Ladrona de rosas. Clarice Lispector: una genialidad insoportable / Descubrimientos
Laura Freixas / Clarice Lispector
15 octubre, 2010 02:00Clarice Lispector, en Brasil en abril de 1961
Lispector se casó con un diplomático brasileño, Maury Gurgel-Valente, cuando éste empezaba su carrera, de forma que vivió muchos años fuera de Brasil (entre 1944 y 1959) en una vida que no le gustaba nada, porque era una mujer tan atractiva como introvertida y con problemas psicológicos, que detestaba los viajes y las cenas sociales. Ya desde su primera novela, Cerca del corazón salvaje (1943), aparece una autora que se define por su acercamiento a lo cotidiano desde lo extraordinario de su pensar, y por escribir libros donde el pensamiento literario, rozando con el existencialismo, tiene mucha mayor importancia que los argumentos, motivos sólo para la reflexión y el humanismo perturbador de la sorpresa.
En parte por su ausencia del medio literario local y en parte nada desdeñable por la novedad y extrañeza de su escritura, Clarice tuvo dificultades para publicar, críticas apasionadas y críticas negativas, y no demasiadas ventas. Pero cuando regresó a Río -desde Washington- en 1959, ya separada de su marido, con dos hijos (el mayor sería esquizofrénico) y la necesidad más acuciante de buscarse su vida, Clarice se entregó de lleno a la literatura y aún a las colaboraciones periodísticas insólitas, que le fueron convirtiendo en un mito de singularidad y fascinación, porque ella, tan atormentada, nunca dejó de querer ser vista como una mujer hermosa, que lo era. Escribió novelas excelentes y peculiares como La manzana en la oscuridad ( para algunos la más dificil), Agua viva, La ciudad sitiada o La lámpara entre otras que no cito por su orden sino por su tardía traducción a nuestro lengua. Pues, salvo La pasión según G. H. que se editó en Venezuela en 1969 y algunas traducciones piratas argentinas, el único libro que llegó a ver Clarice en español fue la traducción de Basilio Losada de Cerca del corazón salvaje, el mismo año que ella moría en Río. Su vida es la tortura lúcida de un misterio y una asombrosa capacidad para ver y entender lo que los demás no peciben.
Acaso por eso estuvo en Bogotá, en un congreso de brujería y parapsicología en 1975. Ya en sus tiempos de "viceconsulesa metida a literata" había escrito, para ayudar económicamente, en revistas femeninas, pero con pseudónimo. Sus mejores crónicas son las que firmó para el Jornal do Brasil entre 1967 y 1973, a las que pertenece el tomo Descubrimientos que es el segundo que la editorial publica de esta autora. No se espere nada convencional ni de trivial actualidad: Lispector habla de hombres que lloran, del miedo a equivocarse o de un sueño que ha tenido entre mil cosas, hondas y triviales: "No, antes el sufrimiento legítimo que el placer forzado". Aunque esa no es su intención, claro, los textos breves de Descubrimientos pueden ser una buena introducción a la magia doliente de Clarice Lispector.