Y el amor durará
Alain Finkielkraut
5 abril, 2013 02:00Alain Finkielkraut. Foto: Giulia Pannatonni
Hace ya tres décadas, el filósofo Alain Finkielkraut afirmaba que nuestra modernidad había expulsado la pasión del discurso oficial. A finales de los 70, en El nuevo desorden amoroso (Anagrama), obra que Finkielkraut escribió a cuatro manos con Pascal Bruckner, se señalaba el triunfo de la "tecnología del goce" sobre los valores sentimentales.Sin embargo, la revolución-evolución de los afectos no ha terminado y el pensador francés sigue a vueltas con el tema. En el notable ensayo publicado por Alianza, Y si el amor durara, la pregunta planteada es si una vez levantadas todas las prohibiciones, vencidos los obstáculos, cuando nadie elige a nuestras parejas por nosotros, si entonces, tenemos motivos para creer en un amor duradero. Las repuestas no las busca Finkielkraut en las estadísticas, sino encarándose con nuestros fantasmas en las entrañas de algunas grandes novelas. Y nos sorprende el filósofo con la vocación placentera de un lector clásico, aquel que deja a un lado el formalismo textual para "repatriar los libros a la tierra de la experiencia". Al explorar el inextricable desarrollo del amor y sus incertidumbres, la historia de la literatura ofrece reductos vicarios pero suficientemente complejos para aproximarse a la experiencia real, por delirante que esta sea. Alain Finkielkraut se adentra en cuatro novelas: La princesa de Clèves, de Madame de La Fayette; Las mejores intenciones, de Ingmar Bergman; El profesor del deseo, de Philip Roth, y La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera, y se detiene en el corazón de cada una de ellas, allí donde se materializa un enigma de los afectos. A través de la princesa de Clèves, el filósofo realiza un certero acercamiento al miedo de entregarse cuando se presiente la finitud del amor. La princesa, ya viuda, renuncia al señor de Nemours, a quién ama, porque quiere ponerse en guardia ante un posible dolor a posteriori. Citando a Philippe Sollers, Finkielkraut recuerda que "negarse a gozar es más electrizante que el acto", y relaciona la negativa intransigente de la princesa con la mirada moderna que ha prescindido de la eternidad. Los protagonistas de Las mejores intenciones son los padres del realizador sueco. El resentimiento y la mentira amorosa, "un gas de combate que ataca los sentidos por mucho tiempo", presentes en la novela familiar de Bergman, son los temas neurálgicos de esta segunda divagación de Finkielkraut. De los dos últimos análisis, a partir de las obras de Philip Roth y de Milan Kundera, se desprende una visión desencantada de las relaciones amorosas contemporáneas. Desencanto ante el amor, pero no desmitificación total, al menos en El profesor del deseo. David Kepesh, el protagonista de Philip Roth, sabe que la pasión está condenada al desgaste pero persiste en anhelar un nuevo estado de enamoramiento y admira el amor "indiscutible e indestructible de sus padres". En cuanto a Tomás, el protagonista de La insoportable levedad del ser, es el hombre antilírico por excelencia y la relación que mantiene con cada conquista es únicamente una amistad erótica. Su encuentro con Tereza le estremece de compasión y a partir de ese momento sus planes de libertino quedarán perturbados. Para Finkielkraut, el descubrimiento del "ser para el otro" será la sorpresa de la insoportable levedad. Kundera desmitifica el amor romántico, pero con un golpe de timón al final de la novela actualiza el mito antiguo de la pareja cuyo destino es compartido hasta la muerte.
Lo mejor de este ejercicio literario ejecutado por un filósofo que practica la lectura con gran pasión , no es sólo la fina observación de la complejidad amorosa, sino el atisbo de muchas impresiones reveladoras que el resto de los lectores acaso habíamos pasado por alto. Finkielkraut, hombre de cultura humanística y conocimientos literarios, aunque no siempre estemos de acuerdo con él en sus alegatos, publicó hace un año Un corazón inteligente (Alianza), y la atmósfera atrapadora con la que compartía sus lecturas de Camus, Karen Blixen, Conrad o Dostoïevski era tan eficaz como la que despliega en este Y si el amor durara, narración erudita y amena sobre las agitaciones amorosas de unos personajes novelescos de diferentes épocas, que, curiosamente, se parecen mucho a los habitantes del mundo real. La realidad ficticia adquiere consistencia humana a través de la mirada del inteligente lector que es Alain Finkielkraut.