Recuerdos ligeros
Paul Léautaud
23 abril, 2010 02:00El autor es consciente de que estos Recuerdos ligeros no están todavía a la altura de ese ideal. Sería a un casi coetáneo suyo, Proust, a quien correspondería la gloria de derribar el imponente edificio de la vieja novela psicológica, y para ello recurriría a un procedimiento opuesto al de Léautaud: forzar la retórica y los recursos del narrador omnisciente decimonónico hasta casi desbordarlos. Y lo curioso, a la luz de este breve texto de Léautaud, es que ambos alcanzaran, por caminos tan opuestos, casi las mismas constataciones.
Porque, como Proust, Léautaud no duda en situar a su madre en el centro de su complejo universo erótico, y en construir alrededor de ese núcleo un vivo entramado humano en el que la obsesión sexual resulta el principal y casi único motor del comportamiento humano. Proust situará magistralmente su cuadro en las esferas de la alta burguesía y la aristocracia, mientras que Léautaud se conformará con el mundillo de las prostitutas de poca monta. Su madre, insinúa, fue también una mujer ligera, que lo abandonó en plena infancia, dejando en él una especie de desvalimiento erótico y afectivo que le llevará a frecuentar esos ambientes y convertirse en amigo de esta clase de mujeres; aunque, como Proust, se retratará a sí mismo como un hombre más bien retraído, que prefiere la frecuentación de la compañía femenina a la consumación del amor físico. En este marco, decíamos, situará el reencuentro con la madre, con la que iniciará una relación cínica y ambigua, en la que las expansiones materno-filiales alcanzarán una clara temperatura erótica.
Es una historia a su medida, en la que Léautaud encuentra la voz cínica y sincera que lo singularizará en el casi siempre muy comedido panteón de la literatura francesa. Genio y figura, casi medio siglo después resumiría su experiencias amorosas en un libro de aforismos que dedicó a su gato.