Image: El siglo de China. De Mao a primera potencia mundial

Image: El siglo de China. De Mao a primera potencia mundial

Ensayo

El siglo de China. De Mao a primera potencia mundial

Ramón Tamames

22 marzo, 2007 01:00

La Plaza de Tiananmen, hoy

Planeta. Madrid, 2007. 486 páginas, 26 euros

El extraordinario desarrollo económico que ha experimentado China en los últimos treinta años ha dado lugar a una proliferación de libros que tratan de explicar sus causas y sus implicaciones. El que acaba de publicar Ramón Tamames no ofrece grandes novedades, pero sí abundante información sobre un tema que nadie que quiera comprender el mundo actual puede permitirse ignorar.

La presencia de 36 gráficos, 16 cuadros y 11 mapas evidencia el propósito de proporcionar al lector un gran número de datos, y algunos de ellos resultan muy interesantes, como es el caso del referente al porcentaje del PIB destinado a la inversión I+D, que en China es más elevado que en España o Italia, aunque inferior al de los países más avanzados de Asia, como Japón, Corea y Singapur. El dato esencial es que entre 1978 y 2006 el PIB de China se ha multiplicado casi por 13 y en el origen de ello se encuentra la liberalización comercial que se inició tras la desaparición de Mao, que implicó una drástica reducción de las tarifas aduaneras y condujo a un fuertísimo incremento del comercio exterior. El caso de China muestra que el camino del desarrollo pasa por incorporarse a la globalización. Ello ha llevado a que, como destaca Tamames, China sea ya hoy, por el monto de su PIB, la segunda economía del mundo. Si este hecho esencial no es suficientemente conocido, ello se debe a que las comparaciones internacionales suelen basarse en el tipo de cambio de las monedas, lo que conduce a sobrevalorar la riqueza de los países más desarrollados, sencillamente por ignorar el factor de que en éstos los precios son más altos. Si la comparación se hace, como debe hacerse, mediante el sistema de la paridad de poder adquisitivo, es decir teniendo en cuenta el nivel de precios de cada país, Estados Unidos sigue apareciendo como la mayor economía del mundo, pero la segunda es China, la tercera es Japón y la cuarta es India.

Dado que India ha alcanzado en los últimos años unas tasas de crecimiento económico también elevadas, aunque no tanto como las de China, algunos analistas empiezan a emplear el término Chindia para subrayar la importancia crucial de un espacio geográfico en que tan sólo dos naciones concentran a más de un tercio de la población mundial así como una parte importante del potencial de crecimiento económico del planeta en las próximas décadas. Ambas naciones han resuelto recientemente sus diferencias fronterizas y el comercio entre ellas empieza a despegar, a partir de unos niveles muy bajos, pero, como subraya acertadamente Tamames, India se está convirtiendo a su vez en un aliado privilegiado de Estados Unidos.

Toda esta historia de éxito no excluye que China tenga todavía importantes asignaturas pendientes, que Tamames resume en cuatro: la superación de algunas herencias de la estructura económica comunista, incluida la propiedad estatal de la tierra -los campesinos sólo son titulares de derechos de tenencia-; la democratización, brutalmente frenada en 1989; la inserción en la comunidad internacional como gran potencia no amenazadora, cuestión para la que el escollo principal estriba en la actitud hacia Taiwan; y finalmente la atención a los problemas medioambientales, hasta ahora descuidados.

Para España, como para toda Europa, las relaciones económicas con China tienen una importancia creciente, y Tamames describe en detalle los esfuerzos de las empresas españolas por abrirse camino en el difícil mercado chino, así como la escasa disposición de los gobernantes españoles a mostrarse críticos respecto a la violación de los derechos humanos en China.