Vivir de la pluma. La profesionalización del escritor, 1836-1936
Jesús Martínez
19 junio, 2009 02:00Gómez de la Serna en la tertulia de Pombo
La expresión "vivir de la pluma" tiene una doble acepción: la más obvia remite al aspecto material, sacar la indispensable rentabilidad económica a la labor de escribir para ganarse la vida; la segunda, menos evidente pero trascendental, atañe a la escritura como oficio y al escritor como un profesional con autonomía y conciencia de su papel específico en la sociedad. Ambas dimensiones son analizadas en este libro, que contempla las condiciones materiales, sociales, políticas y culturales en que los escritores construyeron "su autonomía y sus señas de identidad modernas". El estudio se centra en España y tiene a Madrid como referencia privilegiada, debido a que fue la capital -por razones obvias de promoción y oportunidades- el polo fundamental de atracción de estos profesionales durante el largo lapso que aquí se examina, 1836-1936.La consideración de tan dilatado período permite a Jesús Martínez (Madrid, 1958), uno de los principales expertos en este ámbito de la historia cultural, trazar las grandes líneas de evolución del oficio, lo cual supone atender no sólo a la cambiante valoración del rol de autor en la sociedad española, sino también al impacto de otras variables que acompañan o enmarcan necesariamente la tarea de escribir: desde la "construcción del mercado editorial" al problema de la propiedad intelectual y los derechos de autor, o desde los condicionantes específicos de la publicación a las actividades complementarias que constituían la tabla de salvación de tantos escritores (con el periodismo como actividad predilecta). Así, trascendiendo el marco de las cuitas profesionales, nos asomamos a un retrato cultural más amplio y, en general, al conjunto de transformaciones que sufre España desde un "Antiguo Régimen tipográfico" a una "moderna economía de la edición".
El concepto de autor, tal como hoy lo concebimos, es el resultado de la revolución liberal y de las transformaciones económicas y sociales que la acompañan. Es obvio que en dicho sentido no hay autor sin público y ello implica, entre otras cosas, expansión urbana, aumento de lectores, desarrollo de una industria editorial o modernización de técnicas, y todo ello en un cierto ámbito de libertad.
En la primera parte se estudia la eclosión de ese proceso (1836-1900), es decir, los comienzos de la profesionalización del escritor en una sociedad que comienza a poner las bases para hacer posible esa "emancipación", no exenta de múltiples contradicciones (como demuestran los casos de Valera, Alarcón, Clarín y Galdós). La segunda parte (1900-1936) constituye el núcleo central del libro porque trata ya de un período caracterizado por el "capitalismo de edición y la pluralidad de públicos", en el que escribir significa una opción diferenciada, hay una "vida literaria" digna de tal nombre y, en definitiva, es claramente perceptible una receptividad social y cultural que desemboca en fórmulas modernas de contratación: sin que desaparezcan los proletarios de la pluma o una bohemia forzosa, algunos logran ascender al Olimpo... de la remuneración digna.
La tercera y última parte se detiene primero en tres casos emblemáticos (Juan Ramón Jiménez, Jardiel Poncela, Blasco Ibáñez), aborda después los conflictos de intereses entre los distintos sectores implicados en la edición y desemboca en el análisis del escritor militante en el Madrid de los años 30. Se cierra de este modo un tortuoso trayecto histórico que ha conducido a los autores -si se permite el esquematismo- de la casi invisibilidad social al compromiso y la conciencia vigilante. Esa trayectoria está trazada por Martínez con gran nitidez, con dominio incuestionable de una amplísima documentación y con una encomiable capacidad de síntesis. Se trata por ello, pese a su limitada extensión, de una obra densa, que requiere una lectura atenta y que interesará sobre todo a los estudiosos de nuestra historia cultural reciente.