Image: Irán: una historia desde Zoroastro hasta hoy

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Ensayo

Irán: una historia desde Zoroastro hasta hoy

Michael Axworthy

24 septiembre, 2010 02:00

Relieve persa dedicado a Dario I

Trad. Gregorio Cantera. Turner. 382 pp., 28 euros / Irán por dentro. Alfred G. Kavanagh. Trad. Gregorio Cantera. Olañeta. 803 pp., 30 euros


Irán es un país de una larga historia, que juega un papel relevante en el mundo actual y del que nos llegan noticias a menudo inquietantes y a veces atroces, como la condena a morir lapidada de una mujer, Sakineh, por cuya vida se ha levantado un clamor universal, al que nos sumamos. Dos obras recién llegadas a nuestras librerías permiten al lector interesado acercarse a su presente y a su pasado: Irán, una breve historia, escrita de manera competente y amena por el historiador y periodista británico Michael Axworthy, e Irán por dentro, una enciclopedia cultural de Alfred Kavanagh. En mi opinión el libro de Axworthy constituye la mejor introducción a la historia de Irán disponible en español, mientras que quien se interese sobre aspectos culturales puede consultar Irán por dentro, cuyos capítulos temáticos cubren desde la medicina tradicional hasta los juegos y deportes.

Ambos libros parten de que hay algo en común entre la antigua Persia de los aqueménidas, cuyo esplendor es todavía visible en las imponentes ruinas de Persépolis, y la actual República Islámica de Irán, pero en el devenir histórico de aquellas tierras las discontinuidades son tan importantes como las continuidades. Para no perdernos en el complejo flujo de la historia universal tendemos a imaginar que existen elementos más o menos estables, como los países de vieja tradición, definidos por su territorio, su lengua y su religión: ése sería el caso de Irán. Sin duda es cierto que en la meseta irania están establecidos desde hace al menos tres mil años, probablemente muchos más, pueblos cuyas lenguas se engloban en la rama iraní del gran grupo indoeuropeo y que esa meseta ha ocupado un lugar central en los sucesivos estados dinásticos de los aqueménidas, los partos y los sasánidas en tiempos preislámicos y más recientemente en el de los safavíes, fundadores a comienzos del siglo XVI del actual estado iraní, hoy convertido en república. Su tradición religiosa tiene también orígenes remotos, pues el acontecimiento trágico y fundacional de la muerte de Hussein en Kerbala, que los chiíes iraníes como los del resto del mundo conmemoran en el día de la Ashura, en algunos aspectos similar al Viernes Santo, tiene una respetable antigüedad: tuvo lugar en el año 680 de nuestra era.

Las discontinuidades no resultan sin embargo menos evidentes. Las fronteras iraníes se han movido continuamente a lo largo de los siglos y las actuales se fijaron sólo a comienzos del siglo XIX, mientras que el trasiego de poblaciones y el intercambio de genes ha sido constante, favorecido por la movili- dad de las tribus de jinetes nómadas, que a menudo han jugado un papel político relevante. La interacción lingüística también ha sido compleja, porque no ha habido que esperar al triunfo del inglés para que surgieran lenguas de difusión internacional. Los documentos de los aqueménidas no se redactaban en persa, sino en arameo, una lengua semítica que había alcanzado gran difusión en todo el Oriente Medio y que era también la lengua hablada por los judíos en tiempos de Cristo; pero la situación más paradójica se dio en el XVII cuando el persa era la lengua diplomática del imperio turco y la poesía persa florecía en la corte mogol de Delhi, mientras que en la corte safaví de Ispahán se hablaba el turcomano, como correspondía a los orígenes étnicos de la dinastía. Turcomana es también Sakineh y por ello apenas pudo comprender en un primer momento la terrible sentencia dictada contra ella en iraní.
En cuanto al chiísmo, su origen se remonta al siglo VII, pero sólo se convirtió en el credo dominante de los iraníes en el siglo XVI, mientras que la doctrina del control del gobierno por el clero es una novedad introducida por Jomeini, el fundador de la república islámica. Rujollah Jomeini, que alcanzó en 1961 la categoría de ayatolá, la más alta de la jerarquía chií, se convirtió poco después en uno de los más destacados oponentes del régimen dictatorial, prooccidental y modernizador del shah Reza y hubo de exiliarse en 1964. Fue en el exilio, primero en Irak y luego en Francia, donde elaboró la doctrina según la cual, en ausencia del Imam Oculto (el duodécimo en la estirpe de Alí, cuyo retorno espera la rama mayoritaria del chiísmo) corresponde a los ulemas, es decir a los clérigos versados en la ley de Dios, el control del gobierno; una doctrina que ninguno de los gobernantes sunníes o chiíes que han regido los destinos de Irán desde la conquista musulmana hasta la revolución de 1979 habría aceptado nunca.