Image: La guerra: Historia secreta de la Casa Blanca

Image: La guerra: Historia secreta de la Casa Blanca

Ensayo

La guerra: Historia secreta de la Casa Blanca

Bob Woodward

9 abril, 2010 02:00

George W. Bush arenga en Irak a sus soldados

Traducción de Emilio Ortega. Algón. Jaén, 2010. 518 páginas, 24'95 euros


Con La guerra, Bob Woodward, del Washington Post, culmina su inmensa crónica de la presidencia del segundo Bush y de su política iraquí. Iniciada con Bush en guerra, un libro muy favorable al presidente que abordaba su respuesta a los atentados del 11-S, continuada con Plan de ataque, que describía los orígenes de la decisión de invadir a Irak, y prolongada con Negar la evidencia, un libro ya muy crítico hacia Bush que mostraba su incapacidad para reaccionar ante la evidencia de que la guerra iba mal, la tetralogía, basada en un gran número de entrevistas con protagonistas relevantes, incluido el presidente, proporciona un mina de información sobre los debates internos y la toma de decisiones en la Casa Blanca. La guerra, que se centra en el período entre 2006 y 2008 en el que se tomó la crucial decisión de reforzar las tropas americanas en Irak para dar un vuelco a la situación, tiene las mismas cualidades que las obras precedentes, aunque a pesar de su referencia a una "historia secreta" no proporciona demasiada información relevante que no hubieran dado ya a conocer otros reporteros.

El título de la edición española no es muy preciso. La traducción literal del original sería La guerra interior: una historia secreta de la Casa Blanca, 2006-2008 y la expresión "guerra interior" es la que más fielmente refleja el contenido del libro, que no ofrece una crónica del frente de Irak sino del frente de Washington, es decir de los fuertes debates internos entre los responsables de la política americana. A mi juicio, se echan en falta más referencias a lo que ocurría en el auténtico escenario bélico, en el que la tardía decisión de Bush de actuar con toda la fuerza necesaria ha tenido finalmente éxito. La violencia en Irak es hoy mucho menor que en 2006, debido a factores como la decisión de importantes grupos sunníes de romper con Al Qaeda y llegar a un entendimiento con el gobierno de Bagdad, el apaciguamiento de las milicias chíies de Muqtada el Sadr y, por supuesto, la eficaz implementación de la nueva estrategia contrainsurgente por parte del general Petraeus.

El balance general de la gestión presidencial de Bush que Woodward ofrece en su epílogo es muy negativo. Le presenta como un líder impaciente, bravucón y demasiado seguro del acierto de sus decisiones, que ha actuado de forma impulsiva, ha descuidado la gestión de la guerra y ha tardado en admitir la realidad cuando ésta contradecía su percepción instintiva. En conjunto esta conclusión parece correcta, pero en el período final al que se refiere La guerra hay que admitir que, a juzgar por los resultados, Bush tomó la decisión correcta, la de reforzar las unidades de combate en Irak, frente a la opinión de muchos responsables, incluida la cúpula militar, tal como documenta detalladamente el propio Woodward.

En 2006 el general Abizaid, jefe del Mando Central, opinaba en privado que había que retirar las tropas cuanto antes, y el general Casey, jefe de las fuerzas en Irak, pensaba que el envío de nuevos refuerzos podría conducir a una dinámica similar a la de la guerra de Vietnam. A pesar de ello Bush optó por la escalada. "No estamos buscando un empate", le dijo a Casey en una videoconferencia, una observación que el general percibió como una afrenta. Y lo cierto es que la escalada ha funcionado y el nuevo presidente Obama puede plantearse ahora la retirada de las tropas sin que ello suponga un fracaso.