Image: Judíos, ¿vergöenza o victimismo?

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Ensayo

Judíos, ¿vergöenza o victimismo?

Peter Novick

3 enero, 2008 01:00

Marcha de israelíes al campo de Auschwitz. Foto: Jacek Bednarczyk

Traducción de J. Cuéllar Menezo. Marcial Pons, Madrid, 2007. 400 páginas, 30 euros

La noción de "memoria histórica" despierta grandes controversias, tanto entre los especialistas, que difieren radicalmente en la conveniencia de su uso en el análisis científico (historia y memoria son antitéticos, según S. Juliá), como en la sociedad en su conjunto, porque siempre el pasado que se rememora es conflictivo o doloroso. Lo hemos podido comprobar sobradamente en nuestro ámbito donde, además de estar fraguándose una ley con ese marchamo, se ha generado una amplia polémica, no exenta de crispación -otro término de moda-, sobre la necesidad o beneficio de remover nuestro pasado más traumático (guerra civil y represión franquista), y ajustar cuentas políticas con traumas o fantasmas que siguen coleando. La clave de la cuestión no está en el hecho en sí de investigar fríamente, pues en eso consiste la labor historiográfica, sino en el sentido que adquiere ese ayer en las propuestas del presente y los objetivos del futuro.

No sólo nosotros, evidentemente, nos enfrentamos a una memoria histórica conflictiva. Como con frecuencia pecamos de ombliguismo, conviene asomarse a otras situaciones. Para ello, nada mejor que este libro de Peter Novick (1934) que me apresuro a recomendar como obra verdaderamente magistral. Lo es tanto por la profundidad de su análisis como por la claridad de su exposición y la agudeza de sus observaciones, virtudes todas ellas que han encontrado además una traducción impecable en la versión española. ¿Y de qué trata exactamente? Nada menos que de la memoria más lacerante de la comunidad judía, la Shoah, es decir, todo lo que rodea el atroz exterminio de seis millones de hebreos por la maquinaria de destrucción nazi. Para ser más precisos, debíamos especificar que el autor se centra en cómo se construye la memoria del Holocausto y el papel que desempeña en la cultura y la política estadounidenses a lo largo de la segunda mitad del s. XX.

Sólo desde la ingenuidad o la falta de reflexión puede concebirse aquel genocidio como un trance percibido con nitidez desde el primer momento y asumido con todas sus consecuencias. No fue así, señala Novick, y lo demuestra de manera incontrovertible con testimonios inteligentemente seleccionados: por más sorprendente que resulte desde la perspectiva actual, las actitudes predominantes al principio fueron confusas y dubitativas, hasta el punto de que entre los propios judíos se prefería no hablar del tema. El silencio, dice Novick, fue la nota distintiva en las dos décadas posteriores a la guerra. Después, por el contrario, el Holocausto se convirtió en asunto capital de la memoria judía. De ahí un interrogante fundamental e insoslayable: "¿qué es lo que explica esta inusual cronología?".

ésta es la cuestión medular, el papel que se asigna a la Shoah en la identidad hebrea, con dos bifurcaciones fundamentales, la edificación de una legitimidad sionista en general y, más concretamente, la justificación de la política del Estado de Israel (mirado desde la perspectiva estadounidense). Es aquí donde hay que aplicar el viejo principio de que las necesidades del presente determinan qué pasado queremos evocar y el modo de recordarlo. Y aquí es también donde interviene la memoria colectiva, no para comprender el pasado en toda su complejidad, sino para mitificarlo de forma que se convierta en luz y ejemplo. Así surgen las "lecciones del Holocausto", no como indagación en el pasado, sino en forma de rituales y consignas al servicio de una ideología y una política determinadas. Novick recuerda que una figura emblemática como Ben Gurion afirmaba con desenvoltura: "nos interesa utilizar a Hitler... para construir nuestro país; cuanto peor sea la desgracia, mayor será la fuerza del sionismo" (p. 93).

Como puede apreciarse, Novick, que es judío, puede criticar la manipulación del Holocausto y su uso partidista por el sionismo con una contundencia que en otro contexto despertaría anatemas y escándalo. Su obra es de una valentía admirable y una clarividencia deslumbrante. Ello no implica, obviamente, que tenga que comulgarse con todas sus aseveraciones, máxime cuando no rehuye interpretaciones arriesgadas o algo retorcidas, como esa competencia victimaria entre diversas comunidades que lleva a una cierta "envidia del Holocausto" (p. 212). Novick desenmascara por otro lado la frivolidad de los medios, capaces de elegir el número total de víctimas en función del encaje de un renglón (p. 244). Aborda también la deliberada incomprensión de H. Arendt y su famosa tesis sobre la "banalidad del mal". Y nos obliga a una incómoda reflexión cuando, en el contexto de la supuesta pasividad culpable de Occidente ante el trágico destino judío, nos muestra que hoysomos también tremendamente insensibles ante la suerte de millones de otras víctimas inocentes (p. 278). Ya que no es posible dar cuenta de tantas sugerencias y derivaciones, digámoslo así: un libro apasionante.