Image: Contra la censura. Ensayos sobre la pasión de silenciar

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Ensayo

Contra la censura. Ensayos sobre la pasión de silenciar

J. M. Coetzee

3 mayo, 2007 02:00

J. M. Coetzee. Foto: F. I. L. R.

Trad. Ricard Martínez i Muntada. Debate. Barcelona, 2007.

Cuando apareció este libro (1997), los lectores lo situaron en el contexto de Suráfrica, país asolado por décadas de discriminación racial y la posterior corrupción de los gobiernos post apartheid. J. M. Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940) ha sido laureado con el premio Nobel (2003) y dos veces con el Booker Prize, entre otras distinciones. Su fama como novelista proviene de su talento para presentar al ser humano viviendo los problemas de su tiempo en una determinada coyuntura histórico-social, sea el acoso sexual (Desgracia) o la búsqueda de la propia identidad (Vida y época de Michael K.). Sus últimas novelas, Elizabeth Costello (2003) y El hombre lento (2005), son más realistas, aunque su obra maestra sigue siendo la simbólica Esperando a los bárbaros (1980).

La relación de Coetzee con la censura debemos caracterizarla de compleja, pues varios de sus libros fueron sometidos a ella, sin que llegaran a prohibirse. Los censores lo consideraban un autor en exceso literario. Sus descripciones de actos sexuales o los atrevimientos en la presentación del mundo real nunca fueron juzgados peligrosos para el lector común. Sin embargo, el tema de este libro no resulta autobiográfico, evita narrar las propias vicisitudes, y tampoco pretende historiar la censura surafricana. Supone, en cambio, una explicación del efecto psicológico que provoca la censura en el artista, cómo le hace dirigirse a su lector saltando esa mirada vigilante e indiscreta, que en última medida acaba causando un daño psicológico. Hay un aserto de Coetzee que conviene recordar, relacionándolo a la situación española: que las letras jamás florecen bajo la censura propia de una dictadura. Numerosos análisis de la literatura española de posguerra defienden esa idea equivocada, que el burlar al censor agudiza el ingenio.

A primera vista, el libro me pareció una mera reunión de artículos ya publicados, que lo es, por el autor en su faceta de profesor universitario de literatura comparada; las citas de Foucault, de Derrida, de Lacan y de otros ilustres teóricos, apuntaban en ese camino, al igual que el amplio bagaje de notas, pero enseguida me di cuenta de mi error.

Cada uno de los capítulos del libro aborda un aspecto de la censura, que terminará por ofrecernos un abanico de ejemplos de la manera en que los autores resultan azuzados o coartados por la censura y la manera en que se influencian unos a otros. Abordan asimismo diversos escritores, desde el escritor fascista surafricano Geoffrey Cronjé, que acabaría sonrojando a los propios censores con el cambio de aires políticos; pasando por Alexander Solzhennitsyn, cuya obra no hubiera existido sin la conflictividad interna con sus censores. Y llega a gentes como Osip Mandelstam, que cedió al poder, escribiendo una "Oda a Stalin" -de nuevo, el referente español, los poemas a José Antonio, puede interpolarse aquí-, y dos otros importantes escritores surafricanos, que un servidor desconocía, como Andre Brink y Breyten Breytenbach. En sendos capítulos se cuenta lo que fue vivir bajo la censura en el apartheid y se defiende la tesis de que su vocación de escritores fue reforzada por el estado censor. Otros capítulos, como el dedicado a Catherine McKinnon y la cuestión de la pornografía en EEUU, causante de una real opresión de la mujer, tiene algo menos de interés. Quizás el mejor capítulo del libro sea el dedicado a Erasmo, espíritu que según el propio autor permea este libro. A Coetzee le falta el humor de Erasmo, pero sí se acerca al sabio de Rótterdam en el uso de la ironía, el deseo de luchar contra las ideas recibidas, de buscar un punto medio, un tanto indefinido, porque los sistemas de valores fijos nunca resultan apropiados.

El libro no satisface por completo, porque, como ocurre en los dos primeros capítulos, hay muchas disquisiciones que se pierden en explicaciones un tanto largas y vagas. Quizá hay demasiadas matizaciones. Sin embargo, la lectura total arroja un saldo muy positivo y permite comprender las múltiples y sutiles maneras en que la censura acaba siempre influenciando al autor y al lector su sentido moral.