Image: Nikola Tesla

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Ensayo

Nikola Tesla

Margaret Cheney

14 mayo, 2010 02:00

Nikola Tesla en su laboratorio.

Traducción de G. Cantera. Turner. Madrid, 2010. 424 páginas, 28 euros


Corriente alterna o continua, Tesla o Edison, Westinghouse o General Electric, no parece sino que aquel tiempo de tránsito del XIX al XX en el que florecieron los grandes inventos estuviera marcado por las controversias y las rivalidades de sus cultivadores. A uno de ellos, quizá no tan recordado como su antagonista, está dedicado este libro que más que "un recorrido por su prolífico trabajo es un profundo viaje a su extraordinaria mente"; la de una figura tan compleja como sus inventos.

Nikola Tesla había nacido en 1856 en Croacia, en el seno de una familia serbia: "Soy serbio pero mi patria es Croacia", solía decir. La que sí adoptó fue la nacionalidad estadounidense, el país del que ya no salió desde que en 1884 llegó a Nueva York. Allí empieza su época más productiva, que podría simbolizarse con la "guerra de las corrientes", continua o alterna, que mantuvo con un ya consagrado Edison; éste defendía la continua y trató de desacreditar con malas artes la de Tesla. Pero fue ésta la triunfadora cuando en 1887 se aplicó la tecnología de producción y transporte de electricidad alterna en la construcción de una central eléctrica en las cataratas del Niágara. Poco le benefició eso a su promotor que, en su ingenuidad, dejó que Westinghouse se quedara con el provecho. Al menos Edison sí que reconoció años después que su oposición a la corriente alterna fue el mayor error de su vida.

Una oposición en la que estuvieron alineados su colega y paisano Michael Pupin y también Marconi que en 1909 había sido galardonado con el Nobel de Física por sus investigaciones en la telegrafía sin hilos. Claro que en 1943 el Tribunal Supremo de EE.UU emitió un fallo que atribuía a Tesla, por sus patentes radiofónicas, el germen de los inventos y resultados prácticos conseguido por Marconi. Por cierto que también se auguraba en 1915 que Tesla y Edison iban a ser propuestos conjuntamente para el Nobel de Física que finalmente recayó en los Bragg, padre e hijo.

En el libro de Margaret Cheney (Eugene, Oregon, 1921) se describen multitud de inventos de su protagonista, que desarrolló una portentosa y continuada actividad, adelantándose a hallazgos que han desconocido después esos precedentes. Podría rastrearse su prioridad en la investigación de dispositivos que son la base tecnológica de progresos en telecomunicaciones, radio, televisión, horno microondas, dinamo, bobina de encendido para motores de combustión, transformador de corriente alterna en continua que se utiliza en cargadores de baterías, propulsión eléctrica, indicadores de velocidad y tantos más.

"Son muchos los investigadores -leemos, por ejemplo- que han trabajado en la tecnología de ordenadores a lo largo de la segunda mitad del siglo XX y se han quedado sorprendidísimos cuando, al ir a registrar sus respectivas patentes, se han encontrado con las otorgadas en su día a nombre de Tesla". Queda por ver si en los documentos científicos que fueron depositados a su fallecimiento en la Office of Alien Property, y que se consideran hoy desaparecidos, nos volvemos a topar con nuevos avances.

Tesla murió en 1943 y para entonces tanto él como Edison veían la sima abierta entre la nueva generación de los físicos atómicos que sólo hablaban de Einstein y la de los inventores como ellos, que eran ya el pasado. Fue el suyo un triste final: acuciado por las deudas, apartado y solo. Sin nuevos descubrimientos, aunque afirmaba poseerlos, su forma de comportarse se fue tornando más y más extraña; padeció manías, como la de recoger palomas, y su mente parecía ya un repertorio de neurosis.

Él, que en su juventud había frecuentado la alta sociedad en la que destacaba por su prestancia, que era elegante en el vestir, correcto y refinado de trato, generoso e incluso alegre y muy divertido, según quienes le conocieron. Realmente algunos de nosotros no lo habíamos conocido. Este libro, tan completo en todos los órdenes, nos ayuda a librarnos de esa incómoda ignorancia.