Mártires de la belleza
Luis Antonio de Villena
18 noviembre, 2011 01:00Luis Antonio de Villena. Foto: Manuel Cuevas
Nada más mudable que la belleza física de los bendecidos con la perfección. De la fragilidad de la belleza sublime, en este caso masculina, y de su decadencia inevitable, y a veces súbita y temprana, trata este original ensayo de Luis Antonio de Villena. En Martires de la belleza, Villena ha mirado hacia atrás, ha buscado las huellas de algunos jóvenes ídolos muy hermosos en su juventud y hoy casi olvidados, y se ha propuesto hacer una arqueología de las imágenes y una reflexión sobre el "eclipse" de los bellos cuando pierden hermosura y lozanía.Las imágenes de adolescentes dorados de la pantalla como John Moulder-Brown o Leonard Withing, el delicado Romeo de Franco Zeffirelli (el autor recuerda la declaración de Zeffirelli: "era el adolescente masculino más exquisitamente hermoso que haya visto nunca"), o la transfiguración en maduro discreto del olímpico joven en tanga isleño, protagonista de El lago azul, Christopher Atkins, serán sometidas a una lectura iconográfica y literaria que abundará en la idea del héroe caído en plena juventud. Saltará Villena del celuloide al culto de Antinoo, el hermoso muchacho bitinio amante del emperador Elio Adriano y muerto a los 19 años. Cabría decir, por tanto, que las interpretaciones del vacío que sigue a lo que Villena llama, el esplendor y el castigo, están realizadas con amenidad y penetración, pero también con la clarividencia de quién conoce y se mueve con facilidad entre los clásicos.
Tratado pues posmoderno, o hipermoderno, acompañado de imágenes, donde con análisis inteligentes se nos hace reparar en el eclipse de Björn Andresen, el efebo rubio de Muerte en Venecia, o en la decadencia de Leif Garrett, aquel cantante californiano para adolescentes. El ocaso del austriaco Helmut Berger, la muerte de James Dean, los cuerpos cambiantes de algunos divos del porno, las tempranas muertes de ídolos del rock, Presley, Jim Morrison, Kurt Cobain, y tantos astros fugaces de la interpretación juvenil, algunos españoles, a quienes Villena recuerda en sus "caídas de príncipes". A fin de cuentas, el tema de la fugacidad de la vida es un asunto eterno, el autor se erige en augur, en interprete, y pese a las citas cultas, evoca con ligereza el enigma del paso del tiempo sobre la carne. ¿Cómo mezclar a Rilke con Sid Vicious, a Botticelli con una imagen del chico-lobo, Taylor Lautner? Villena sale victorioso en esta reflexión contemporánea sobre la caída de Narciso, un día seductor, más tarde sombra.
Hace más de dos décadas, Alain Finkielkraut, en La derrota del pensamiento, se quejaba de que la cultura se hubiera convertido en idolatría de los valores juveniles."¡El Burgués ha muerto, viva el Adolescente¡", exclamaba indignado Finkielkraut. Para bien o para mal, el tiempo no le ha dado la razón al filósofo francés. En los años del narcisismo y de la realidad virtual, las imágenes cobran una enorme significación. Leerlas adecuadamente, utilizarlas para un análisis más profundo del sentido de la humanidad , ilustra el hecho de que, detrás de la imagen más trivial, hay un enigma y a menudo una tragedia. Profundizar en ese enigma es el trabajo que con talento y finura ha realizado Villena, quien concluye: " La juventud se va y los jóvenes hermosos -que de un modo u otro perecen- son castigados a la muerte, al cambio , al olvido. Lo hemos visto. Nadie se salva. Pagamos con la belleza y la hermosa juventud, sacrificialmente, a un Dios desconocido".