Cortázar Obras Completas VI
Julio Cortázar
19 abril, 2007 02:00Julio Cortázar. Fondo de Cultura Económica
El volumen sexto de la edición de la obra completa de Julio Cortázar reúne parte de los ensayos del escritor argentino y en buena medida, como se apunta en "Nota a esta edición", cuidada por Nicanor Vélez, los ya publicados en tres volúmenes por Alfaguara (1941-1963) y (1964-1983), cuyo primer volumen, editado por Saúl Yurkiévich, fue Teoría del túnel, de 1947. Aquí se ha reordenado el conjunto y, además figuran unos ensayos críticos, que no habían sido compilados en su tiempo por el autor y aparecieron en lugares poco accesibles, junto a otros de diversa procedencia, conferencias, discursos y los libros Nicaragua tan violentamente dulce (1983, aunque se utilice la edición de Managua, de 1983 y la barcelonesa de Muchnik, 1984) y Argentina: años de alambradas culturales (1984, basada también en la de Muchnik, de 1984). Saúl Sosnowski considera: "Puede ser un tanto desmesurado concebir Teoría del túnel como un Aleph de la obra de Cortázar y acceso anticipatorio del taller del escritor". En sus páginas podemos advertir la oscilación que habrá de caracterizar parte de su obra: del surrealismo al existencialismo en original combinación. Estos ejes van a ser en adelante determinantes, pero el Cortázar de 1947, con 33 años, quedaba aún lejos de la riqueza de motivos, de su mágico estilo y obras maestras. Un año más tarde, sin embargo, en su "Elogio del jazz. Carta enguantada a Daniel Devoto" aparece otro de los temas que habrán de caracterizarle. A su amigo, el erudito y poeta argentino, le dedica un ensayo en forma de carta donde descubrimos más intuiciones que justificarán la modernidad, porque su obra creadora rompe y moldea géneros y resulta inseparable de ensayos y reflexiones estéticas: "...en una jam session la música está naciendo y muriendo instantáneamente, es la creación por el acto mismo de crear, como me sospecho que habrá sido la Otra".Puede resultarle más revelador, a quien desee entrar en su obra a través del ensayo, acercarse al magma de sus ensayos críticos (páginas 131-802), en cuyo inspirado revoltijo podemos descubrir tantos descubrimientos de primer orden: el placer del crítico. Salvo por las fechas de sus últimos textos, tal vez sus libros "comprometidos", sobre Nicaragua y Argentina, hubieran podido formar parte de otro volumen. Pero en Cortázar no puede desligarse su "compromiso", de orden sartreano, de la revolución cubana, la sandinista nicaragöense o su testimonio de la represión en el Cono Sur, cuando formó parte del Tribunal Russell, que pasaría más tarde a su novela Libro de Manuel (a cuya génesis se alude aquí en "Los caminos del escritor"), que quizá el lector posea en otro volumen. El humanismo que había descubierto en el existencialismo nunca le abandonaría, ni su afición a la poesía (figura aquí el prólogo a la poesía amorosa de Pedro Salinas, ensayos muy lúcidos dedicados a Cernuda, Aleixandre y Alberti y, para quien se interese por su crítica sobre autores españoles, tampoco pueden olvidarse los que se ocupan de Gómez de la Serna, G. Díaz-Plaja, J.M. Ullán, Gonzalo Suárez o Antonio Saura). Pero su poesía y poética corresponden al volumen IV. En sus artículos de "Cabalgata" podemos advertir auténticas perlas: el comentario a la primera y tardía edición en español de La Náusea, de Sartre; observaciones sobre Los papeles de Aspern, de Henry James; o consideraciones sobre la novela policíaca y sus autores principales. Cortázar, como Borges, nunca se mostró esquivo al género. Conviene no pasar por alto textos sobre autores argentinos o hispanoamericanos, como Uslar Pietri, Victoria Ocampo, Artl, Osvaldo Soriano e inevitablemente Alfonso Reyes, así como Literatura de la revolución y revolución en la literatura, frente a Oscar Collazos y los fundamentales: El escritor y el lector en América Latina, de 1978, y El estado actual de la narrativa en Hispanoamérica, de 1983. No menos trascendentes nos parecen sus reflexiones sobre el cuento, así como su análisis de Poe, al que tradujo, como su ensayo "Translate, traduire, tradurre: traducir", reflexión sobre el que fuera durante años su trabajo.
¿Y qué decir de los discursos y prólogos aquí también incluidos? Cuando en "De gladiadores y niños arrojados al río" describe la serie de escritores argentinos "desaparecidos" afirma: "Yo ya no sé escribir como antes, hacia dondequiera que me vuelva encuentro la imagen de Haroldo Conti, los ojos de Rodolfo Walsh, la sonrisa bonachona de Paco Urondo". Es un texto de 1980. Y, en efecto, la literatura se había tornado en parte ejercicio liberatorio. Cuando Juan Gelman le pide un prólogo para su libro, escribe en "Contra las telarañas de la costumbre": "Hombre al que le han segado la familia, que ha visto morir o desaparecer a los amigos más queridos, nadie ha podido matar en él la voluntad de sustraer esa suma de horror como un contragolpe afirmativo, creador de nueva vida". Tal vez los últimos textos justifiquen la presencia aquí de sus libros de denuncia y esperanza. Acompaña el volumen un índice del origen de cada uno de los textos, preparado por Gladis Anchieri, así como otro útil índice onomástico.