Image: La revolución sentimental / Comandante

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Ensayo

La revolución sentimental / Comandante

Beatriz Lecumberri / R. Carroll

7 junio, 2013 02:00

Control militar en Caracas el pasado mes de mayo

Catarata, 2013. 320 pp., 20 e. / Traducción de A. López, M. Tabuyo. Sexto Piso, 2013, 344 pp., 22 e.


Beatriz Lecumberri llegó a Caracas en 2008 para dirigir la oficina de la agencia France Press (AFP) tras cubrir Colombia, Brasil, Francia, Israel, los territorios palestinos, Irak y Líbano. Rory Carroll llegó en 2006 como corresponsal de The Guardian tras diez años de tumbos por África, Irak, Afganistán y otra docena de países en conflicto.

Los dos se sintieron atrapados muy pronto de tal manera por el ciclón chavista que sus crónicas diarias se les quedaron cortas. "Mis cuadernos de notas se llenaban y enviaba mis textos a Londres, pero nunca había en ellos espacio suficiente para captar ese experimento caribeño al que sus partidarios llamaban el proceso, un laboratorio de poder y carisma que se movía entre la esperanza, el miedo y la farsa", explica Carroll.

Así nacieron la idea de Comandante, la Venezuela de Hugo Chávez y de sentimientos idénticos, pocos meses antes, el proyecto de La Revolución Sentimental de Lecumberri: "No fui a Venezuela pensando en escribir un libro, pero poco a poco fui encontrándome con historias muy especiales que no cabían en el formato de agencia".

Los dos textos se pueden leer como un solo libro que nos lleva, de testimonio en testimonio, de entrevista en entrevista, de mentira en mentira, salpicados de reflexiones, perfiles, recuerdos y contexto, por lo mejor y lo peor de lo que Jon Lee Anderson, en el prólogo del libro de Carroll, describe como "una historia épica": el auge y la caída de Chávez. "El tipo era un actor consumado", reconoce el corresponsal del Guardian. "Cantaba, bailaba, hacía rap; montaba a caballo[...]; hacía de loco, de hombre de Estado".

Los dos autores parten de las mismas preguntas: quién era realmente Chávez, cómo y por qué logró sobrevivir más de 13 años en el poder, qué hizo y qué destruyó, qué país recibió y qué país ha legado a sus sucesores… Como excelentes reporteros que son, dejan que las respuestas, poliédricas y contradictorias, llenas de matices, salgan de centenares de voces venezolanas: políticos, campesinos, policías, militares, profesores, periodistas, abogados, rancheros, funcionarios, sacerdotes, humoristas, estudiantes, amas de casa, empresarios, santeros, leales, adversarios, creyentes, arrepentidos y desertores de la causa.

Con uno de los más célebres, el general Raúl Isaías Baduel, inseparable de Chávez desde el juramento del Monte Sacro del 82 hasta su destitución como ministro de Defensa en 2007, Lecumberri abre en la cárcel militar de Ramo Verde, a las afueras de Caracas, su apasionante periplo desde el paraíso prometido al desastre progresivo y creciente desde 2005. Dos pruebas irrefutables de ese desastre son la emigración y la violencia. La violencia es, sin duda, el germen del libro de Lecumberri, pamplonica de 38 años.

En los últimos diez años alrededor de un millón de venezolanos, la inmensa mayoría profesionales con estudios universitarios, han salido del país. ¿Por qué? Pocos citan a Chávez o su revolución. Casi todos señalan la inseguridad y la escasez de posibilidades profesionales.

Según el Observatorio Venezolano de Violencia, el año pasado fueron asesinadas 21.692 personas. De la misma fuente Lecumberri recoge la cifra de 123.000 homicidios entre 1999 y 2010, sin detenciones ni castigo alguno para más de un 91 por ciento de ellos. Siete mil secuestros por año, denuncia Carroll. El irlandés del Guardian hace el mismo viaje por rutas distintas, desde un enfoque más pegado a la crónica de los últimos doce años de Venezuela. Muchos de sus personajes, empezando por Baduel, y de los lugares coinciden con los de Lecumberri. Al final de ambos relatos, con Carroll conocemos muchos mejor a Chávez y con Lecumberri, mucho mejor la Venezuela chavista.

Ambos reconocen cosas buenas en el chavismo y ambos se sienten terriblemente desencantados, como millones de venezolanos, por el abismo que separa las expectativas generadas por el Comandante y el limbo desolador y nebuloso que hoy preside su mediocre sucesor, Nicolás Maduro.