El arte en carne viva
Alberto Hernando
21 febrero, 2014 01:00El arte en carne viva trata del cuerpo en el arte, sí, pero de un cuerpo problemático, cuya visión nos produce desazón, excitación, terror… cada cual tiene sus gustos. El temario es amplio y el mérito de su autor es que no sea del todo previsible. Dado que su índice no sigue un orden cronológico ni temático, es más, creo que está organizado para sobresaltar al lector, podemos señalar tres grupos: dolor (con sus vertientes de enfermedad y tortura), sexualidad (desde el erotismo a la violencia), deformaciones corporales (naturales o inflingidas) y muerte (este apartado ofrece pocas variantes). Pero en el terreno del arte lo interesante es el cómo y no el qué. Y ahí es donde la selección de Hernando resulta muy sugerente. Porque si bien en estos apartados comparecen nombres obvios, también lo hacen otros inesperados o desconocidos. Los capítulos dedicados a la representación sexual nos traen al Picasso erotómano de sus últimas series de grabados, al límpido y blasfemo Clovis Trouille, a los inevitables Delvaux y Klossowski, pero también a un japonés perverso como es Toshio Saeki. El cuerpo torturado se nos muestra en los antiguos grabados de Yoshitoshi, pero también en las performances de Ron Athey y en innumerables crucifixiones. La representación deforme aparece en los cómics de Robert Combas, en la pintura clásica y el cine moderno. Uno de los capítulos más amplios y construidos es el que se refiere a la estética del SIDA.
Creo que es justo decir que el libro abre más puertas de las que atraviesa, porque algunos de los capítulos son muy cortos y apenas profundizan en su tema. También encuentro algún desajuste: hay un capítulo dedicado al arte y la locura, y nada acerca del accionismo vienés y ni una alusión al supermasoquista Bobby Flanagan. En fin, un libro que en ocasiones pone los pelos de punta, pero el arte es un espejo y a veces somos monstruos...