, o en nuestro siglo Wittgenstein) fuesen dignos de ser biografiados. Pero en toda vida filosófica importa la maduración del pensamiento en la misma medida en que se coteja con el contexto histórico. Ese encaje lo ha sabido hacer con maestría Eudaldo Forment en un texto en el que la vida del gran pensador de la escolástica se entreteje con las vicisitudes del siglo XIII europeo: el siglo del nacimiento de las universidades, y del renacimiento de las ciudades.