La política del cambio climático
Anthony Giddens
21 mayo, 2010 02:00Deshielo en Groenlandia
El original inglés de La política del cambio climático apareció el año pasado y no es tanto un libro sobre el cambio climático, aún cuando Giddens dedica los primeros capítulos a su debate, como un texto sobre las políticas, sobre todo públicas, del cambio climático. El suelo argumental está en la tesis que Giddens viene sosteniendo: "La economía global no es sostenible tal como la conocemos".
Desde su punto de vista, el desarrollo industrial ha generado un poder de una magnitud tal que la destrucción del mundo ya no es una idea religiosa sino una posibilidad real. Así, el agotamiento de los recursos energéticos, unido al cambio climático, podría desembocar en conflictos a gran escala con utilización de armas de destrucción masiva. Añádase que "probablemente en 2050 habrá en el mundo 9.000 millones de personas".
El horizonte en el que coloca al lector no invita a la esperanza de un mundo mejor. El optimismo ha sido siempre una de sus banderas pero, en esta ocasión, los escenarios son los de una "nueva era de obscuridad" o de una "nueva era ilustrada". Resolver esta situación es el gran objetivo del libro, por más que Giddens lo deje entre líneas y busque que el lector encuentre sus soluciones o, al final, se quede en una "tercera vía" en la que el futuro sea una mezcla confusa de ilustración y obscuridad.
Se ha construido el volumen, como es habitual en Giddens, con mucha información, una escritura limpia y directa y, eso sí, una buena dosis de ego no exenta ni de valentía ni del partidismo new labour que, por cierto, acaba de desaparecer en Reino Unido a manos de Cameron y Clegg. Tiene coraje que en la cuarta línea de la introducción lord Giddens escriba que este "libro es una extensa investigación sobre una sola pregunta: ¿por qué hay personas que continúan conduciendo vehículos todoterreno un solo día más?"
La política del cambio climático va más allá de la respuesta a esta pregunta. Plantea la urgente necesidad de introducir un cambio drástico en el estilo de vida de las personas y de los Estados y sus necesidades industriales y militares. Dicho cambio, en un socialdemócrata revisionista como Giddens, no puede venir más que de la intervención del Estado. Debe estar liderado por gobiernos que apoyen la energía eólica, los biocombustibles, la energía solar fotovoltaica o la energía geotérmica. En esta amplia panoplia de energías no contaminantes, Giddens no duda en recomendar, para escarnio de verdes y radicales, la energía nuclear. Con recesión y crisis, vuelven la planificación y el Estado.